17.11.14

"La marcha Radetzky" o el declive de un imperio






 Tan válido es el conocido dicho atribuido a Sócrates ("Sólo sé que no sé nada") como que existe un auténtico mar de libros, nuevos y antiguos, y que es necesaria más de una vida para leerlos todos. Pues  hace un año,  en uno de mis frecuentes paseos por alguna de las cuatro librerías "París-Valencia" de la capital valenciana, me topé, en la zona de rebajados/descatalogados/segunda mano (gracias a la cual  estoy incrementando ampliamente mi biblioteca) con un libro misterioso (por desconocido) e  interesante (por el título): La marcha Radetzky.

Ah, vaya,  me digo. Como la famosa  pieza de Strauss. Concierto de Viena, música clásica, pompa y ceremonia, elegancia y empaque austríaco, poderío imperial. Suena bien (y nunca mejor dicho). En la portada (edición de Edhasa) una pintura de un oficial de caballería, con el animal encabritado. ¿Acaso será una novela de guerra y de esplendor cortesano? Al dorso leo la  "sinopsis": A través del ejemplo de la familia Trotta, vinculada al emperador Francisco José de manera casi legendaria, Joseph Roth describe la decadencia austrohúngara y las condiciones sociales de su país. La novela narra la historia de tres generaciones: el fundador de la dinastía salva la vida al joven emperador durante la batalla de Solferino, su hijo se convierte en fiel servidor y funcionario del monarca y el nieto hará carrera en el ejército, abrumado por el peso de su apellido...Bien, pienso.  Me atraen los dramáticos relatos de familias entremezclados con los acontecimientos históricos. Veamos el autor: Joseph Roth. Ignorante de mí, no me dice nada, excepto que debe ser judío; sé de otro Roth novelista, de nombre Philip, pero actual. Por fortuna,  en el dorso leo que este Joseph nació en Galitzia (provincia austrohúngara, hoy  parte de Ucrania y Polonia) en 1894  y murió en París en 1939, a donde se había exiliado a causa del nazismo, etc.  Muy interesante, pues me percato en primer lugar, que escribió en el periodo de entreguerras (y probablemente condicionado por la guerra mundial); en segundo, que abandonó su país por el ascenso al poder de Hitler; en tercero, que es centroeuropeo (por lo que escribe de unas tierras próximas a él  en espacio y tiempo) y en cuarto,  falleció con sólo 45  años. 

 Joseph Roth (Brody, Galitzia, Imperio Austrohúngaro,  1894- París, 1939). Austríaco a todos los efectos, presenció primero el desastre de la I Guerra Mundial y el fin de Austria-Hungría luego.  De biografía confusa, vivió y trabajó primero en Viena  y luego en Alemania. Su mujer padecía esquizofrenia y hubo de ser internada en un psiquiátrico. Como judío huyó de Alemania dejando a su familia al poco de llegar Hitler al poder,  y se exilió en Francia. Los nazis quemaron sus libros y asesinaron a su mujer,  pues  según sus leyes eugenésicas era "enferma mental".  Falleció  alcoholizado y en la miseria pocos meses antes de que estallara la II Guerra Mundial.
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Con todos estos interesantes datos y la breve reseña del libro, cada vez me interesaba más. Además, de un tiempo a esta parte me he venido interesando por Viena, Austria, los Habsburgo y el Imperio Austrohúngaro como nunca lo había hecho previamente. Tradicionalmente he leído y me he obsesionado más con Inglaterra, Alemania, Italia e incluso Francia. Austria y Austria-Hungría  (en toda su variada composición) han estado ahí siempre, pero, no sé si por simple ceguera, por los planes de estudio (a muchos efectos, el Imperio Austrohúngaro es Europa del Este) o porque siempre me habían llamado más esos países aludidos más cercanos (y no sólo geográficamente) al ámbito español.  

 Curiosamente, desde pequeño he sentido una cierta fascinación por la preciosa Praga y Bohemia-Checoslovaquia, integrantes en su momento del Imperio Austrohúngaro. Pero, como decía, últimamente contemplo a Austria como un país maravilloso, hermoso,  elegante y culturalmente rico como pocos, y con una historia realmente interesante y crucial en la historia de Europa y donde no es oro todo lo que reluce.  No siempre fue todo al ritmo del "Danubio Azul" . Aunque, para qué engañarnos, en cuanto te adentras un poco y lees sobre el esplendoroso pero declinante Imperio Austrohúngaro ,  quedas pese a todo deslumbrado, y quisieras vivir como dentro de un lieder de Schubert, una melodía de Brahms, un  vals de los Strauss, una sinfonía de Mahler o Smetana,  de un café o un baile vienés o de un cuadro de Klimt o Mucha. El irresistible encanto de la decadencia, supongo.

Por último, sentí curiosidad de leer el comienzo:

"Los Trotta no eran de antiguo linaje. El fundador de la dinastía había obtenido el título de noble después de la batalla de Solferino. Era esloveno. Fue nombrado señor de Sipolje, ya qye así se llamaba el lugar donde era oriundo. El destino le había escogido para una hazaña especial. Pero él procuró que los tiempos venideros se olvidaran de su persona.

En la batalla de Solferino se hallaba como teniente de infantería al mando de una sección. El combate se prolongaba desde hacía media hora. Trotta veía, a tres pasos frente a él, las blancas espaldas de sus soldados. La primera fila de la sección estaba rodilla en tierra; la segunda, a pie firme detrás. Todos estaban contentos y seguros de la victoria. Habían comido bien y se les había repartido aguardiente, en honor y a cuenta del emperador, quien desde el día anterior se hallaba en el frente..."

Magnífico. En apenas dos párrafos nos introduce en la historia del libro con varios datos cruciales en el mismo : la familia protagonista no era de rancio abolengo, además de no ser austríaca propiamente dicha (algo por otra parte frecuente en el  plurinacional imperio) y la fortuna de la dinastía vino dada por un hecho fortuito relacionado con el emperador, aunque no siempre los Trotta querrán ser protagonistas. Decidido, sin más, me lo llevé felizmente a casa. Con casi 580 páginas, no tardé demasiado en acabarlo (en ocasiones libros de tamaño similar e incluso inferior me han resultado más ásperos), y ha sido al leérmelo por segunda vez cuando he decidido  compartir mis impresiones.


La marcha Radetzky (Radetzkymarsch, 1932) es una estupenda novela acerca de la decadencia y del cambio de los tiempos; en este sentido se asemeja a la maravillosa El Gatopardo de Lampedusa, si bien en el libro del siciliano la prosa es más detallista y evocadora. Roth, no sé si por su origen o porque quiso imprimirle rigidez y seriedad  imperial a su novela,  es más conciso y austero, aunque contenga bellos pasajes que te  sugestionan a su modo y te transportan a un tiempo y a un lugar; desde luego, caracteriza perfectamente a los personajes protagonistas, que son generalmente fríos y nada partidarios a mostrar sus emociones, tal vez para mostrar las características de los Trotta, que son extrapolables a las del resto de habitantes del Imperio y a las de su época en general. Un ejemplo:

"El hijo no lloró. Nadie lloró por el muerto. Todo fue frío y solemne. No se pronunciaron palabras junto a la tumba. Al lado del suboficial de la gendarmería reposó el  mayor barón de Trotta y Sipolje, Caballero de la Verdad. Se cubrió la tumba con una sencilla lápida militar en la que se grabaron, con letras pequeñas y negras , además de su nombre, rango y regimiento, su noble sobrenombre: "El héroe de Solferino". Poca cosa más quedó del muerto que esta piedra, una gloria olvidada, y su retrato. De la misma manera anda un campesino en primavera por los campos, y más tarde, en verano, la huella de sus pasos queda cubierta por la bendición del trigo, que ondea donde él sembrara".

Pese a ser, en principio,  una novela histórica (aunque es mucho más que eso),  las referencias cronológicas, topográficas  y de acontecimientos son casi nulas. El emperador Francisco José participa como personaje en el libro, pero quien no tenga algunas nociones de historia o al menos un manual (o internet) a mano puede perderse, pues nada se dice que la batalla de Solferino tuvo lugar en junio de 1859 ni los porqués o consecuencias de la misma,   del Compromiso Austrohúngaro (reconocimiento de la importancia de Hungría) de 1867,   cuando comienza la Gran Guerra  o que el emperador falleció en 1916. 

 
Roth prefiere centrarse en la descripción de ambientes, en las calles,  dentro de las casas y los cuarteles o en la recreación de atmósferas; por ejemplo, cómo te sumerge fantásticamente en el clima respirado en la confusa  región de Galitzia (la natal del autor, recordemos) , pantanosa y en medio de la nada,   más cerca de los rusos que de Viena, "en cuyos extremos se oía ya quizá el silbido del viento siberiano". Unas tierras de frontera  anodinas, donde los militares allí destinados, demasiado ociosos, malgastan su vida en alcohol y juego. Un lugar decadente que se convierte en el particular descenso a los infiernos de uno de los Trotta.

En el dorso del libro te advierte del relato de tres generaciones Trotta, y efectivamente así es, pese a los escasos datos suministrados de edades y años transcurridos. Primero tenemos a  Joseph, quien como hemos dicho, siendo teniente salva la vida al joven emperador en Solferino. Por ello es condecorado,  ascendido a capitán y nombrado barón (Joseph Trotta von Sipolje). Su padre es gendarme y son de familia campesina eslovena, así que tal brusco cambio de estatus supone la primera prueba para él, quien de pronto forma parte de la aristocracia, en un mundo ajeno a él,  obligado "a avanzar sobre un suelo resbaladizo metido en unas botas que no eran las suyas, perseguido por el secreteo de los demás y siempre recibido con recelo". Esto lo empieza a alejar de su padre, una característica que curiosamente van a tener los tres Trotta protagonistas del libro.  Por otra parte, cuando Joseph lee en un libro para niños su heroica historia tergiversada para bien, lo considera una farsa y protesta (en vano) ante el mismo emperador, simbolizando con ésto que no pocos aspectos del Imperio fueron eso: apariencia, ilusionismo, distorsión de la realidad.  Franz, el hijo de Joseph, se encaminará hacia una carrera de leyes, pues el padre no querrá que sea militar; tampoco le dejará ser terrateniente, por lo que se convertirá en funcionario y tendrá un trabajo monótono y tranquilo (jefe de distrito en una ciudad de Moravia). Con su hijo, Carl Joseph, tendrá una relación gélida, cuadriculada y distante en sus breves encuentros:

"-¿Qué significa subordinación?
  - Subordinación es  la obediencia ciega- recitaba Carl Joseph- que todo subordinado debe prestar a sus jefes y a todo inferior...
  - ¡Espera!...- interrumpió el padre y corrigió- así como todo inferior a su superior. 
Y continuó Carl Joseph:
 - ...cuando...
 - ...en cuanto- corrigió el viejo.
 - ...en cuanto éste toma el mando. 
Carl Joseph respiró aliviado. Daban las doce". 

Una relación con pocos resquicios para el afecto, pese a que el padre adore a su hijo.  Carl Joseph resulta ser el Trotta más vulnerable y débil de carácter, y el que menos podrá influir en su destino.  La mayor parte del libro es la dedicada a él, acaso por coincidir cronológicamente con Roth y porque al nieto del héroe de Solferino se le echa encima la  Gran Guerra cuando es joven y el honor familiar pesa demasiado. El tercer Trotta intenta en vano ser como su abuelo, pero entre otras cosas, los tiempos no son los mismos. Estamos en los años 10 del siglo XX y la decadencia es  tan palpable como la edad.   Una decadencia que el autor relaciona metafóricamente con la persona de Francisco José I:

"El emperador era viejo. Era el emperador más viejo del mundo. A su alrededor rondaba la muerte, trazando círculos y círculos, segando y segando. El campo ya estaba vacío y solamente quedaba el emperador, como una última espiga de plata olvidada. Esperaba, sus ojos claros y duros miraban perdidos desde hacía muchos años en una inmensa lejanía. Su cráneo estaba calvo como un curvado desierto. Las arrugas de su cara eran matorrales donde se escondían los lustros. Flaco el cuerpo y caídas las espaldas (...). Sus ojos irradiaban una artificial benevolencia, parecían ver a todos los que miraban al emperador y saludar a todos los que le saludaban. Pero en realidad, las imágenes pasaban sin que él las viera, y sus ojos observaban únicamente aquella suave y delicada línea que marca el límite entre la vida y la muerte, junto al horizonte (...). Veía como el sol se ponía en su imperio, pero nada decía. Sabía que él moriría antes de que desapareciera su imperio". 


Una figura que se veneraba casi de manera religiosa, cabeza visible de un imperio hiperburocratizado lleno de funcionarios y también de militares. Como no podía ser de otra forma, por la trama de la novela van apareciendo gentes con esos oficios, y también políticos y artistas de muy diversa procedencia; tal era el carácter plurinacional del cada vez más bloqueado imperio, no sólo austríacos: húngaros, bohemios, alemanes, rusos, eslavos, rutenos, polacos...un conglomerado bajo la corona imperial que algún día estallaría en mil pedazos, pero, o no se supo hacer nada para remediarlo, o no se quiso. En la novela también vemos revueltas de obreros y asociaciones de separatistas. ¿Qué podían hacer Carl Joseph o su padre, tan en su mundo?  Tal vez lo fácil, lo único posible era  obedecer, cumplir órdenes  hasta el final. Hasta 1914.

Johann Strauss (padre) compuso su célebre Marcha Radetzky en 1848 , en honor de Johann Josef  Wenzel  Radetzky (1766-1858), veteranísimo militar del Imperio Austríaco, quien con casi 83 años dirigió personalmente  las victorias de su ejército en Italia y falleció en activo, con 91, siendo gobernador del Reino de Lombardía-Venecia.  Acaso Roth, con ironía, o con cierto deje pesimista (o ambas),  la eligió para titular su novela, pues en ella hay de todo menos de los gloriosos tiempos del anciano mariscal, por más que la Marcha aparezca en algunas ocasiones  en el libro.

Gran parte de la fuerza del libro radica en cómo evoca a ese mundo en sepia anterior a la Gran Guerra, esa Europa poderosa y anquilosada, resplandeciente y miserable, industrial y retrógrada, revolucionaria y  puritana; una época, la de 1850-1914,  pese a todo particularmente fascinante para mí. En cierta parte el autor explica cómo se reaccionaba ante la muerte en esta era de la Paz Armada, unas costumbres que la vorágine de la Primera Guerra Mundial iba a barrer:

"En aquel tiempo, antes de la gran guerra, cuando sucedían las cosas que aquí se cuentan, todavía tenía sentido que un hombre viviera o muriera. Cuando alguien desaparecía de la faz de la tierra, no era sustituido inmediatamente por otro, para que se olvidara al muerto, sino que quedaba un vacío donde él antes había estado, y los que habían sido testigos de su muerte  callaban en cuanto percibían el hueco que había dejado (...). Todo cuanto crecía necesitaba mucho tiempo para crecer, y también era necesario mucho tiempo para olvidar todo lo que desaparecía. Pero todo lo que había existido dejaba sus huellas y en aquel tiempo se vivía de los recuerdos de la misma forma que hoy se vive de la capacidad para olvidar rápida y profundamente."


Novela seria y melancólica, que desprende aroma a café vienés,  sabe a  soda y aguardiente eslavo  y cigarrillo alemán,  suena como  un taconazo marcial, como una triste composición de piano o violín y se siente como un parque en otoño, con esas hojas secas  crujientes bajo los pies. O como cuando la lluvia golpea los cristales de la ventana en una habitación repleta de muebles antiguos. 
Pero es sobre todo una novela,  aparte de  la decadencia de un imperio ,  de los cambios, y el inclemente paso del tiempo. Unas transformaciones que durante décadas mucha gente se resistió a aceptar, o simplemente unos se percataron y otros no, o porque otros aguardaban una guerra, que sería el final de todo. 
Novela, también, de hombres. Hombres protagonistas en un mundo de hombres (intencionadamente, apenas aparecen mujeres en el libro), quienes, pese a toda su disciplina y firmeza, adolecen de una  brutal falta de sentimientos, y de falta de cariño y amor, también. Por sus silencios entre ellos quedan retratados, y la falta de afectividad les debilita a ellos y al lector.

El tono, entre sobrio y triste,  del libro, se complementa con algunas escenas humorísticas, especialmente relacionadas con la vejez del emperador (quien falleció en noviembre de 1916 con 86 años tras un reinado de 68) y sus intentos erróneos por ser más útil de lo que era. No quiero desvelar más aspectos de la trama, pero en los últimos capítulos  Joseph Roth muestra que, mientras se va apagando la vida de Francisco José, lo va haciendo la del Imperio Austrohúngaro y la propia estrella de la familia Trotta, unidas irremediablemente, para bien y para mal. 
El epílogo contiene una frase magnífica que sintetiza estupendamente una de las principales ideas de la novela:

"Me habría gustado mencionar- dijo el alcalde- que el señor de Trotta no podía sobrevivir al emperador. ¿No le parece a usted, señor doctor?
-No sé- replicó el doctor Skowronek-. Yo creo que ninguno de los dos era capaz de sobrevivir a Austria". 

3 comentarios:

  1. Creo sinceramente que tienes un don para encontrar pequeños tesoros escondidos. Irse de safari literario tiene que ser una pasada, siempre encuentras las mejores cosas, ^^*.

    Confieso que no sabía absolutamente nada de esta novela. No me sonaba ni el título ni el nombre del autor. Pero parece un buen libro pues, tal como has contado el argumento, pinta bastante bien. Gracias por compartirlo con tus lectores, ^^*!

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    1. Gracias a tí por leerme y comentarme siempre!! ^^

      Ahora mismo no sé si tienes la misma fascinación que yo por Austria y el Imperio Austrohúngaro, pero el libro es muy recomendable igualmente, porque uno se adentra en los ambientes y mentalidades de los personajes, y da que pensar también. Además las novelas tristes tienen un encanto especial, por lo menos para mí. :)

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    2. Me gusta leer un poco de todo, no hago distinciones en los temas de las novelas (quitando novela policíaca, que no me atrae demasiado). Del Imperio Austrohúngaro no he leído mucho, quizá algo relacionado con Sissí y poco más, aunque más que nada debe ser por desconocimiento mío de novelas ambientadas en esa época.

      Yo también soy fan de las novelas tristes, de esas que no tienen por qué acabar bien necesariamente. Opino que un final "triste" (o melancólico, no tiene por que ser malo) da más de un motivo para la reflexión, y eso es algo que abunda muy poco en la novela de hoy en día. Si algún día la encuentro, prometo leerla. ^^*

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