17.10.14

Mejor la música. Doce bandas sonoras superiores a su película

Dentro de mis peculiares gustos cinematográficos, de los cuales ya he dado cuenta aquí en alguna que otra ocasión, me considero un buen aficionado a la "música de películas", esto es, a las bandas sonoras originales; raro es el día que no escucho varios soundtracks a todo volumen (para lamento de mi madre) o que no silbo insistente y aleatoriamente unos cuantos.   Me atrevería a afirmar que dicha obsesión arranca con dos maestros clave: Ennio Morricone y John Williams. Fueron estos dos compositores los que encendieron en mí esa llama, independientemente de mis gustos peliculeros. Posteriormente descubriría a otros grandes como Miklós Rózsa, Dimitri Tiomkin o Nino Rota (más antiguos), y  a  Basil Poledouris, James Horner  o  Hans Zimmer (más modernos estos). 

Una banda sonora de una película como tal, es importante y como es bien sabido, para potenciar las emociones de las imágenes expuestas, y es un complemento indispensable. Sin duda hay largometrajes que necesitan más una gran música que otras, y yo llego al extremo de no considerar del todo redonda a una película si no tiene una buena banda sonora. 

Y yo quería llegar más allá. Pues también hay casos, a mi modesto entender y siempre desde mi particular punto de vista, de películas que resultan inferiores a su banda sonora. Composiciones que llegan a trascender más que el propio largometraje y exceden el simple ámbito cinematográfico.  Así como tenemos ejemplos de banda sonora acorde con su película, al mismo nivel, como las de  Ben-Hur, Hasta que llegó su hora,  El Padrino,  Barry Lyndon, La Misión, La lista de Schindler o Braveheart, tenemos unos cuantos casos de música a la que, por desgracia o por suerte (o porque era imposible), su película se quedó atrás:

(Nota: quedan excluidas bandas sonoras formadas por una recopilación de canciones de variados estilos e incluso distintas épocas, tipo Pulp Fiction, y  aquellas donde la música de la película no es original, es  "clásica", por ejemplo  2001: Una odisea del espacio)



- El Álamo (The Alamo). Dimitri Tiomkin, 1960.  El mítico actor John Wayne dirigió algunas películas, como es el caso de ésta  sobre la épica resistencia de los texanos frente a los mexicanos en la misión española de  San Antonio de Béjar, en 1836; un relato repetido  machaconamente por los estadounidenses, al fin y al cabo una nación con una corta historia. Es El Álamo una correcta película,  entre el western, el cine bélico y el histórico, con secuencias impresionantes y un estupendo reparto, encabezado por el propio Wayne y  Richard Widmark como los archiconocidos héroes Davy Crockett y Jim Bowie, respectivamente. Pero, para mi gusto, tiende a ser irregular y se hace algo larga ( The Duke fue mucho mejor actor que director; además en sus películas tendía a mostrar su ideología, en su caso conservadora,  y  en esta no fue una excepción). En cuanto a la banda sonora, estuvo compuesta por el ruso-estadounidense Dimitri Tiomkin, y eso son palabras mayores.  Autor de la música de innumerables westerns y otras películas muy conocidas como Qué bello es vivir  o Gigante, para El Álamo aportaría sus características melodías y composiciones, tan enérgicas. Buena muestra es el fatalista  tema principal, parecido al que idease para Río Bravo un año antes,  con esas trompetas (que luego Morricone llevaría al paroxismo) y ese aire de "luchar hasta morir".    Aunque seguramente  la canción más famosa de la banda sonora de la película de Wayne sea la hermosa y evocadora The green leaves of summer, tan melancólica como trascendental. Poco más cabe añadir, ya sea en su versión instrumental o con letra, cantada


- Doctor Zhivago (Doctor Zhivago). Maurice Jarre, 1965.  Del peliculón de David Lean (adaptación de la novela de Boris Pasternak)   lo fácil es decir que se trata de una colosal producción de las de antes, cuando se gastaban no sólo ingentes cantidades de dinero, además se usaban enormes decorados y se empleaban miles y miles de extras humanos. Verdaderamente es una kilométrica película de más de tres horas,  en la línea del grandilocuente estilo del director británico, donde se suceden los minutos y no ocurre gran cosa. Ritmo pausado, lento. Poco diálogo. Trama extraña y difícil de seguir, si es que la hay.    El director se apoya en la intensa mirada de Omar Sharif y en la belleza de Julie Christie, y contiene imágenes inolvidables, pero, para mi gusto, la inmortalidad la alcanza la música que Jarre (quien repetía con Lean después de Lawrence de Arabia) compuso para la película. La melodía principal es una de esas canciones que  forman parte de la historia del cine y de las que te sumergen en una tierra y una época; la pieza llamada  At the student cafe  posiblemente se recuerde mejor en España por ser la del famoso anuncio de lotería,  y luego está...el muy conocido "tema de Lara" , una composición realmente eterna, en el mejor sentido de la palabra: a ver quién no ha estado enamorado y al escucharlo no le ha recordado a su amor, a esa sensación, o a la nostalgia por uno pasado...

- Agáchate, maldito (Giú la testa). Ennio Morricone, 1971. El último spaguetti western del inolvidable Sergio Leone y la penúltima colaboración del maestro romano con su paisano se acoge a división de opiniones; para unos es una película al mismo nivel de las grandes de Leone, para otros está un escalón (o dos) por debajo. Yo personalmente estoy en el segundo grupo, primero porque era imposible igualar a la "Trilogía del dólar", a  Hasta que llegó su hora y  a  Érase una vez en América, y segundo porque Agáchate maldito me parece confusa, irregular, con muchos detalles inexplicables y sin el gancho de otros "spaghettis". Leone además la hizo a regañadientes (no quería volver a dirigir westerns por el fracaso americano de Hasta que llegó su hora) y se nota bastante. La música es otro cantar, tratándose de Morricone. Aquí el genio italiano se aleja de las trompetas y los acordes metálicos de otras películas de Leone y realiza una composición más elegante, como más delicada. En el  tema principal  el maestro cuenta, como en muchas obras suyas, con la inestimable colaboración de la etérea voz de Edda Dell´Orso.   Verdaderamente uno se siente en otra realidad, como volando (a partir de 1:30).  

- Novecento (Novecento). Ennio Morricone, 1976. Conocida película de Bernardo Bertolucci, destacado miembro de la gauche divine (o izquierda caviar) tan típicamente europea. Film emblemático que pasará a la posteridad,  entre otras cosas, por ser uno de los mayores ejemplos de cine histórico en su versión más maniquea; aquí los ricos, los conservadores (quienes algunos abrazan el fascismo) y capitalistas,  son malvados y depravados por el mero hecho de ser "de derechas", mientras que "los de abajo", el pueblo, y por tanto los comunistas, son buenos, perfectos e irreprochables sólo por ser "de izquierdas". Supuestamente es una crónica de buena parte del siglo XX italiano (arranca en 1901 con la muerte de Verdi) centrada en la amistad de un terrateniente y un campesino  y  el director  aprovecha para homenajear al Partido Comunista Italiano y para ensalzar a unos y poner a caer de un burro a otros, sin explicar gran cosa y  simplificando de un modo infantil  las ideologías. No es mi intención quitar mérito a la Resistenza italiana, pero Bertolucci les hizo un flaco favor con este panfleto.  El montaje original es verdaderamente eterno (5 horas y cuarto) así que se comercializó otra, de todos modos larguísima (205 minutos), embrollada y confusa.  Con un reparto estelar al alcance de muy pocas películas, contiene personajes  desagradablemente  grotescos como el que interpreta el bueno de Donald Sutherland y escenas de dudoso gusto protagonizadas por él, o aquella que retrata al de un ya sesentón  Burt Lancaster (¡¡Burt Lancaster!!) como un pederasta,  o cuando una puta masturba simultáneamente a Depardieu y De Niro.  Una pena,  porque la fotografía es preciosa y los primeros 50 minutos son realmente bellos; pero a partir de ahí la cosa empieza a desmadrarse. Por fortuna, Morricone compuso otro de sus hitos en forma de banda sonora, y aunque Bertolucci no la emplee demasiado en su Novecento, podemos seguir alterándonos con su "Romanzo" (el tema principal) , auténtica elegía emocional in crescendo,  que por sí sola expresa mejor que la película  las ansias de resurgir de una parte de la sociedad, oprimida y pobre. 

- Carros de fuego (Chariots of fire). Vangelis, 1981. Posiblemente el ejemplo más famoso y el que admita menos discusiones, pues muy pocas películas están tan supeditadas a su banda sonora.  No toda, pero la gente tiende, en cuanto escucha la conocidísima melodía, a relacionarla con "Carros de fuego" (a veces como una canción propia) sin saber, o sin acordarse, que se trata de la música de una película. Y es hasta lógico, pues la del anglo-escocés Hugh Hudson sobre dos corredores británicos (uno judío y el otro cristiano)  que participaron en los JJOO de 1924 rivalizando entre sí, se caracterizó, aparte de por algo tendenciosa (en favor de los ingleses, por supuesto),   por una formalidad, una corrección y contención tan elevada, tan british,  que resultó fría y transmitió poco, desde mi punto de mi vista. Lo más memorable es prácticamente la famosa  escena inicial de los atletas corriendo por la playa mientras suena la melodía de Vangelis. El genio griego, amigo de los sintetizadores y modernizador de la música, compuso una  banda sonora  icónica de los 80  que no sólo se llevaría el Oscar, además perduraría en el tiempo y se convertiría en un símbolo del esfuerzo, del olimpismo y del deporte en general.  


- Conan el bárbaro (Conan the Barbarian). Basil Poledouris, 1982. La primera adaptación al cine de los relatos fantásticos de Robert E. Howard es una de esas películas que, sin llegar a ser de mis favoritas, la disfruto y  nunca me canso de ver. Dirigida por John Milius, se caracteriza por su brutalidad y crudeza, tanto por  las imágenes como por el guión, y actualmente nadie haría un largometraje así, a no ser que no le importe que le tilden de reaccionario o nazi. Con un meritorio diseño de producción y rodada íntegramente en España (Madrid, Segovia, Cuenca y Almería) resulta muy entretenida y espectacular,  aunque por otra parte tiene ciertos detalles horteras de los 80  y en cuanto al reparto, Schwarzenegger resulta un Conan perfecto, básicamente porque no tiene que hablar mucho; pero sólo participaron dos actores profesionales (los veteranos Max Von Sydow y James Earl Jones) y el resto es un circo de culturistas, jugadores de fútbol americano, surfistas y bailarinas, con lo que la "calidad" interpretativa se nota. En cuanto a la música, el encargado fue finalmente el greco-norteamericano Basil Poledouris, ese infravalorado genio  -autor, entre otras, de Los señores del acero,  la maravilla de La caza del Octubre Rojo o Robocop-  y que para Conan el bárbaro compondría una banda sonora de corte clásico,  sobrecogedora, épica, operística, y a la vez intimista, sugestionadora como pocas, casi onírica, zambulléndote de lleno en Aquilonia, la legendaria tierra imaginaria. No pocos expertos (los de verdad, no yo) suelen nominar a la música de Poledouris como una de las 10 mejores de toda la historia del cine. Ya el comienzo es extraordinario, Prologue/Anvil of Crom, con esa voz del otro mundo,  esos poderosos tambores y cuernos y la belleza de los violines; tenemos "música de batalla" con Riddle of Steel/Riders of Doom y Battle of the Mounds, absolutamente intimidatorias  y gloriosas,  pero también melodías sobre la amistad y la aventura, entrañables,  como  Theology/Civilization , alegres y rotundos himnos de desparrame como The Orgy,  hipnóticas y tremendas como  Gift of Fury, hermosas elegías de esperanza como  The Search , románticas como Love Theme o la desgarradora  The Funeral Pyre (a ver quién ha olvidado esa frase de "Él es Conan. No llorará. Yo lloro por él".), y espirituales finales que se proyectan hacia la eternidad como  Orphans of Doom/The Awakening Poledouris falleció en 2006, pero nunca caerá en el olvido.  


- Cinema Paradiso (Cinema Paradiso). Ennio Morricone, 1988. La película de Giuseppe Tornatore y su banda sonora es otro de esos ejemplos donde la segunda ha igualado e incluso superado la fama de la primera. Siendo Cinema Paradiso buena y recomendable, para decantarse, si hiciera falta, por la película o la banda sonora, basta contemplar unas imágenes o unos minutos de ella sin escuchar su música,  silenciándola o imaginándose otra; es un ejercicio difícil, pues en nuestra mente el concepto de Cinema Paradiso va unido a la melodía de Morricone, pero creo que haciendo un esfuerzo puede realizarse;  como también creo que sin su banda sonora, la cinta de Tornatore pasaría a ser una simpática y hasta entrañable película costumbrista sobre un pueblecito italiano.  Eso sí,  sin la carga emocional y sin las indescriptibles sensaciones que transmite la música de Morricone, con sus punzantes leitmotivs. Imposibles  de olvidar el  tema principal, el nostálgico Childhood and Manhood  o ese maravilloso Finale (Morricone y sus "finales" que te llegan al alma). Música que nos gustaría fuese la de nuestra vida, sin duda.

- 1492: La conquista del paraíso (1492: The Conquest of Paradise). Vangelis, 1992. Ese año, además de los numerosos fastos y acontecimientos por el V Centenario del Descubrimiento de América (o Encuentro para otros), se estrenó de manera oportuna una nueva película sobre Cristóbal Colón, esta vez dirigida por el británico Ridley Scott. Para variar, supuso un nuevo ejemplo de Leyenda Negra antiespañola, ya palpable en las escenas iniciales, con esas antorchas y hogueras  destacando sobre una tierra bárbara y oscura (es posible que Peter Jackson se inspirara en esta  Castilla para su Mordor de El Señor de los Anillos). De la película se desprende que Colón realizó su viaje y descubrió América a pesar de que los españoles eran unos animales de bellota.   Desde luego, no soy tan sectario como para desechar una película por su tendencia o ideología, pero con esta me pasa como con Novecento: se me hace larga, aburrida y confusa, añadiendo tramas sin ningún fundamento como el flirteo entre Isabel la Católica (Sigourney Weaver) y Cristóbal Colón (Gerard Depardieu), y etcétera. Una desgracia, porque el reparto es bueno (el francés es un gran actor, o Fernando Rey) y contiene algunas imágenes de gran belleza y emoción. Con todo, fue un desastre de crítica, taquilla y público. Vangelis, que repetía  con Ridley Scott tras Blade Runner, compuso otra enorme banda sonora, en su línea: sintetizadores, tono solemne, potentes y épicos coros y un vibrante piano, en el reconocible tema principal , extraordinario y que para mi gusto, casa bastante bien con las imágenes de las carabelas surcando el mar, por más que la vanguardista música del griego y su gusto por la electrónica parezca anacrónica en una película histórica, para muchos críticos. Siendo honesto, ciertamente otros temas, como éste, aunque hermosos, están en un tono más "Blade Runner" o incluso chill out, por así decirlo, y se ajustan peor a un largometraje como 1492. Personalmente prefiero al Vangelis de otros cortes como Hispañola


- La momia (The Mummy). Jerry Goldsmith, 1999. Vaya por delante que la de Stephen Sommers no me parece una mala película.  Entretenida, atractiva,  simpática y con un buen reparto (El  O´Connell de Brendan Fraser  pierde con Indiana Jones,  pero no se queda muy atrás en comparación con otros "imitadores"),  aunque en conjunto algo estereotipada y ligera, recuperó en parte a las películas de aventuras de siempre adornada esta vez de unos asombrosos efectos especiales (a los cuales lógicamente hoy día se les nota el paso del tiempo, si bien muy poco) y de una banda sonora superior. Compuesta por uno de los grandes, Jerry Goldsmith (El planeta de los simios, Patton, El viento y el león,  La profecía, Alien, Desafío Total), se trata de una obra extremadamente épica que se da pocos respiros; te sumerge en la arena, en las pirámides y en el Antiguo Egipto. El norteamericano, discípulo de Miklós Rózsa,  lo tenía complicado, pues si de aventuras y guerra en el desierto hablamos, la sombra de Jarre y su Lawrence de Arabia es tan alargada como legendaria; Goldsmith compuso una banda sonora con entidad propia caracterizada por su gran epicidad, ya palpable al  comienzo, y en temas frenéticos como Night Boarders, que dejan sin aliento; otros te transportan a  las arenas y también hay una hermosísima conclusión,  The Sand Volcano, con ese romántico cierre para la posteridad.

- Alejandro Magno (Alexander). Vangelis, 2004. Después de una década alejado de las grandes producciones cinematográficas, el peculiar compositor griego regresaba a los focos poniéndole la música a una nueva película sobre uno de los grandes mitos helenos y de la historia, Alejandro Magno. En este caso coproducción internacional,  dirigida por el estadounidense Oliver Stone y con un reparto repleto de  estrellas y caras conocidas, resultó un fracaso de taquilla (en contraste con la morterada de billetes que costó)  y de crítica. Larga, eterna (170 minutos en los cines, 214 el montaje completo...), insípida, quiere decir mucho y se queda en nada, adoleciendo además de flagrantes faltas a la historia...y con ciertas peculiaridades, como ver a un Alejandro con un cabello oxigenado algo hortera (Colin Farrell es bastante moreno), o esa desconcertante relación entre el protagonista y su madre (no sé si porque  Angelina Jolie sólo es un año mayor que Farrell). Me atrevería a decir que lo único que me gustó es el espectacular y emocionante fragmento de la batalla de Gaugamela. Así, Vangelis compuso una banda sonora muy superior al despropósito de Stone, una obra bastante variada de ritmos  y sonidos, con las características de su música, y con influencias balcánicas y orientales. La increíble fuerza y la grandiosidad mítica se encuentran en canciones como Titans  Drums of Gaugamela, o la emoción en breves cortes como  Young Alexander  y en otras  más poderosas y épicas como Across the mountains , pero también tenemos tonalidades relajantes y étnicas en composiciones como cuando la expedición de Alejandro permanece en Babilonia y otras más new age pero igualmente bellas y sugestivas como  Roxane´s Veil. Evangelos Odysseas  Papastanasiou, Vangelis,  nos regala  todo un "viaje musical" tan variado y grandioso como la epopeya alejandrina. 

- El rey Arturo (King Arthur). Hans Zimmer, 2004.  Los estadounidenses, siempre prestos a desmiticar leyendas y relatos siempre que no sean los suyos, abordaron la artúrica intentando darle una apariencia de solidez histórica, de peplum fiel a los acontecimientos reales. Peplum, porque situaron el origen de la leyenda del rey Arturo y sus caballeros en la Antigüedad Tardía, poco antes de la caída de Roma y cuando los sajones llegaron a Britania. El resultado, dirigido por Antoine Fuqua (un afroamericano especializado en videoclips y en cine policíaco...vaya), fue una película espectacular visualmente, pero completamente vacía de contenido, con unos garrafales patinazos históricos (¿El Papa de Roma dueño de Europa, que concede tierras en Britania y decide cuando regresan las tropas? y etc) unos personajes más planos que los de un videojuego y unas interpretaciones por parte de los actores tirando a deficiente. La emoción y la fuerza  inexistentes en la película las iba a aportar la banda sonora compuesta por el gran Hans Zimmer, reconocido por sus poderosas melodías fecundas en tambores, coros  y acordes graves. El alemán, quien ya se había acercado al "cine de romanos" en Gladiator, no decepcionó a sus incondicionales y entregó un disco con sólo seis canciones instrumentales, pero largas (en torno a 60 minutos de duración en total). Aunque hay muchos fragmentos emotivos y dulcemente celtas, epicidad exacerbada hay por todos lados, por lo que no a todos los oídos puede gustarle esta banda sonora. Aunque también tenemos una preciosa canción interpretada por Moya Brennan, que recuerda un tanto la que también compusiera Zimmer para  Gladiator (Now we are free). Pero la que nos zambulle de verdad (mejor no escuchar al narrador de la película)  en esa incierta y tremenda época  es el primer tema instrumental, Woad to ruin, una magnífica pieza en la línea más poderosa del alemán, repleta de leitmotivs grandiosos, subidas y bajadas musicales y potentes voces, que te hace sentir como cabalgando entre los hombres de Arturo. Del mismo tono son  Do you think I´m a saxon, pura batalla con atronadores tambores donde parece que tienes a los sajones encima, o Budget meeting, largas composiciones que dejan sin aliento; percusión, viento y coro al servicio de la épica made in Zimmer.  Pero también temas más intimistas y emocionales aunque igualmente grandiosos,  como Hold the ice o All of them, la canción que cierra la banda sonora y la película. En definitiva, otra enorme obra del maestro alemán, verdaderamente una delicia escuchar en casa a todo volumen.

- Piratas del Caribe: en el fin del mundo (Pirates of the Caribbean: at world´s end). Hans Zimmer, 2007. La tercera entrega de la saga de Piratas del Caribe decepcionó enormemente a quienes nos habíamos entusiasmado desde La maldición de la Perla Negra. A su director, Gore Verbinski, se le fue la olla por completo en este larguísimo (169 minutos) despropósito donde Jack Sparrow llega a cargar y aburrir y donde se suceden las secuencias con profusión de efectos especiales y personajes desaprovechados. Curiosamente, en esta primera trilogía de los piratas se ha dado, en relación con la banda sonora, el caso de que conforme han ido las películas a peor, la música ha subido de nivel; en La perla negra era la menos elaborada y poco original (además de autoría diversa y con sospechas de plagio), en El cofre del hombre muerto la espectacularidad y disfrute de la película iba parejo a su banda sonora, y  En el fin del mundo nos encontramos (para mi gusto) con la mejor música de la saga. El genio alemán, para la tercera, se dedicó a desarrollar temas de la primera y sobre todo de la segunda, e innovó creando nuevos. Ya el comienzo es vibrante con esos tonos orientales (la película empieza en Singapur); en  At Wit´s End el alemán nos regala uno de los maravillosos leitmotivs de En el fin del mundo, un precioso y variado tema romántico mientras la Perla se adentra por los mares helados. Luego, cortes magníficos como Up is Down, auténtica música de aventuras y de capa y espada al son de una jiga, o vibrantes homenajes de Zimmer al Morricone metálico de Hasta que llegó su hora, pasando por emocionantes  himnos épicos que hace que sientas como tuya la causa de los piratas.  Y aún más: los fans del alemán y los que nunca se contentan con las dosis de épica y heroísmo, tenemos otro largo momentazo , donde realmente te dan ganas de agarrar un sable y batirte con quien sea por tu vida y tu causa por entre las velas. Como conclusión, dos canciones extraordinarias cargadas de lirismo, emoción y romanticismo, lo más bello de la (por entonces) trilogía: One Day y Drink Up Me Hearties la segunda es un espectacular resumen de la música de las tres y supone un broche glorioso que debería haber sido el definitivo.