11.12.14

"Exodus": un pastor loco y sus borregos escapando del faraón Pitbull







 Con las películas bíblicas ocurre un poco como con algunas de temática histórica, o de ciencia ficción o visionarias...¿son realmente necesarios los remakes o las nuevas versiones?

Ciertamente no, por lo menos en mi siempre modesta opinión, y más en nuestros posmodernos tiempos, donde todo está cada vez más invadido, de un lado por la informática, y por otro por pensamientos filosóficos con la profundidad intelectual de una holoturia. Ojo, no me refiero a que el nivel mental se ponga en plan "La montaña mágica" de Thomas Mann, quiero decir que no puede dárselas uno de profundo y luego explicarlo como para escolares, simplificando y recortando aquí y allá. 

Que Ridley Scott, director británico nacido en 1937, entró hace tiempo en la decadencia no lo digo sólo yo, un don nadie, sino no pocos cinéfilos y expertos; decadencia que contrasta con la magnitud de obras suyas como Los duelistas, Alien, Blade Runner o Gladiator (la cual, por más fallos históricos e imperfecciones que tenga, es un entretenido e intenso drama épico), por lo que muchos, entre los que me incluyo, llegan a afirmar que Scott debería haberse jubilado después de Black Hawk derribado o, como mucho, American Gangster, aunque no he visto Prometheus.

Y con Exodus: Dioses y reyes vuelve a confirmarse, por desgracia. A los 77 años el británico incurre de nuevo en lo peor de su cine, esto es, visualmente un esqueleto deslumbrante pero falto de contenido, ritmo y profundidad. La nueva versión (si realmente era necesaria es otra pregunta de fácil respuesta) de la historia bíblica de Moisés es eso, resumiendo: 153 minutos (que parecen más) de ruido, furia y color, con profusión de efectos digitales, acompañados de un guión pobre, una química actoral deficiente, una acusada falta de ritmo e interés, unas lagunas y elipsis importantes en el argumento (que supongo se arreglarán, o no, en la versión extendida)  y un "me tomo en serio pero en el fondo no". 

La fascinación y enorme impresión que puedan causar (lo hacen) la  detallista recreación del Antiguo Egipto o las escenas de las plagas duran hasta cuando caes en la cuenta de que buena parte es digital y se te antoja un videojuego. El vestuario, siendo lujoso, está impregnado de un "brillantismo" y modernismo algo hortera.  En Los diez mandamientos, de 1956 (la de Charlton Heston, para aclararnos),  pese a todos sus anacronismos y su cartón piedra, los enormes decorados parecían más verídicos y desde luego eran más "palpables", por no hablar de las oleadas reales de gente. Una vez más se valora como se merece el cine de antes, teniendo en cuenta que han pasado ya casi 60 años de la película de DeMille, hasta el punto de preguntarte por qué se abusa tanto de la informática (es evidente, es mucho más rápido y barato y no se depende de las inclemencias del tiempo).  Al menos, pienso en mi vertiente animalista, sabes que no se van a maltratar o morir sádicamente  caballos, camellos, vacas y etc. Pero, ciertamente, tanta enorme imagen y ruido te dejan exhausto y no acabas de ver el contenido, si lo hubiera. 

Hay algunos detalles interesantes, como lo bien que muestra el nulo valor que tenía la vida de un esclavo (y en general, de un hombre) en aquellos tiempos, o la concepción de la ciudad egipcia, o la aproximación al vengativo y violento Dios del Antiguo Testamento, o ciertas escenas que Scott utiliza para comparar con otros periodos históricos más modernos e incluso del presente, pero todo ello se va difuminando con el "efecto videojuego" y lo que van diciendo. 

Pues el guión es tirando a pobre, y no pretendo se me tome por cultureta sabiondo, pero realmente se le podría haber dado un impulso más profundo a la historia y a la gravedad del relato. Apenas hay una frase trascendental (el faraón llega a decir "como pase una cosa más...")  y los personajes parecen sacados de un programa de televisión, de un reality.  La trama pierde pronto el interés y parece como si faltaran pedazos de metraje.

Y los actores...Christian Bale le echa ganas y demuestra otra vez que es un estupendo actor, pero en ciertos momentos se nota que tira la toalla y parece preguntarse qué hace allí con el pelo sucio escuchando a un supuesto Dios, y por otra parte su "revelación" es algo confusa y apenas notamos su repentino cambio de ateo a iluminado, asemejándose a un loco que se ha golpeado en la cabeza.  Joel Edgerton (el infame Galvan de la mediocre El rey Arturo) contaba con la alargada sombra de Yul Brynner, y ha perdido estrepitosamente, pues su Ramsés II es una mezcla del cantante Pitbull con los ojos pintados y un actor porno, que a veces parece que se meta coca a juzgar por sus espontáneos impulsos.  Las veteranas estrellas  Ben Kingsley (la tercera o cuarta vez que actúa de judío, creo) y Sigourney Weaver aparecen poco, así como John Turturro, de lo poco salvable como el faraón Seti, padre de Ramsés.  Aaron Paul resulta casi anecdótico y apenas ha de actuar (ahora me explico por qué estaba siempre de juerga por Almería) en su insignificante papel de Josué, como insignificante es el papel de los esclavos hebreos, tan planos que siguen como borregos a  un pastor sin cayado pero con una molona espadita egipcia. María Valverde como Séfora, la esposa madianita de Moisés, resulta correcta en su breve papel que introduce una especie de romanticismo en el Éxodo. Esto tampoco es extraño, pues en la película protagonizada por Charlton Heston había algunos elementos de culebrón, pero verdaderamente en esta de 2014  llega un momento que Christian Bale es un tarambana que tiene dos familias y apenas sabe a dónde va y su pobre y abnegada mujer entiende menos aún.  Por último, Dios aparece en una personificación algo inquietante...

Scott realiza un batiburrillo de pensamientos confusos sin mucha alma donde unas veces parece que juega al ateísmo, otras se pone creyente, otras trascendental, otras despegado  y muchas veces quiere ser grandioso sin ser grande, dando su muy particular visión del Antiguo Egipto, la Biblia, la Historia Antigua o qué se yo. Todo aderezado con sus ya típicas imágenes donde, cuando los efectos especiales dejan paso,  priman un color (por ejemplo, todo azul oscuro o negro si es de noche, tormentoso o trágico, anaranjado si es por la tarde, etc) y una melodía concreta. La banda sonora, siendo correcta aunque poco épica, me ha parecido que tiende demasiado (y esto es otra característica de Ridley Scott) a los cantos étnicos y a la música new age, resultando incongruente pues suena como muy árabe musulmana, en una época como sabemos muy anterior a los tiempos de Mahoma; aunque las melodías van ligadas a lo visto en la película, pues según ella en el Sinaí y el norte de Arabia ya había algo parecido al  Islam 1800 años antes del Profeta. Esto sólo es una más de sus imprecisiones históricas, qué se le va a hacer...los beduinos salvajes y madianitas semitas no venden tanto. 

Al menos (y aquí demuestro particularmente mi orgullo almeriense) en la mayor parte de escenas de exteriores y de paisajes se muestra en toda su magnificiencia la tierra de Almería (y también otras espectaculares muestras de las islas Canarias) con su inconfundible aspecto pedregoso, profundas ramblas, pitas,  matojos  y suaves montañas doradas al sol. Habrá que agradecerle al director británico (encantado con los almerienses y su papel como extras, al parecer)  que haya puesto los focos en mi olvidada provincia, pues ciertamente se están volviendo a filmar y a planear películas en ella. 

Pero, para ir concluyendo,  visto lo visto, a grandes rasgos no parecía muy necesario emplear otra morterada de dinero en intentar deslumbrar con los  la esclavitud de los hebreos y Egipto, o una "Nueva Historia Antigua" según  Ridley Scott, o una versión posmoderna de la Biblia hecha por escépticos. Como no creyente me es indiferente lo que se haga, como historiador no tanto,  pero como aficionado al cine me sigo quedando, pese a sus 220 minutos de duración,  sus licencias históricas y su cierto sionismo,  con la mítica película de 1956  y  su technicolor, su Egipto acartonado y kitsch pero real,  su convincente reparto, su pueblo judío ruidoso e ingobernable , su inolvidable y épica banda sonora (Elmer Bernstein), sus certeros y literarios  diálogos  y sobre todo Charlton Heston, que siempre va a ser ese Moisés homérico y granítico, quien con la ayuda de Yavé abrió el Mar Rojo con su báculo en esa escena única que aún asombra, presentó las leyes escritas con fuego para luego romper encolerizado las tablas al ver la adoración del Becerro de Oro,  y ya con barba nevada condujo a su pueblo a la Tierra Prometida.  


2 comentarios:

  1. Cuando pusieron el tráiler en el cine, recuerdo que me quedé en plan "¡La Virgen, no sabía que la Biblia fuese tan épica!". Y, al final, parece que se ha quedado en nada. Bueno, tampoco tenía mucho interés en ver esta película. Aunque tu análisis me ha gustado mucho. ¡Sigue dando caña! ^^*

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  2. Yo la vi más que nada por ser el Día del Espectador XD y por ser una película rodada en gran parte en Almería, que si no...porque más o menos sabía lo que me esperaba...jeje, muchas gracias Laura, como siempre!! :)

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