11.12.13

Tertulianos, esa plaga.

De un tiempo  (diríase en los estertores del zapaterismo, mediado 2009 y sobre todo 2010-2011)  a esta parte, hemos ido asistiendo a cómo en televisión han proliferado y proliferan como hongos programas de debate y análisis político y de actualidad donde las estrellas, lejos de ser los temas y el nivel intelectual del debate, son los tertulianos y tertulianas del mismo.

En la larga agonía del gobierno de  Rodríguez Zapatero, cadenas abiertamente contrarias a su socialismo como Intereconomía TV hicieron el agosto y vieron notablemente incrementados sus cifras de audiencia con programas donde el punto fuerte se hallaba en los debates entre tertulianos, donde se hablaba de la latente actualidad política (esa negada crisis en ciernes) se solía poner en entredicho al presidente y se trataban otros temas de a diario. Con el cambio de gobierno y el ascenso del PP al mismo, recogió el testigo de azote  y explotadora de debates otra cadena como La Sexta, claramente tendenciosa en contra del PP. En La Sexta se distinguen claramente dos etapas, la primera desde su nacimiento en 2006  hasta finales de  2011 y la segunda desde esa fecha -victoria del PP-, pues con este partido en el gobierno no ha dejado de incrementar los programas sobre actualidad política y debate (2 al día),  discurriendo apenas 4 horas entre la última tertulia y la siguiente.  Es más, por lo visto consideran escasas  esas dos de lunes a viernes y desde hace poco hay otra más los sábados por la noche. Oportunismo;  siempre se vive mejor contra el enemigo, desde luego. 

En la situación actual, con una clase política cada vez más devaluada y despreciada y con razón (corruptelas, falsedades, irresponsabilidades),  una Justicia en entredicho (y en ocasiones demasiado relacionada con aquella), una economía renqueante y  poco fiable y  un estado general de la sociedad y de la nación más que calamitoso a todos los niveles, la televisión recurre a lo fácil. Es decir, para generar opinión e informar al público,  si se quiere,  en vez de recurrir a científicos, literatos, economistas de verdad, historiadores, antropólogos, filósofos  y un largo etcétera (vamos, intelectuales con todas las reglas de la ley, quienes como siempre permanecen marginados, recluidos en sus libros, sus publicaciones y sus blogs), por ejemplo,  las cadenas televisivas no dejan de incrementar esos programitas con mesa donde una troupe de tertulianos (y tertulianas, por supuesto, pero de aquí en adelante emplearé sólo el masculino, sin ninguna razón especial) expertos en todo y sabios en nada, desgranan uno por uno los asuntos del día y/o la semana. 

Sí, expertos en todo. Todo buen tertuliano que se precie ha de saber hablar (y pontificar, en los casos de tertulianos más capaces) sobre cualquier tema: la prima de riesgo, Gibraltar, los desahucios, la banca, el capitalismo, la política exterior,  el rescate, Obama, las cuentas del rey y el papel de la monarquía, la casta política, José Bretón, Bárcenas,  la cadena perpetua, el terrorismo, los nacionalismos periféricos, Urdanga,  la doctrina Parot,   la fimosis de Franco, etc, etc. 

Podría argüirse que esto de los tertulianos y los acalorados debates en televisión no deja de ser un reflejo de uno de nuestros deportes nacionales, pues pocas cosas son más españolas que arreglar el país (y el mundo si se tercia) desde la barra de un bar con una caña o tomando un café. Pero hay una sutil diferencia. Las preocupaciones de las clases medias y bajas no son exactamente las mismas que la de estos bienpagados periodistas (y no periodistas) quienes con frecuencia dicen representar y dar voz al pueblo,  y, desde luego, a nadie que debata acaloradamente con los amigos en un bar o una cafetería se le paga por ello.

Pues los tertulianos televisivos, evidentemente, cobran por sus inestimables servicios. Informaciones fiables -digo fiables porque uno de ellos lo insinuó una vez-  hablan de 300 o 400 euros como mínimo por rato (es decir, media hora,  una hora,  a veces dos). Es un excelente negocio (e indignante para el resto de las personas), que te den tantos billetes por decir tres sandeces en un plató. Vamos, si un individuo se pasea unas 4 veces por semana por las televisiones  (además, no estoy contando las tertulias de la radio) ya tiene  1.600 euros semanales más en la cartera. Bonito, ¿eh?

Así las cosas, en los últimos dos o tres años no han dejado los tertulianos de aumentar su presencia en platós y cadenas.  Tanto que se ponen de moda denominaciones nuevas o antes muy poco usadas, como "analista político"  "de  actualidad" (Además, un tertuliano no quiere ser motejado de "tertuliano", prefiere el más elegante de "analista") .
La situación está llegando a ser agobiante pues dado el afán trabajador de ciertos individuos, es bastante posible ver a un tertuliano todos los días, o por lo menos 5 de los 7  (¡Más que a ciertos amigos y familiares!) . Es más, en ocasiones en un día su imagen puede repetírsete aunque cambies de programa y de cadena. Misma cara, mismas expresiones, misma prepotencia (a veces), misma mala educación (a veces). De verdad aburre y desasosiega, pues uno tiene la sensación de deja vú. Y más si por desgracia no se trabaja y se tiene mucho tiempo libre, como es mi caso.  Ante la enésima contemplación del experto tertuliano y de su careto conocido, últimamente opto por cambiar de cadena (siempre habrá algo mejor que un debate televisivo) o apagar la tele (siempre habrá algo mejor que ver la televisión). 

Antes, hace años, llegaba la hora de una tertulia, y se veía con verdadera gana, pues era novedoso. Ver a alguno de tus periodistas favoritos, ya fuera  por sus ideas, sus programas o sus artículos periodísticos, era un estímulo, para qué negarlo. Actualmente, ya no, tal es la saturación de tertulianos; y es más, han dejado de caerme bien hasta los que piensan como yo o parecido, pues ya los veo prepotentes, repetitivos, observándome desde una posición elevada, despectiva.

Uno entiende, en contra del parecer general de los responsables televisivos y de los espectadores (pues estos debates y programas siguen teniendo buenas audiencias) , que en un contexto de sobreinformación como el actual  de sobra conocemos las opiniones de estos preclaros periodistas  y "periodistas" pontificadores, ya sea en sus artículos periodísticos, en sus blogs, en su Facebook o en su Twitter, por ejemplo. Pues no. También han de darnos la brasa día tras día, detrás de una mesa y escupiéndole al rival y al espectador.  Hasta el final. 

En estos dos o tres años he podido hacerme medianamente experto en  reconocer y conocer detenidamente a cada uno de ellos (y a algunos ya sabía de qué pie cojeaban por leerlos en los periódicos o en webs) por lo que pueden hacerse distinciones y clases entre la variada aunque en el fondo tan parecida entre sí clase tertuliana. Así, tenemos:

- El sabelotodo: todo buen tertuliano que se precie es sabelotodo por definición, si bien pueden hacerse distingos entre los que tienen menos o más modestia,  hablan con mayor suficiencia, pontifican con aires de superioridad o tratan despectivamente al rival o rivales. Poco o nada importa que siendo sólo periodista parlamente con mucha propiedad de economía, de historia o de leyes. En esta dura y larga crisis, de entre las huestes tertulianas han surgido muchas voces de la nada que ¡oh, cielos! resulta que sabían mucho de economía, no sólo para poder sentarse en un plató, también para escribir libros, por ejemplo.  Su superioridad moral es más intensa que en el resto de tertulianos, y  su capacidad para hablar de cualquier tema debe ser tal que el titubeo o las concesiones al contrario no se contemplan. A degüello. Un excelente ejemplo es la insoportable Elisa Beni, aunque también están la chabacana Pilar Rahola, la rígida Carmen Tomás,  los ínclitos Isabel Durán  e  Ignacio Escolar ( blogger y tuitero con predicamento entre la progresía, escribe libros de economía, de historia, de novela histórica y de relatos cortos. Lo parte, el muchacho),   Rubén Amón (quien rizando el rizo también frecuenta las tertulias deportivas)   o   el  maquiavélico  Eduardo Inda (de la polémica dirección de Marca a destapar los escándalos de Urdangarin). 

- El pijoprogre: suele ser joven (aunque los hay maduros) ,  "progresista" y  decidido socialista, pero no socialista de los años 80 y 90, sino de la nueva hornada surgida al calor de Zapatero con personalidades tan destacadas como Elena Valenciano,  Leire Pajín, Óscar López , Beatriz Talegón  o  "Edu" Madina. Es decir, políticos de escasa preparación y trayectoria pero llamados a ser los próximos líderes del socialismo español. Son pijoprogres, como pijoprogres son estos maniqueos  sectarios que se dicen de izquierdas (algunos, más que socialistas, se arriman más al comunismo)  y suelen hacerse (y defender a ) los indignados, despotricar contra el "capitalismo salvaje", "la tiranía de los mercados y del neoliberalismo", "la derecha que corta las libertades"   y  decir demás coletillas de progre. Sin embargo, en los programas no se despegan de sus  Apple (ya sean caros I-phones o no menos baratos I-pads),  suelen ser bastante activos en Twitter y están a la última en todo. Pese a su pretensión de pasar por pueblo llano, no tienen remilgos en pasar por caja como tertulianos, y  tienen una pinta de  hijos de papá con colegio privado y vida fácil que se ve a la legua. El ejemplo más notable es de nuevo Ignacio Escolar; también Fernando Berlín es una buena pieza, como  Jesús Cintora,  y,   éste más talludito ya, Antonio García Ferreras.

- El liberal: se autoproclaman y van por ahí de liberales, aunque la mayoría no sepa del todo bien qué es eso. Conservadores, defienden con pocas fisuras al PP, y su labor consiste básicamente en minimizar y quitarle todo el hierro posible a las numerosas cagadas y barrabasadas de este partido en el gobierno y en el resto de España (con la clásica táctica del  "y tú más"  o " y tú también", tan habitual en los políticos de todos los signos),   así como decididos defensores de la Iglesia.  Algunos con pinta de  pijos de calle Serrano, Son peperos y como tales claros partidarios de Rajoy y de Cospedal  (con ciertos casos de lacayismo)  aunque entre el tertuliano liberal hay dos clases, uno rajoyista (y considerado por todo el mundo como moderado) y otro de ese PP anterior a 2004, es decir, de Aznar, Aguirre y otros (éstos suelen ser considerados como "el ala dura" para los progres), quienes suelen ser los más críticos con el actual presidente del Gobierno.  Liberales son sin duda Federico Quevedo, Isabel San Sebastián,  Francisco Marhuenda, Alfonso Merlos  o Isabel Durán.

- El progre: como el pijoprogre, es claramente "progresista" y socialista, pero es más maduro, más trabajado y más creíble en sus convicciones que éste. La mayoría socialistas de la vieja escuela, suelen posicionarse evidentemente del lado de las clases populares, pero a la vez son más reservados respecto a los indignados y, recalco, no suenan tan falsamente incendiarios como los pijoprogres. Aún así, pasan conveniente  y repetitivamente por caja al acabar su labor, sin reservas.  Serían tertulianos progres  Carmelo Encinas, Fernando Garea, José María Calleja o Antonio Miguel Carmona. 


- El ubicuo ("Ubicuo": Del latín  ubīque, en todas partes, dice la RAE): vamos, que está en todos los platós. Son los tertulianos más esforzados, más enérgicos y trabajadores, pues tienen sobrada capacidad para antes de la hora de comer haber aparecido unas dos o tres veces ante las cámaras en cadenas distintas (y eso, una vez más, que excluyo a la radio) y volver luego con sobradas energías a los debates de la noche. No puede negárseles una total entrega a la causa tertuliana pues se han dado casos de profesionales a las dos y pico de la madrugada (en el debate del Canal 24H de TVE) vistos de nuevo, como una rosa, a las 9 de la mañana del día siguiente en las tertulias matutinas.  Ante ejemplos de ubicuidad extrema llega uno a pensar que disponen de un colchón  en el backstage, para descansar un tiempo entre debate y debate.  Son ubicuos Francisco Marhuenda (que se debe aburrir mucho en su despacho de "La Razón") , José María Calleja, Antonio Miguel Carmona (quien, aunque no lo parezca, es  también catedrático y parlamentario autonómico en Madrid), Carmen Morodo,  Carmelo Encinas,  Eduardo Inda (de nuevo) y desde luego la persistente  Elisa Beni (quien también da lecciones en programas bochornosos como De buena ley).

- El colega: dícese del periodista que suele presumir de contactos y de agenda con vips, ya sea por su labor profesional en el Congreso o en la sede de tal partido  y/ o por sus méritos personales. Suelen soltar coletillas del estilo "conozco muy bien a Fulano y..." , o  "son muchos años con ella  y yo sé qué Mengana no hará...". Algunos se presentan como "amigos de" (como hacen ciertos periodistas deportivos) por lo que su neutralidad debería quedar en entredicho; es más, en ciertos casos han trabajado al lado de un político o un partido.  Es una vieja y polémica cuestión ésta, la de la relación entre política y periodismo. Un buen ejemplo es Esther Palomera, y también contarían y muy mucho Francisco Marhuenda (otra vez, sí)  Federico Quevedo o  Pilar Rahola.

- El de la vieja escuela: clase  en retroceso y poco abundante.  Son los más veteranos en estas lides y a quienes el desarrollo de la informática y de Internet les ha quedado algo lejos, aunque algunos han sabido adaptarse muy bien.  Son profesionales con 60 o más años que empezaron a trabajar en la transición democrática (1975-1982) o incluso antes. Por tanto conocieron otro tipo de periodismo y de televisión, ya extinta. Tal vez por ello, suelen ser los más educados y en muchos casos los que menos superiores se creen.  Aunque como digo ciertos periodistas han sabido modernizarse, otros parecen seguir siendo ese tipo con tirantes, máquina de escribir y whisky en el cajón de la mesa en la redacción. Son de la vieja escuela Raúl del Pozo, José Oneto,  Pilar Cernuda, Fernando Ónega  o Joaquín Estefanía.

- El sin papeles: un poco en relación con la anterior, aunque no necesariamente. Teóricamente, a un debate uno ha de acudir con algún tipo de soporte, de ayuda, ya sea (antes de los portátiles y tablets)  una libreta, unos folios, un libro, algo para justificar las teorías e ideas expuestas, se supone. El sin papeles va tanto sin hojas de papel como sin informática, no se sabe si porque tiene una memoria prodigiosa y recuerda todo para su excelsa exposición de argumentos, o porque a fuerza de decir tres veces al día las mismas tonterías se queda necesariamente en la cabeza.  El mejor ejemplo es José María Calleja (otro multiclase, como véis), aunque también vale Eduardo Inda, de nuevo. 

- El tablet-man: en contraposición al sin papeles. Este tipo de tertuliano, siempre a la última, es inseparable de la tablet o teléfono móvil (se puede dar el caso de un ordenador portátil, pero es demasiado aparatoso; además eso queda para el presentador) , y constantemente recurre a él para decir frases literales, obtener información extra o para justificarse o simplemente pasar de lo que está diciendo otro tertuliano: suele ser habitual la imagen de un distinguido  profesional, pasando el dedito por la pantalla del I-pad, absorto y haciendo caso omiso a la intervención del de enfrente, para luego dar lecciones de dignidad y educación. Con esto de las tablets y los móviles como carpetas se da la circunstancia de que en muchos de estos casos, los más adictos a estos nada baratos aparatos son los más (falsamente) indignados luego con los recortes del gobierno y la precaria situación de los trabajadores y la economía; para más inri, también suelen ser los más (falsamente) anticapitalistas, cuando luego no se despegan de productos claramente simbólicos de Estados Unidos y del capitalismo como Apple. Tertulianos tablets son los inefables  Nacho Escolar, Elisa Beni,  Fernando Berlín o el híbrido Antonio García Ferreras. 

- El despegado: pasota, le da igual todo. Suelen ir de neutrales y no se posicionan con nada ni nadie, critican todo y le dan estopa a cualquiera, aunque en ocasiones se ven sus simpatías y fobias, pero les gusta ir de mavericks de la vida, de ronin de los platós.  Si ya de por sí un tertuliano se cree superior moral y se considera autolegitimado, el despegado es más "molón" aún, pues no se le puede echar nada en cara. Serían ejemplos Alfonso Rojo,  Rubén Amón o Raúl del Pozo, aunque la nómina es amplia, y unos lo disimulan mejor que otros.

- El infiltrado: aquí nos referimos a esos políticos que, ya sea por defender sus ideas fuera del Parlamento,  o porque se aburren mucho en él, o porque su partido ya no le da bola  o porque quieren un suplemento en su ya de por sí generoso sueldo, descienden de vez en cuando de las alturas de su escaño y se sientan  con otros periodistas o profesionales. Creen que están dando la cara por el pueblo y por sus votantes cuando resultan tanto o más insoportables que la mayoría de tertulianos. Son infiltrados  el diputado del PSM Antonio Miguel Carmona, los independentistas Joan Tardà y Joan Ridao, el niño bonito de Izquierda Unida Alberto Garzón, los peperos Francisco Granados y Antonio Hernando,  el catalán que no catalanista Albert Rivera  o el "senador" Iñaki Anasagasti.

- El presentador:  clase híbrida ésta. Supuestamente simples presentadores del debate, en teoría su labor ha de limitarse a exponer los hechos,  controlar los tiempos, quitar y dar la palabra a los contertulios...pero no. Un presentador es también tertuliano pues a la mínima da su opinión sobre los temas y en ocasiones impone la suya. Se les ve tanto el plumero que clama al cielo cuando se presentan como neutrales. Los de los programas  de Intereconomía son un buen ejemplo, así como Jesús Cintora o Antonio García Ferreras, todo un tertuliano más. 

- El cruzado: alguien que va a defender sus ideas a territorio hostil y enemigo. Dícese del periodista (aunque casi hay más políticos) nacionalista-separatista que constantemente desprecia a España y la idea de la unidad nacional desde sus artículos/trabajo  o su labor como parlamentario/senador, pero que sin embargo no tiene reparos en acercarse a Madrid/Madrit , capital cavernaria, para dar la brasa a nivel nacional a hablar de cualquier tema, y, lo que es más importante, cobrar una vez más a costa del odioso Estado Español (aunque, bien mirado, eso debe excitarle, el de que te paguen dinero por despreciar lo que odias o dices odiar). Cruzados son Pilar Rahola, Antón Losada,  Joan Tardà, Joan Ridao o ese digno senador del PNV, Iñaki Anasagasti. 

- El esporádico: clase minoritaria, y los más admirables (tal vez sea porque tienen más principios que el resto). Periodistas que aparecen muy de vez en cuando en pantalla (en ocasiones, sólo una vez por semana), ya sea por timidez, porque consideran que ya dan su opinión en su periódico o página personal o porque simplemente no les da la gana de convertirse en un pontificador experto en todo. Dignidad, se llama. Mi admirado David Gistau, fiel todavía a sí mismo, sería un buen ejemplo (y  su amigo, el igualmente grande Manuel Jabois, no frecuenta ninguna) ; también valdrían Ignacio Camacho, Fernando Garea, Pilar Cernuda  o Arturo González.  

 - El freak: realmente inclasificable, esta clase es bastante variopinta y admite todas las tendencias y profesiones. El freak suele soltar frases contundentes, utilizar expresiones normalmente  chocantes y graciosas (y a veces ridículas) -en ocasiones chabacanas-  y en sí tienen un comportamiento cuanto menos curioso. Tenemos freaks en la ultraderecha (Eduardo García Serrano, todo un reducto del franquismo, o Pío Moa), en la derecha (Miguel Ángel Rodríguez) ,  en el catalanismo (Pilar Rahola), en la demagogia más rancia (Miguel Ángel Revilla) o en indefinibles ( el doctor Cabrera,  Massiel). 



Y nada más. Una vez expuestas las clases de tertulianos con nombres concretos incluidos (puede criticárseme y algunos se podrían sentir ofendidos, pero bastante nos ofenden ya  a todos al cobrar por decir memeces y bastante  superiores se creen ya, así que me resbala...por otra parte, no soy nadie y mi influencia y repercusión son nulas) me siento algo más liberado, más descargado de tanta presión de la  poderosa "casta tertuliana". Lo malo es que debates vamos a seguir padeciendo en televisión, y no tiene visos de que vayan a dejar de existir o por lo menos disminuir. Quizá, me gusta pensar, algún día la burbuja explote y tanto la audiencia como los responsables televisivos se cansen de tantas lecciones relamidas, por fin. O, en el caso de que llegue la ansiada refundación del sistema político y de la sociedad, también surja de las cenizas de la destrucción un nuevo modo de hacer televisión. Mucho pido, me temo. 

2 comentarios:

  1. ¡Valió la pena la espera! Menuda parrafada de las buenas, y estupenda clasificación del panorama tertuliano que ameniza nuestras mañanas, tardes y noches. No sé si yo sería capaz de tragarme tanto debate político como parece que has hecho tú, principalmente porque esa gente me aburre hasta el límite. Yo soy más de ver series o películas porque el politiqueo me deprime un montón, aunque supongo que es bueno estar informado.

    En cuanto a la clasificación, estoy totalmente de acuerdo. Y me he reído un montón con algunos géneros! Creo que has dado en el clavo varias veces, mal que les pese. Me parece deleznable que ahora, justo ahora, aparezca una caterva de tertulianos sabihondos que afirman que serían capaces de arreglar el mundo si les dejaran a ellos. De esto se deduce lo que yo siempre he dicho: un tertuliano no es más que una persona que ha vuelto de todas partes sin haber ido nunca. Sabios de quita y pon, filósofos de boquilla. Mucho blablabla y poco pim pam pum. Ojalá se les acabe pronto el chollo, que ya dan vergüenza.

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  2. Jeje, muchas gracias, como siempre, querida Lalachan. Me alegro que te haya gustado y sí, la verdad es que me he tragado y me trago de vez en cuando debates y más debates.

    Y sí, la verdad es que si por los tertulianos fuese, arreglaban el país en una semana. ¡Gobierno de concentración YA con los mejores tertulianos y adiós a la crisis!

    Ojalá, sí...Dios te oiga...

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