29.4.15

Clásicos recomendables: "El árbol de la ciencia"



 Pío Baroja y Nessi nació en San Sebastián el 28 de diciembre de 1872. Miembro de una destacada familia de intelectuales, ejerció durante un tiempo la medicina, aunque alcanzaría fama imperecedera como escritor. Miembro de la llamada "Generación del 98" (por más que él siempre lo negase) publicó sus mejores obras antes de la Guerra Civil y especialmente en las dos primeras décadas del siglo XX. Agnóstico y de ideas anticlericales, pero también antidemocráticas y antisemitas, se fue quedando solo, aunque  fue reconocido como un gran escritor a su muerte en Madrid el 30 de octubre de 1956, a los  83 años.



Mucha gente tendrá todavía a El árbol de la ciencia entre sus recuerdos de EGB y LOGSE. Uno de tantos libros que nos obligaban a leer, procedimiento éste motivo de alborozo de algunos y fastidio de muchos (leer, por desgracia, ya empezaba a dejar de ser popular en mi época), y, como tal, positiva o negativamente evocado, según se haya revisitado con el tiempo, o no, como ocurre con otros libros.

Una de los deberes necesarios en la vida, pienso,  debería ser la de volver a leer novelas, cuentos y poesías, años después de haberlo hecho en la infancia o en la adolescencia. Por todo lo que aporta y hace reflexionar, pues ahora sí puedes volver la vista atrás desde la experiencia  o vislumbrar un hipotético futuro, sea negro, esclarecido o dudoso, y por todos los matices que antes se te escapaban por entre tus dedos de niño. 
  
Y El árbol de la ciencia, del vasco Pío Baroja, no es una excepción. Considerada generalmente como la mejor obra del gran escritor español, fue publicada en 1911, aunque la acción se desarrolle en la última década del siglo XIX. 
En gran parte autobiográfica y cuajada de recuerdos y vivencias personales, cuenta las peripecias de un estudiante de Medicina, Andrés Hurtado, sus proyectos de vida, desilusiones e ideas y teorías filosóficas. 

Hurtado es un joven pesimista asfixiado por el clima de su época, y también alguien que busca constantemente el sentido de la vida, o por lo menos algún motivo que justifique algo de felicidad o por lo menos de satisfacción, primero en su época de estudios en Madrid  y luego en su trabajo como médico en provincias y de vuelta a la capital, en una constante huida pues no se lleva nada bien con su padre (de ideas conservadoras), desprecia a los ricos,  no prefiere exactamente a los pobres y sus amistades no son duraderas.
A través del protagonista Baroja realiza todo un retrato de esos años (1890-1900), de su sociedad  y de las características de España en ese último tramo del siglo. Retrato implacable y sin piedad, despachándose, por ejemplo, sobre la atmósfera universitaria y española:

"Esa tendencia natural a la mentira, a la ilusión del país pobre que se aísla, contribuía al estancamiento, a la fosilización de las ideas. 
Aquel ambiente de inmovilidad, de falsedad, se reflejaba en las cátedras. Andrés Hurtado pudo comprobarlo al comenzar a estudiar Medicina. Los profesores del año preparatorio eran viejísimos: había algunos que llevaban cerca de cincuenta años explicando.
Sin duda no los jubilaban por sus influencias y por esa simpatía y respeto que ha habido siempre en España por lo inútil".

¡Ah! ¡Don Pío dando en el clavo hace más de un siglo!  

Por supuesto, también sobre la política, reflejo de ese bipartidismo imperante desde la Restauración:

"Respondía perfectamente al estado de inercia y desconfianza del pueblo. Era una política de caciquismo, una lucha entre dos bandos contrarios, que se llamaban el de los Ratones y el de los Mochuelos; los Ratones eran liberales, y los Mochuelos, conservadores.
En aquel momento dominaban los Mochuelos. El mochuelo principal era el alcalde, un hombre delgado, vestido de negro, muy clerical, cacique de formas suaves que suavemente iba llevándose todo lo que podía del Municipio.
El cacique liberal del partido de los Ratones era don Juan, un tipo bárbaro y despótico, corpulento y forzudo, con manos de gigante. Este gran Ratón no disimulaba como el Mochuelo, se quedaba con todo lo que podía, sin tomarse el trabajo de ocultar decorosamente sus robos". 


Desde luego, sobre el clásico chauvinismo en relación a la guerra de Cuba:

"En todas partes no se hablaba más que del éxito o del fracaso. El padre de Hurtado creía en la victoria española; pero en una victoria sin esfuerzo. Los yanquis, que eran todos vendedores de tocino, al ver a los primeros soldados españoles dejarían las armas y echarían a correr. (...) Los periódicos no decían más que necedades y bravuconadas: los yanquis no estaban preparados para la guerra; no tenían ni uniformes para los soldados. En el país de las máquinas de coser, el hacer unos cuantos uniformes era un conflicto enorme, según se decía en Madrid. (...) Los periódicos traían cálculos completamente falsos. Andrés llegó a creer que había alguna razón para los optimismos". 
 

O sobre la idiosincrasia nacional:

"Las costumbres de Alcolea eran españolas puras, es decir, de un absurdo completo. 
El pueblo no tenía el menor sentido social; las familias se metían en sus casas, como los trogloditas en su cueva. No había solidaridad; nadie sabía ni podía utilizar la fuerza de la asociación. Los hombres iban al trabajo y a veces al casino. Las mujeres no salían más que los domingos a misa".  


Baroja, como destacado miembro de la "Generación del 98" y al igual que el resto de dichos escritores (Unamuno, Maeztu, Azorín...),  reaccionó ante la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas con ese sentimiento de doler España, mediante el cual, aunque reconocieran las virtudes, historia y cultura del país, por otra parte reclamaban con urgencia un regeneracionismo y un  cosmopolitismo que conectasen de una vez a la nación con Europa y desterrasen su vertiente miserable y decadente.  Esta ideología puede verse en el interesante personaje de Iturrioz, tío de Andrés. 

También resulta notoria la carga filosófica de la novela, con constantes alusiones a Schopenhauer (Baroja era, como él y como Hurtado, un gran pesimista) o Kant, y con una larga conversación entre Andrés y su tío a mediados del libro sobre pensamiento, existencialismo, árbol de la vida y árbol de la ciencia (motivo que da título al libro). Para muestra, el atrapado protagonista:

"¿Y qué? - replicó Andrés-. Uno tiene la angustia, la desesperación, de no saber qué hacer con la vida, de no tener un plan, de encontrarse perdido, sin brújula, sin luz adonde dirigirse. ¿Qué se hace con la vida? ¿Qué dirección se le da? Si la vida fuera tan fuerte que le arrastrara a uno, el pensar sería una maravilla, algo como para el caminante detenerse y sentarse a la sombra de un árbol, algo como penetrar en un oasis de paz; pero la vida es estúpida, y creo que en todas partes, y el pensamiento se llena de terrores, como compensación a la esterilidad emocional de la existencia".

El escritor vasco desarrolla su particular modo de escribir, con frases secas, concisas y poco jugosas desde el punto de vista estilístico, pero no por ello desprovistas de emoción, trascendencia o significado. Muy imbuido por algún tipo de economía de letra, tanto las descripciones como los diálogos son parcos, directos, hasta sosos diría alguno, pues poca alegría hay.  Desde luego encajan perfectamente con esa icónica imagen del Pío Baroja hosco y tremendo, con el gesto serio y expresión antisocial,  con su boina negra calada. Aunque algunos pasajes son tronchantes pese a su fiereza (o tal vez por ello):

"La hija de la señora Venancia era una vaca sin cencerro, holgazana, borracha, que se pasaba la vida disputando con las comadres de la vecindad. Como a Manolo, su hombre, no le gustaba trabajar, toda la familia vivía a costa de la señora Venancia, y el dinero de taller de planchado no bastaba, naturalmente, para subvenir a las necesidades de la casa".


Pero sin duda, es esa casi total ausencia de personajes positivos y ese  seco, directo, desencantado  y pesimista estilo el que le da uno de sus mayores atractivos y puntos fuertes, pues desde los primeros párrafos te sumerge en esa España decadente, miserable, anquilosada, clerical, proxeneta y  prostituida,  oligarca, trágica, chauvinista, reprimida, cerrada, negra, orgullosa, de caciquismo... de lienzos de Ramón Casas, Zuloaga o Darío de Regoyos. Esa España en sepia de la cual, pese a los más de cien años transcurridos, en ciertos aspectos seguimos siendo iguales. 

En definitiva, un libro conciso, de capítulos breves  y  apenas 250 páginas, que personalmente he devorado en escasos días en los descansos de estudio. Si por todo lo anterior es destacable, también marca como en una punzada el breve y emocionante final que encaja perfectamente. 
El árbol de la ciencia es todo un clásico recomendable (ya sabemos que otros no lo son tanto...) desde mi humilde punto de vista,  para dejarse llevar por la voz de Baroja y empaparse de un tiempo y de un país y para, esté uno perdido  o no,  reflexionar acerca del sentido de la vida, simple y llanamente. 

20.4.15

40 canciones para demostrar que los 90 no fueron tan malos (y II)




   (Viene de la entrada anterior)

 

21- Mortal Kombat (The Immortals, 1995)


Una locura techno hardcore incluida en la banda sonora de la película basada en el videojuego homónimo. La película fue mala, pero la machacona canción (todo un reto escucharla a todo volumen y conservar los tímpanos... y la cordura)  sigue levantando pasiones entre los nostálgicos, y entre aquellos que bailaban dando volteretas en el aire, si el ruido sonido no le había arrancado la cabeza, claro. 



22- Mucho mejor (Los Rodríguez, 1995)


Otra de las canciones fetiche de mi infancia; la tengo muy nítida a pesar de los 20 años transcurridos, se me pegó considerablemente y recuerdo que desde mi bisoñez la veía hasta transgresora con ese "hagamos el amor en el balcón". Los Rodríguez, liderados por Andrés Calamaro y Ariel Rot y para esta canción con la ayuda de Coque Malla, regalaron todo un himno canalla que además tiene todo el sabor del pegajoso calor  del verano. 



23-  Scatman (Scatman John, 1995)


Otro gran campanazo de los 90, ahora el peculiar caso de un pianista tartamudo (de nombre real John Larkin) que tuvo un enorme éxito, ya con 52 años, con esta canción (también conocida como Ski Ba Bop Ba Dop Bop), una repetitiva y original mezcla entre scat de jazz y dance que se escuchó millones de veces y que hoy es reliquia de Remember.  Si no te suena, no viviste los 90. Aunque Scatman volvería pronto al anonimato  y paradójicamente, no sobrevivió a la década, pues falleció en 1999,  de cáncer. Descanse en paz.



24- El Tiburón (Proyecto Uno, 1996)


Algo menos de diez años antes de que la mierda  el reggaeton, Pitbull, Magán y el "electrolatino" invadiera todo, éstos eran los ritmos latinos festivos predominantes, en este caso merenhouse (merengue+house). De acuerdo con que no es un poema, pero sí es un temazo alegre y animado que además me recuerda a las ferias y verbenas de por entonces. "¡¡¡No pares, sigue sigue, no pares!!!..." 





 25- Song two (Blur, 1997)


Blur, otro de los "grupos insignia" del britpop, lograron mucha más popularidad en España  y gracias de nuevo como otras bandas  a la publicidad con esta canción, breve y  más simple que el mecanismo de un sonajero, pero efectiva y pegadiza a más no poder.



26- Devil came to me (Dover, 1997)


Enorme e icónica canción de un igualmente gran grupo que abrió el camino a mucha gente, además de marcar toda una época y a más de una generación; no sólo por esta canción, también por Serenade, Rain of the times, La monja mellada Loli Jackson.  Justamente estos días se cumplen 18 años de su publicación (Dios...). Tengo muy nítido cómo estaban de moda en el 98 y el 99 (Cherry Lee, por ejemplo)  y  aunque hayan tenido una evolución errática y desconcertante,   no impide  que Devil came to me  siga siendo un himno cargado de nostalgia que para mí se ha convertido en todo un símbolo de los viejos tiempos y de las reuniones con los amigos que conozco desde hace mucho. 

"I lied for you, I lied for you..."

 


27- Bitter sweet symphony (The Verve, 1997)


Curiosamente la canción que me motivó a hacer esta entrada. Me gusta desde hace mucho tiempo, y en España se hizo especialmente popular a raíz de su aparición en un anuncio del Opel Astra. Potente britpop del bueno, transmitiendo ese desencanto y ese apático pesimismo de la juventud  (¿a alguien le suena esto?) de la época. 


 
28- Smack my bitch up (The Prodigy, 1997)


Potentísimo tema de uno de los grupos punteros del hardcore con gotas de big beat punk.  Los británicos, emblema de los 90  y  responsables de otras bestialidades geniales como Firestarter, Breathe o Mindfields, pegaron con ésta un buen aldabonazo, marcando a la juventud (y más allá) de la época, tanto a la alucinógena como a la "sana" (y a la que nunca se metería ninguna mierda  droga dura).  El videoclip resultó bastante polémico por sus imágenes explícitas y se emitía censurado. Hoy tanto la canción como el vídeo son piezas básicas de los Remember.



29- Barbie girl (Aqua, 1997)


Sí, no tiene precisamente la profundidad de una canción de Bob Dylan, es repetitiva, la estiraron como un chicle, la cantante aunque es muy guapa chirría ahora con esa voz modificada  y  los de Aqua están más perdidos que un pulpo en un garaje (por lo menos fuera de su patria danesa),   pero a la gente de mi generación es muy difícil no arrancarle una sonrisa escuchándola, pues retrotrae a esos tiempos de colegio en los que ya no eras tan, tan niño y a la vez faltaba aún mucho para tener verdaderas preocupaciones y problemas.   



30- Wisdom of the kings (Rhapsody, 1998)


No descubrí el power metal hasta los 17 años, y cuando lo hice también averigüé  que muchos de estos grupos comenzaron en los 90, y en ciertos casos vivieron su mejor momento, desde finales de esta década a mediados de la siguiente. De hecho, con la intención de hacer esta lista variada y no repetitiva omito canciones de otros grupos clave para mí como Blind Guardian. Pero Wisdom of the kings sintetiza bastante bien lo que son los italianos Rhapsody (luego Rhapsody of Fire): música clásica con tendencias operísticas, guitarras poderosas,  teclados, doble bombo y letras fantástico-legendarias. Aún me sigue fascinando.

 

31- Undrop (Train, 1998)


Recuerdo muy bien el verano de 1998.  Un buen verano, como generalmente todos lo han sido. También me evoca esta canción que arrasó en chavales y jóvenes, pues sonaba en el anuncio de un refresco (Pepsi).  La cantaba un trío hispano-sueco con ganas de comerse el mundo, que se evaporó poco tiempo después como la espuma de la bebida gaseosa; pero en aquel estío del noventayocho muchos nos sentimos indies aunque no teníamos ni idea qué era eso y aún faltaba mucho para entenderlo.  Efímero y simple, sí. Pero sigue siendo un temazo.



32- Brimful of Asha (Cornershop, remix de Norman Cook,  1998)


El dj Norman Cook ( a.k.a.  Fatboy Slim) realizaría una versión de la canción del grupo de indie rock Cornershop del año anterior (cuyo cantante no es Raj de The Big Bang Theory, pero poco le falta)  agilizándola y transformándola en algo con más gancho, atractivo y bailable y en todo un emblema de finales de la década. Actualmente en los pubs la siguen pinchando.




33- Blue (Eiffel 65, 1999)


A finales de la década seguía de moda  el Eurodance, o sea, grupos de maquineros continentales  en chándal  y  cabello coloreado cantando con la voz distorsionada. En este caso, unos italianos de Turín  (por cierto, en mi ignorancia, por el nombre creí durante años que eran franceses) que se escucharon hasta la saciedad, siendo número 1,  y que por donde vinieron se fueron tomando viento fresco, en un par de años.

 

34- Stop the rock (Apollo 440, 1999)


Otra pegadiza canción electrónica que en España se hizo bastante conocida por ser utilizada para la sintonía de un programa de televisión (si no recuerdo mal, Más que coches, en Telecinco). Rápida y potente, pero con ésta me ocurre como con la de Eiffel 65, la he elegido por su valor nostálgico,  más que por otra cosa. 



35- Promises (The Cranberries, 1999)


Grupo irlandés de rock entre alternativo y celta que vivieron su mejor época en esta década. Ya mis primos me dieron bastante la tabarra en su momento con Zombie, y por otra parte  siempre me ha gustado más esta, la potente y agridulce Promises. Además, es escucharla y me vuelvo a ver en chándal, con 14 años  y  empezando el instituto con más miedo nervioso (o nervios miedosos) no exento de ilusión. Arrancaba  la segunda parte de la adolescencia, para bien y para mal.




  36- Boom, boom, boom (Vengaboys,  1999)


Mil perdones, pues al final se ha colado un truño noventero de magnitud. Porque es más mala que pegarle a un padre con un calcetín  sudao, y el videoclip roza el porno (si los del  grupo hicieron o hacen cine X es una pregunta pertinente e  inquietante) , pero es pegadiza como pocas, al menos, en el contexto maquinero de fiesta (bajo el cual todos nos hemos dejado llevar alguna vez).  En su momento lo petaron, aunque un par de años después ya estaban disueltos y  arrepentidos, lógicamente. 



37- The Riddle  (Gigi D´Agostino, 1999)


Del dj italiano mucha gente recordará mejor tal vez  L´amour toujours, pero yo siempre he preferido ésta, que me pasara un viejo amigo hace ya décadas. Ya comienza por todo lo alto y el cuerpo y el estribillo de la canción es igualmente pegadizo y silbable. Bastante significativa para mostrar a algún pipiolo que no viviera estos años cómo era una de las músicas que se llevaban.




38- Torquemada (Avalanch, 1999)


Verdaderamente el final de los 90 y los primeros años de los 2000 supusieron una grandísima época para el heavy metal hispano en todas sus variantes. Mägo de Oz, Tierra Santa, Hamlet, Saratoga... Una de las bandas más destacadas fue Avalanch,  para mí cuando contaban con su formación original, destacando sobre todo la inimitable voz de su cantante, Víctor García, pero también la guitarra de Rionda y la batería de Ardines.  Esta Torquemada es sobrecogedora a la par que épica. Ponme un calimocho...



39- 19 días y 500 noches (Joaquín Sabina, 1999)




Agonizaba la década y Sabina, ese pájaro incorregible sobreviviente de tantos años y quebrantos, estaba en estado de gracia y  alcanzó gran éxito de crítica y público con este disco pero sobre todo con esta canción del mismo nombre que al instante se convirtió en otro clásico atemporal. Corría el otoño de 1999, aunque parece fuera ayer.



40- Right here right now (Fatboy Slim,  1999) 


Fatboy Slim seguía estando bastante de moda por aquel entonces, al contrario que ahora  (a ver quién no recuerda la machacona frase de Rockafeller Skank), y los 90 llegaban a su término; esta canción para mí tiene ese aire de llegada de un nuevo milenio como pocas, con ese temido "efecto 2000", el cual, como todo camelo, al final no fue nada. 



Y los noventas se acabaron, arrancando otra década. Y todo fue a peor, musicalmente hablando.    Pero ésa ya es otra historia que quizá algún día sea contada...

16.4.15

40 canciones para demostrar que los 90 no fueron tan malos (I)


Partiendo de la base que en cuanto a gustos musicales soy algo retro y reverencio especialmente el rock y el heavy metal de los 70 y 80 y ciertos estilos ochenteros (synth pop, new romantic wave), también, desde hace mucho tiempo, he considerado la década siguiente, los 90, como una época muy inferior y hasta decadente según mi muy particular consideración, aunque es cierto, como dijo mi vecina de blog Lalachan, que generalmente no tiene tanta buena imagen ni prestigio como las anteriores. No sé si por la popularidad del techno hardcore y el bakalao o por la proliferación de boybands, o, especialmente, por acontecimientos trágicos como la muerte de Freddie Mercury a los 45 años en 1991 (el fin de toda una época y de entender la música de una determinada manera),  el suicidio de Kurt Cobain en 1994 a los 27, o  cuando Axl Rose y su ego se quedaron solos en Guns N´ Roses, -para muchos "la última gran banda"-  un par de años después.

Pero de un tiempo a esta parte, he empezado a contemplar a los 90 con una óptica distinta, tal vez porque al filo de mis bastante incompletos 30 años, vuelvo la vista atrás con nostalgia y cierta idealización a una época que sí viví, comprendida entre 1990 y 1999, es decir, entre mis 5 y mis 14, un tiempo cuajado de recuerdos y evocaciones en el cual los buenos momentos prevalecen todavía sobre los malos, y  aún era buen estudiante y chico modélico. Fueron sólo 10 años pero en su momento me parecieron 20 (ya sabemos que para un niño el tiempo transcurre más despacio; esta última década, 2004-2014, se me ha ido en un suspiro y medio).
A nivel externo los 90 se caracterizaron por profundos cambios en la sociedad, el avance de la globalización y las nuevas tecnologías (expansión y desarrollo del ordenador, de los videojuegos, del móvil...), aun cuando Internet no había pegado el salto definitivo,  y estuvieron marcados primero por la reunificación alemana y el fin del comunismo desintegración de la Unión Soviética incluida y luego por guerras  como la del Golfo, la de Somalia, la de Ruanda o la de los Balcanes, etc. En España, además de los habituales avatares, aciertos y desaciertos políticos, ocurrieron negros crímenes que marcaron la década como el de Alcàsser o el asesinato de Miguel Ángel Blanco por la banda terrorista ETA (que por desgracia no fue el único, pero sí uno de los más  significativos de la historia, por las reacciones que suscitó).

A un nivel más mundano esta década se distinguió por una moda que ahora nos parece estrafalaria y desfasada, lógicamente, con esas camisas tan anchas, esos colores chillones y estampados y esos cortes de pelo tan...estilosos, y en música, entre otras cosas, por la importancia del videoclip, pero también por un particular modo de entender la televisión que en España dejó innumerables momentos entre históricos, cómicos  y lamentables, los cuales hoy día son material habitual de nostálgicos zappings.
Con todo,  hablábamos de música, y por eso, un setentero-ochentero convencido como yo (estas dos décadas siguen siendo superiores, ojo)  quería romper hoy una lanza en favor de los sonidos de los 90, con piezas de cantantes o grupos tanto típicos de esa época como otros más veteranos que siguieron triunfando en estos años. Lógicamente unas las recuerdo mejor que otras, y en ciertos casos se trata de canciones que he descubierto años después, cuando mis gustos fueron madurando; supongo que aquella gente que ronden mi edad  y mis preferencias se sentirá más identificada que la menor o mayor. 

Y ahora, prepárense para una vuelta a los noventas

(Por orden cronológico)


1- Personal Jesus (Depeche Mode,  1990) 




Gran banda de largo recorrido que comenzó a ser escuchada a principios de los 80 y actualmente siguen publicando y dando conciertos, sobreponiéndose tanto a las modas como a los excesos con las drogas de su cantante y líder, Dave Gahan, todo un sex symbol en su momento, o de Martin Gore con el alcohol. La década de los 90 arrancaba y los ingleses sacaron el, para muchos,  su mejor disco, Violator, que contiene,  además de Enjoy the Silence, esta intensa canción, una especie de dark country,  que cautivó con su habitual estilo electrónico, pero con mayor abundancia de guitarras que en otros trabajos (People are people, Strangelove, Never let me down again). El videoclip fue rodado en los escenarios de  los spaghetti western, en Tabernas. 

 

2- I´ve been thinking about you (Londonbeat, 1990)


Curioso cuarteto británico formado por tres alegres afrocaribeños con flow  y un guitarrista blanco algo más hierático. Como muchos grupos de los 90, estaban muy influenciados por el dance y el house, pero éstos también mezclaban el pop, el reggae y el blues. Tanto el sonido como el videoclip resultan hoy noventeros a más no poder y fueron ampliamente radiados. De hecho emisoras como Kiss FM o M80 siguen poniéndola,  para mi regocijo.



3- U can´t touch this (MC Hammer, 1990)


Muy representativa de principios de la década, arrasó en las radios y en las televisiones de todo el mundo y se escuchó hasta la saciedad. Como tantos y tantos éxitos de los últimos 40 años, estaba basada en otra canción anterior, pero pocas cosas son más noventeras que el rapero MC Hammer, su baile y su estilismo.  "Can´t touch this!!!"

 

4- Wind of change (Scorpions, 1990)


Otro grupo de largo recorrido, en este caso más que Depeche Mode, pues los alemanes  llevan desde 1966 dando guerra, aunque en los 80 alcanzaron el éxito total con el baladón rockero Still loving you, fundamentalmente,  pero también con otras grandes canciones como Rock you like a hurricane o Big City nights. Personalmente es una de mis bandas fetiche, y a comienzos de 1990 arrasaron con una canción escrita meses antes, cuando cayó por fin el Muro de Berlín, por lo que se convertiría en un símbolo, primero de la reunificación alemana, pero también de los nuevos tiempos y de la realidad de Europa y Occidente, con el principio del fin del comunismo. Sus detractores dicen que es la clásica balada perfecta para sacar el mechero o una vela a modo de luz (típica escena de concierto de masas; actualmente ese papel lo realizaría la pantalla del móvil), pero...¿y qué? Es una canción emocionante y que te empapa de todas esas sensaciones de cambio e ilusión. 


 
5- Entre dos tierras (Héroes del Silencio, 1990)


A principios de los 90 en España Enrique Bunbury y sus héroes eran los dioses del rock; su fama trascendió nuestro país y, aunque se separaron en 1996, dejaron temas como Maldito duende, La sirena varada, Entre dos tierras...muestra de ello es esta última, una enorme y oscura canción que aún arrasa para cierto público cuando suena en la radio o en los pubs.  Yo también me dejo llevar por el poderío que transmite al escucharla, aunque las sensaciones  y reacciones son distintas a cuando lo hacía de pequeño, lógicamente. 

"Déjame, que yo no tengo la culpa de verte caer..."




6- Innuendo (Queen,  1991)


Suele considerarse The show must go on como el "testamento" musical de Freddie Mercury, sobre todo por la intencionada y significativa  letra y porque se lanzó pocas semanas antes de su muerte, aunque realmente el último vídeo que grabó fue el clip de la suave y emotiva These are the days of our lives, que se presentó en blanco y negro para disimular lo pálido de la piel de Freddie, consumido por el SIDA (mas no pudo camuflarse su extrema delgadez ni sus débiles fuerzas). Pero yo siempre he preferido otra canción de ese último disco de su vida: Innuendo, una épica composición que recuerda a la grandeza y contundencia de los viejos tiempos de la banda. Me sigue emocionando la infinita voz de Mercury y frases como "You can be anything you want to be/Just turn yourself into anything you think that you could ever be"  o la final "Till the end of time" repitiéndose como un eco,  toda una declaración. Eterno Freddie. 

 

7- 20 de abril  (Celtas Cortos, 1991)


Tal vez su canción más conocida (junto con Cuéntame un cuento y La senda del tiempo)  y toda una carta-himno en su momento y ahora, pues sin duda sigue siendo una de esas composiciones que se aplican a los estados de ánimo, a los pensamientos, a las situaciones con los amigos y a los tiempos pasados. Normalmente todos tenemos alguien en nuestras pandillas (o en nuestras antiguas pandillas) que se perdió, o incluso somos nosotros mismos esa baja. O también evoca el peso de la edad y la pérdida de la juventud por un grupo de amistades.  Sin duda es una canción que ha ido ganando en trascendencia con los años.


8- Losing my religion (R.E.M, 1991)


Otra gran banda de rock alternativo que he descubierto muy al cabo de los años, conforme mis gustos musicales se iban expandiendo. Los estadounidenses vivieron su mejor momento en los 90, y  tienen grandes canciones como Man on the moon, Shiny happy people, Everybody hurts o Imitation of life, pero su mayor éxito vino con Losing my religion (cuyo videoclip, casi tan conocido como la canción, tuvo lógicas polémicas con la Iglesia), una de esas composiciones con intención que, aparte de transmitir, expresan y plasman determinados momentos de ánimo. Enorme.  

 


9- Smell like teen spirit (Nirvana, 1991)


No inventó Nirvana exactamente el grunge, pero sí fueron básicos en su auge y popularidad a comienzos de la década. Su cantante, Kurt Cobain, se convirtió a su pesar en inesperado líder de cierta juventud (la Generación X, una más de las generaciones perdidas) quienes, a la vez que asistían a profundos cambios políticos y sociales, se veían cargados de pesimismo  y sin muchas expectativas de futuro ni ilusiones, abrumados por el peso de sus padres y abuelos. Apenas 3 años después del enorme éxito de Nevermind, que contenía esta gran canción,  Cobain, depresivo, consumidor de drogas  y devorado por la fama,  se volaba la tapa de los sesos de un escopetazo, con sólo 27 años.




10- En blanco y negro (Barricada, 1991)


La canción de los nocherniegos, de los canallas que se resisten a dejar el mundo de las juergas, de broncas, calles mojadas y resacas, cuando ya no se tienen precisamente 20 años.  Rock urbano ibérico (navarro en concreto) en todo su poderío. 

"Y un buen rato después saber llegar a casa /antes de que el sol me diga que es de día..."



11- Chiquilla (Seguridad Social, 1991)


Otra de las grandes bandas de rock españolas, en este caso valencianos, con su peculiar estilo reggae-mediterráneo, responsables de conocidos éxitos como Quiero tener tu presencia o este  Chiquilla, todo un vigoroso tema de  (des)amor, ideal para cantarlo de cerveceo con los colegas en un pub.  



  12- November rain (Guns N´ Roses, 1992)


La "última gran banda" dominó el hard rock en el cambio de década, pero entre los excesos con las drogas y el alcohol de la mayoría de sus componentes y el enorme y neurótico ego de su cantante Axl Rose, el grupo no duró ni 5 años con todos sus miembros originales. De 1992 es esta inmensa canción, épica y dramática, marcada por varios gloriosos y largos solos de guitarra de Slash, y por el muy comercial videoclip, que arrasó en la MTV, obviamente. Dos años después comenzó el principio del fin.  



13- Otro día más sin verte (Jon Secada, 1992)


No es mi estilo, aunque sea bonita y pegadiza,  pero la incluyo  por motivos evocadores. Esta canción me retrotrae a cuando mi madre la escuchaba mientras limpiaba la casa, cuando yo era un mocoso de 7 años. La melodía ya me sumerge en los tiempos de Linares (por aquel entonces vivíamos allí),  a esa atmósfera lejana y perdida, y me rejuvenece.  A mi madre le sigue gustando, por cierto.


 
14- Nothing else matters (Metallica, 1992)


Tampoco son de mi estilo esta legendaria banda norteamericana de metal y hard rock, pero en 1992 se pusieron románticos y dejaron para la posteridad esta inmensa balada que define perfectamente lo que uno piensa, hace y dice cuando está enamorado.



  15- Weather with you (Crowded House, 1992)




Banda de rock de las Antípodas (si hablamos desde España) bastante olvidada, que tuvieron cierto éxito entre finales de los 80 y mediados de los 90. Pertenece a mis recuerdos de radio, pero también de cassette, pues mis padres solían escucharlos en casa y en los viajes en coche.  Rock sencillo y suave de melodías fácilmente asimilables, resultado: tarareo seguro.



16- What is love (Haddaway, 1993)


Haddaway, medio negro medio alemán especializado en el techno dance, arrasó en su momento,  y por lo menos para mí lo sigue haciendo, pues escucho esta irresistible canción con frecuencia y cuando la ponen en fiestas y bodas la sigo cantando (es un decir)  y supone un subidón. Indescriptible el videoclip (¿hace de musculado Drácula rodeado de vampiresas?) y  atención a los bailes de poseso tanto de él como de las muchachas...  

"Oh baby don´t hurt me...no more"



17- Whatever (Oasis, 1994)


Hablar de los 90 es hacerlo también del britpop, básicamente rock alternativo producido exclusivamente en el Reino Unido, influenciado por grandes como The Beatles, The Who, The Rolling Stones o David Bowie, y que a su vez impulsarían al indie. Blur, Oasis, The Verve, Radiohead, Suede...Solía tener "discusiones" con un amigo sobre qué grupo era mejor, Oasis (él, fan de ellos) o Queen (yo). Está bastante claro quiénes son más grandes...¡ejem! Pero también reconozco grandes canciones de ese grupo como Wonderwall, Don´t look back in anger,  Fucking in the bushes  o esta, la bonita y pegadiza Whatever, todo un símbolo para una generación (la letra habla de la libertad para poder hacer con su vida y su futuro lo que uno quiera) 


   
18-  Hip hop hooray (Naughty By Nature, 1994)


El lado festivo (no exento de letras intencionadas, certeras  y dramáticas)  del hip-hop, con una canción que se convirtió en otro himno, por supuesto, y bastante representativo de la década.  Protagonista de las sintonías de varios videojuegos, es fácil imaginarse esta canción mientras te echas unas canastas en algún instituto chungo de Los Angeles mientras la pandilla rival te mira desafiante.  "Heeeeey hoooo"...  


19- Saturday night (Whigfield, 1994)


Temazo dance cantado por una rubia danesa que arrasó en América y buena parte de Europa (y por supuesto, España). Con un estribillo fácil y pegadizo, en ese verano del 94 era imposible no escucharla, y actualmente al hacerlo me transporto a cuando la escuchaba en las fiestas del colegio, cuando por supuesto estaba muy lejos de saber cómo sería un Sábado noche de verdad. 



20- Gangsta´s paradise (Coolio, 1995)


 Si la de Hip hop hooray era festiva hasta cierto punto, ésta es mucho más seria. Incluida en la B.S.O  de Mentes peligrosas, película protagonizada por una Michelle Pfeiffer que interpretaba a una profesora de particulares métodos, es una gran canción acerca de las pandillas de colegios e institutos en EEUU,  la precariedad de la vida y la cercanía de la muerte. Baste recordar cómo ardía Los Angeles a principios de los 90.



(En la próxima entrada,  las 20 restantes)

13.4.15

De autocares, trenes y diligencias



Llevo 10 años siendo un hombre a una maleta pegado. Quienes me conocen saben los motivos.  Siempre de aquí para allá, por el levante español (el otro día llegué a leer que emplear este término , aun sin decir "español", suena arcaico  y  es franquista...manda huevos), a caballo entre Valencia y Almería pasando por Murcia.

A caballo es un decir, claro. Desde hace mucho tiempo estos hermosos animales no se utilizan como medios de transporte en España, a no ser que seas un Alba o un Bertín Osborne de la vida. Pero, viendo el panorama actual de las comunicaciones por la zona donde me muevo, pienso con frecuencia en la conveniencia de volver a utilizar las diligencias para recorrer medias distancias, especialmente en mi tierra de nacimiento, pues no hay mucha diferencia con nuestros días. 

Sí, suena exagerado. Pero voy a explicarme. Hace una semana viajé de Almería a Murcia. En ocasiones ese trayecto se realiza en coche, pero las circunstancias no siempre lo permiten, así que ese día tocó en autocar, única alternativa posible ante la ausencia de tren entre estas dos ciudades. Dos ciudades y dos tierras tan próximas, tanto geográficamente como en muchos aspectos, sin comunicación por vía férrea, es una más de las contradiciones y desigualdades de España, donde hay autonomías con todas sus capitales disfrutando de AVEs (aunque sus provincias permanezcan yermas), mientras en otras existen regiones con añejas deficiencias, en las cuales puede hablarse de una situación similar a la de las primeras décadas del siglo XX. Es bien sabido, y si es necesario lo repito de nuevo, el atraso endémico de Almería  en cuanto al transporte ferroviario: sin conexión directa con las vecinas Málaga y  Murcia,  no hay vía electrificada y  para llegar a la cercana Granada se necesitan dos horas y veinte minutos;  un simple viaje a Sevilla emplea  46 minutos más que hace 12 años. ¿Modernidad?

El autocar. Siendo mi padre ferroviario, en mi familia estamos desde siempre habituados al tren, y yo no iba a ser menos, pues lo prefiero mil veces frente al autocar (medio respetable pero al que tengo poco aprecio), e incluso en ocasiones respecto al coche, si hablamos de desplazamientos no excesivamente largos (aunque para mí ir en tren es un placer). Comparando el tren con el autocar, en el primero aparte de una mayor  seguridad y comodidad al viajar -no hay mareos-,  al  sentarte y con el pasajero que te toque de vecino,  puedes levantarte perfectamente y estirar las piernas, por no hablar del encanto del paisaje contemplado desde la ventana, el cual aún tiene un ligero componente de romanticismo pese a las velocidades que se puedan alcanzar. 

Así, un decidido trenófilo se veía obligado de nuevo a tomar un autocar para cubrir los 220 kilómetros. El viaje comenzó de madrugada y en principio iba a durar más de 4 horas, así que me preparé con estoica resignación para el auto crucis. Pronto comenzaron los volantazos, traqueteos y tránsitos por carreteras no precisamente inauguradas ayer; de hecho la ruta nos llevó por lugares como Benahadux, Rioja, Tabernas o Sorbas, pueblos muy bonitos pero alejados del camino de la huerta del Segura. La negrura de la noche junto a la tétrica luz del techo hacía imposible la lectura (si el mareo me hubiera permitido leer es otra cuestión), así que, como tampoco podía dormir, me encasqueté los auriculares y me dispuse a escuchar la vibrante y genial banda sonora de "Interstellar" y me dejé llevar por los acordes de Hans Zimmer. 

Con la música a todo volumen, así sería el recorrido que, entre la  contundente melodía, los bandazos  del autobús y la oscuridad del panorama salpicado de luces rojas y amarillentas, por un momento me creí Matthew McConaughey en uno de sus emocionantes viajes por el espacio. Clavado al asiento, abrumado por la banda sonora y las naúseas, tuve un momento entre épico y crítico, al borde del desquiciamiento...

Un rato después, la noche llegaba a su fin y  aparecieron las primeras luces del día, tímidas y difusas. Contemplé una playa y reconocí un cartel de Mojácar, aunque en un primer momento había pensado que me encontraba en otra dimensión. Pero no, seguía en la Tierra. Sensaciones que se fueron tranquilizando cuando cruzamos la frontera y llegamos a Puerto Lumbreras y  Lorca y enfilamos la parte final del valle del Guadalentín. Cuatro horas y cuarto después de haber salido de Almería, llegaba a Murcia. Bocanada de aire fresco.

Lo grave no es la existencia de autocares. Por supuesto deben seguir circulando; son básicos para mucha gente, especialmente la de pueblos pequeños y remotos. Lo grave, y hasta indignante y vergonzoso, es que dos provincias vecinas que suman entre las dos más de 2.100.000 habitantes sólo tengan comunicación por carretera. No sólo entre ellas, tampoco entre dos capitales importantes como Murcia y Granada hay conexión directa por ferrocarril, a no ser que a usted no le importe aventurarse en un extenuante y rocambolesco viaje de más de ocho horas (si se estudian bien los horarios, si no, pueden ser más) con transbordos y paso por Madrid o Alcázar de San Juan incluidos. Basta contemplar un mapa del país y percatarse de la enorme zona en blanco existente en la mayor parte de las provincias de Granada, Jaén, Albacete, Murcia y Almería. Ese blanco, ese vacío, como otros de España,  es una de nuestras vergüenzas nacionales. 

Si algún o alguna almeriense, o foráneo o foránea, no se ha montado nunca en un tren en Almería con  dirección a Madrid o a Valencia, hágalo, por favor, y dése cuenta del camelo de la presunta modernidad de nuestro país. Para llegar a la capital de España, a  564 kilómetros, necesitará en torno a siete horas,  no del todo mal si uno es benévolo.  Pero  para acercarse a la ciudad del Turia, a sólo 446, se convertirá en un viaje al pasado, pues precisará ocho  y media, si no ocurre algún imprevisto (la última vez rondamos las diez horas; recordemos que en coche se emplean unas cuatro). Todo ello saliendo de la preciosa y triste estación de Almería en un viejo Talgo, con apenas dos vagones y sin cafetería, pues posteriormente en lugares con más tráfico y en los transbordos se le van añadiendo coches, y recorriendo un territorio hermoso, pero con desesperantes tramos de 30 kilómetros por hora y  con estaciones desiertas y desconcertantes donde,  si bajara, en mi mente de western, me echarían la bolsa de equipaje al andén  y  saldría algún tipo con sombrero al son de la música de Morricone.  Pero quedémonos con las ocho horas y media -como mínimo-  entre las ciudades de Valencia y Almería. 

Hubo un tiempo, durante un siglo,  que Granada y Almería (a través de Guadix)  tuvieron tren con Murcia y de allí a Valencia y Barcelona, el famoso ferrocarril del Almanzora, tomado por los emigrantes que, intentando huir de la pobreza de su tierra de ramblas, almendros  y esparto llegaban a Cataluña, donde incluso otros saltaban a Europa. También se usaba para transportar mercancías de las comarcas canteras.  Pero ese tren fue suprimido, en una sabia y maravillosa decisión, por el gobierno socialista de Felipe González en 1984. Los avatares políticos trajeron nuevos rostros a las presidencias pero, ninguno de los partidos de variado signo -a diestra, a siniestra, al centro-  restauraron la vía férrea que conectaba parte del sureste, para vergüenza de esta España que presume de moderna y bien comunicada, donde tener AVE es la panacea y el hecho que te sube al carro. Ahora toda ciudad, incluso cualquier pueblo, importante o no, debe tener ese "tren del futuro"  y por supuesto con una flipante y bien pagada estación más grande que la villa, y  a la cual bautizar con el nombre de algún hijo ilustre de la tierra, preferentemente escritor o artista. Todo eso es lo que importa, lo de menos es el coste y la rentabilidad.  Desde hace años es o alta velocidad o nada, y puede darse el caso de ciertas provincias con peculiares circunstancias, como el pasar de no tener ni un puñetero tren  a disfrutar directamente de un AVE, como el que teóricamente está en construcción y unirá Almería con Murcia.

No es esa la cuestión tampoco. Por supuesto que las líneas de alta velocidad son necesarias  y recomendables. Pero... ¿Por qué tenemos que seguir siendo ese país de contrastes, derroches  y excesos? ¿No aprendemos de las lecciones? Nos hacemos los europeos aplicados, y luego países con economía superior a la nuestra como Alemania o Reino Unido no se empican en la alta velocidad ferroviaria, pues conocen sus contras.  No creo que aquí sean mayoría quienes exijan los novísimos y caros trenes a más de 300 kilómetros por hora para trayectos pequeños y medios.  Con un simple y moderno regional, más lento pero más barato, tanto para los constructores como los usuarios,  y rentable, a nivel viajero y mercantil,  quedaría todo solucionado, y no lo digo yo en plan tertuliano, lo dice mi padre, los ferroviarios y la gente que sí sabe.  Pero verdaderamente un tren de este tipo cubriría los 220 kilómetros de marras en dos horas y media, quizá algo menos.  Resultaría cómodo y sería muy utilizado por la población circundante, y también por los turistas que llegan a mesnadas en busca de las afamadas playas, la buena vida y los pueblos con encanto del interior, pues también volvería a unir la zona de Guadix-Baza con Murcia. 

Pero no, somos españoles. Un país que siempre llega tarde a todo y donde pasamos del atraso a la modernidad como a impulsos eyaculadores, de repente y sin pensar en las consecuencias, creyéndonos los reyes del mambo cuando sí, somos maravillosos, pero bastante patéticos. Tanto los responsables y los políticos de sonrisita falsa y aplausos con las manos al cielo en los mitines como los que se creen y hacen suyas las palabras que los otros sueltan y las decisiones que toman. Luego, por supuesto, somos los primeros en pedir explicaciones por el derroche y en hacernos los inocentes sin mácula, manipulados como buenos salvajes por nuestros dirigentes. Lo cual es cierto, pero no del todo.

País de fantoches.