6.11.12

La última cruzada de Indy





La mayoría de las veces es mejor dejar las cosas tal y como están. Si de algo guardamos un grato recuerdo, tenemos una buena imagen, nos emocionó o rozó la perfección, no es para nada necesario alterar todo ello. Muy escasas veces esto es necesario y desde luego, cuando se hace, suele implicar un empeoramiento.

En eso pensaba yo el viernes por la noche, cuando revisioné (por tercera vez) en la televisión la cuarta entrega de las aventuras de Indiana Jones, El reino de la calavera de cristal . No sé por qué, pero me dispuse a ver la película con un mayor ojo crítico que cuando la ví en el cine hace 4 años. Tan crítico fuí, que reconsideré como excesiva la nota puesta en Filmaffinity en su momento, pese a que ya entonces tuve sentimientos encontrados. Y efectivamente,  le bajé estrellitas en dicha web

Ese viernes finalizaba la historia de  Indiana Jones, dentro de la saludable propuesta de Antena 3 de programar las cuatro películas de la saga; iniciativa ésta, por fortuna, que algunas cadenas suelen adoptar de vez en cuando, junto a ésta y otras conocidísimas trilogías o sagas cinematográficas. 

Así, hace una semana el respetable pudo disfrutar de nuevo de Indiana Jones y la última cruzada, (1989) una de mis películas favoritas desde siempre, como hace tres pudo recrearse con la primera de las cuatro, En busca del arca perdida, de 1981, y hace dos con la segunda, Indiana Jones y el templo maldito (1984). 

No sé si mi mayor furor crítico hacia El reino de la calavera de cristal  (vaya  nombrecito, algo pesado, desde luego) se debió a verla tan seguidamente después de La última cruzada  (¡Joder! Hasta el título es perfecto), una película por la cual tengo un cariño especial, la tengo algo idealizada en parte  y significa bastante para mí, aunque quizás no sepa explicarlo como quisiera. 

No sé. Desde luego, la cuarta entrega de Indy es espectacular,  tiene ciertos momentos disfrutables -otros no tanto-  y es entretenida hasta cierto punto, pero abusa en demasía de los efectos digitales (en bastantes momentos parece totalmente un videojuego),  dinamita casi por completo el espíritu de la saga y para más inri, la historia de la peli  está motivada por la temática alienígena, cuando hasta entonces las tramas del doctor Jones -un intrépido arqueólogo-  se movían entre la historia, las leyendas, la mitología y la religión. No temo equivocarme mucho si afirmo que, en su momento, los fans de la trilogía fuimos tan benevolentes con la cuarta entrega por lo mucho que aquella significó y significa para todos nosotros, por lo encumbrada que la tenemos y porque, qué demonios, aunque teníamos algo de temor por el resultado, estábamos en cierto modo expectantes por volver a ver a uno de los héroes de nuestra infancia. Así, una sonrisa afectiva asomó en nuestros labios cuando apareció por primera vez su sombrero y su sombra  o  cuando empezaron a sonar los acordes de la archiconocida banda sonora, y desde luego nos estremecimos de alegría cuando, al son de ésta, el ajado Harrison Ford comenzaba a repartir golpes a los enemigos (rusos, en este caso) a bordo de un camión. Pero poco a poco todo eso se fue disipando ante el abuso de la informática (tal vez la secuencia más memorable sea aquella de la moto por la universidad, la más fiel al espíritu de siempre; desde luego no necesitó efectos especiales)  y lo insulso de la historia y de ciertos secundarios (dan ganas de partirle la nariz al tal Mac cada vez que habla). Con todo, no salimos del todo defraudados. O sí, cuando ahora, yo por lo menos, me he dado cuenta. 

Supongo, las películas y el cine cambian (y más si la informática va devorándolo todo)  como cambian los tiempos y cambiamos nosotros. Sin duda,  los fans de Indiana Jones le tenemos ese cariño por ser una trilogía visionada en nuestra niñez. Siendo una serie de películas de aventuras totalmente reconocidas por crítica y público, quedará siempre por saber cómo reaccionaríamos ahora al ver cualquiera de las tres viejas entregas. En 2008, 19 años después de La última cruzada,  mucha gente disfrutó con La calavera de cristal, entre ellos, fans de toda la vida de Indy y, a la vez, niños que no eran aún ni  un  proyecto en 1989. Esos niños fueron los, lógicamente, para nada críticos con la película de Spielberg. 

Ah, Steven Spielberg. El Rey Midas del cine, llamado así por su notable y constante éxito en taquilla. Director de películas muy significativas para la infancia, además de las de Indy,  como E.T., Hook  Jurassic Park/Parque Jurásico, y  de otras más adultas, por ejemplo Tiburón, Encuentros en la tercera fase, El color púrpura, La lista de Schindler, Amistad  o Salvar al soldado Ryan. Y en su papel de  productor y guionista es responsable de otros grandes éxitos como Poltergeist, la trilogía de Regreso al futuro, Los Goonies,  o Gremlins,  entre un buen número de películas, además de varias de dibujos animados. Sus críticos le han achacado desde siempre un excesivo miramiento por la infancia y por los niños, condicionando demasiado sus películas. Indudablemente, todo niño ahora adulto a quien le haya gustado el cine juvenil y de aventuras, tiene, considero, una gran "deuda" con el director estadounidense por los ratos de diversión, en su momento. Además, a  Spielberg  le debemos auténticas y reconocidas obras maestras, como Tiburón  La lista de Schindler

Ésta última, una  inolvidable película sobre el papel del industrial alemán Oskar Schindler salvando a miles de judíos en el Holocausto  fue estrenada en el año 1993, como Jurassic Park. Recalco esto, porque, para mí, nada volvió a ser igual en cuanto a Spielberg desde ese año. Desde 1993 y hasta la actualidad  el norteamericano ha seguido dirigiendo largometrajes, pero, considero, ya no son lo mismo, salvándose sólo tres,  o cuatro, como mucho. Como si el bueno de Steven hubiera alcanzado el culmen de su gloria creativa en ese año y con esas dos extraordinarias películas, colapsándose, y no diera para más.  Verdaderamente, parece eso. No obstante, espero mucho de esa biografía de Lincoln próxima a estrenar y  protagonizada por ese extraordinario actor,  Daniel Day-Lewis.

Y así, en 2008 y tras bastantes años de amagos, al final salió a la luz la cuarta de Indy. Visto el muy desigual resultado, uno piensa  que a Spielberg le ha pasado en cierto modo como a su gran amigo (y creador , al alimón con él, del personaje de Indiana Jones) George Lucas; éste alcanzó la gloria con  las tres primeras de Star Wars, además obtuvo camiones de dinero a causa de ello, y en los últimos años, a base de nuevas trilogías, polémicos retoques de las viejas películas y subproductos, está dilapidando su ya lejano prestigio cinematográfico.  Todo por la pasta, si bien, en honor del director de Tiburón debemos decir que no llega al exagerado nivel de merchandising de Lucas y su guerra de las galaxias.   Quién sabe cómo deparará el futuro, pues ya está en preparación una quinta película de Indiana Jones...de continuar la dinámica descendente, muchos fans nos deberemos ir conformando con seguir preservando las tres antiguas películas en el altar  cinematográfico de los recuerdos infantiles, ignorando en lo posible una hipotética nueva trilogía. Por lo menos yo.  Lo siento por Spielberg, pero no queda otra. 

Y lo siento por Indy. Indiana Jones fue ideado entre los aportes de Lucas, Spielberg y el guionista Philip Kaufman a finales de los 70, como una especie de arqueólogo quien, bajo la tranquila apariencia de un respetable profesor de  universidad, se destapa como un hombre   intrépido y mujeriego enfrentado a innumerables peligros, mientras resuelve enigmas histórico/legendarios, saliendo siempre indemne. Tanto el personaje como las características de las películas estaban influenciadas, y a la vez eran un homenaje, a ciertas películas de aventuras de serie B de los años 30 y  40, y  a otras de más calidad.  De hecho las tres primeras películas se ambientan entre 1935 y 1938.  Tras sopesar varios actores candidatos, fue finalmente  Harrison Ford, impuesto por Lucas,  quien encarnó  a Indiana.  

Aquí una vez más quedó manifiesta la "buena estrella" del actor nacido en 1942; no es Ford digamos un habitual en peliculones (y de hecho sólo ha sido nominado al Oscar una vez, aunque es una cuestión importante la de si  las estatuillas han estado siempre justamente repartidas y merecidas, o no, y no me refiero exactamente a Harrison), ni es un monstruo de la interpretación  y  es algo irregular además, pero ha participado de forma decisiva en una serie de películas taquilleras y/o de culto, encarnando a  tres auténticos iconos del cine: el historiador aventurero que nos ocupa, Han Solo, de Star Wars,  y  Deckard, protagonista de Blade Runner

El doctor  Jones tenía un atuendo reconocible, destacando su sombrero Fedora, su cazadora de piel y su látigo (los cuales se convertirían en verdaderos iconos), era temerario al máximo  y pese a su aparente invulnerabilidad, tenía ciertas fobias, como las serpientes. En busca del arca perdida supuso un enorme éxito de crítica y público y propinó un nuevo espaldarazo al cine de aventuras, de puro entretenimiento, sin mayores pretensiones. Tiene un buen puñado de escenas antológicas y verdaderamente clásicas del cine moderno, y además, con la introdución de tramas y enigmas histórico-legendarios, motivó el gusto de un buen número de gente por la historia y la arqueología, aunque las películas estén plagadas de errores históricos y bastantes licencias y aunque verdaderamente los métodos del atrevido profesor sean muy poco ortodoxos y escandalizaran (y escandalicen) a un arqueólogo de verdad, acercando más a Indiana a  la figura del ladrón  profanador de tumbas. 

Y todo ello con los nazis de por medio, incordiando. Éstos ya no aparecen en la segunda película, la del templo maldito,  para mí  (muy) inferior a las otras dos (y además de la crítica especializada, para bastante gente, aunque hay fanáticos de las tres por igual). Es bastante más alocada y extraña, más plana e insípida,  localizándose  en  lugares más impersonales y omitiéndose además figuras de secundarios memorables de la primera película. 

Para la tercera, (a la cual  iba yo hoy, y a ver si empiezo de una vez después de varias parrafadas), ya 8 años después de la primera entrega, Spielberg y Lucas tuvieron a bien retornar a los principios de la trilogía, en el sentido de retomar tramas y enigmas más conocidos, míticos, y, por qué no decirlo, más occidentales. En este caso se trataba del Santo Grial,  el cual  supuestamente usó Jesús en la Última Cena, cáliz recuperado por José de Arimatea, y teóricamente transplantado a Europa, etc...mito también de crucial importancia en ciertas composiciones de la leyenda artúrica y demás. Muy bien. Y vuelven a salir los nazis, obsesionados con famosos objetos mágicos.  Requetebién. 

Además en La última cruzada tenemos un nuevo personaje, el padre de Indiana, Henry Jones Senior, y  además  se descubre el  nombre del aguerrido doctor Jones, puesto que "Indiana"  viene del nombre de su perro; en realidad, se llama Henry, como su progenitor.

Dicha figura paterna fue interpretada por el gran Sean Connery, pese a ser sólo 12 años mayor que Harrison Ford. El carismático escocés, en un claro renacimiento cinematográfico tras El nombre de la rosa, Los inmortales y Los intocables de Elliot Ness, conformó un memorable contrapunto a la figura de Indiana, con multitud de situaciones cómicas y desternillantes, pero también otras más afectivas y profundas. El siempre familiar Spielberg planteó un Indiana que desde pequeño había tenido una carencia afectiva por parte de su estricto padre, un hombre obsesionado con su forma de vida (catedrático de Literatura Medieval). Los avatares de La última cruzada  motivarán un redescubrimiento entre padre e hijo, puesto que, en realidad, aunque se busque  aparentemente el Grial, Indy busca a su padre.

Esta soledad del joven Indiana ya se ve en el vibrante prólogo, donde asistimos a su primera proeza, cuando arrebata a los 13 años de forma fallida la cruz de Coronado (siglo XVI)  a unos buscadores de antigüedades. También se nos da respuesta a varias de las cuestiones de cómo es Indy de adulto, de por qué usa ese tipo de sombrero o la causa de la cicatriz de su barbilla. El futuro doctor Jones fue interpretado por el malogrado River Phoenix (hermano de Joaquin), buen amigo de Ford. 

En esta tercera entrega vuelven a escena también dos memorables secundarios de la primera película antes aludidos, como son Sallah, el amigo ¿egipcio? de Indiana (interpretado por John Rhys-Davies, futuro Gimli), excavador profesional, y Marcus Brody (Denholm Elliott) amigo de los Jones y también profesor en la misma  ficticia universidad  de Nueva York. Por su humanidad y empatía y por las situaciones desternillantes causadas por ellos, la vuelta de estos dos actores fue muy celebrada por fans y por la crítica.

La última cruzada también supone la aparición de otro  carismático "malo" rival de Indiana, conchabado con los nazis, como en la primera. En este caso se trata del hombre de negocios y colector de reliquias históricas Walter Donovan (Julian Glover) acompañado de la habitual réplica femenina (y que siempre cae en brazos de Indy) y en este caso más mala que buena, la bella Elsa Schneider, profesora de Arte y filonazi (Alison Doody).

Como todas las películas del intrépido arqueólogo, la tercera es un carrusel incesante de situaciones comprometidas, arriesgadas, cómicas, de frenéticos viajes y de golpes de efecto. Difícilmente se da un respiro y difícilmente alguien se aburrirá viéndola, conformando verdaderamente una película de aventuras perfecta, para toda la familia y sin mayores pretensiones. Fue La última cruzada uno de los últimos ejemplos de cine de aventuras en cierto modo  "clásica", pese a que ya usaron  efectos especiales con la ayuda de la informática, pero muy puntualmente -no como en la actualidad-, como en el terrorífico final de Donovan.

Cuando uno va creciendo se va haciendo preguntas, y con la tercera de Indy en concreto uno se pregunta cómo Indiana y su padre fueron tan fácilmente de Austria a Berlín con todo lleno de nazis y además presencian la quema de libros (genial secuencia aquella cuando Hitler le firma el diario del Grial a un atónito Indiana) , y desde luego cómo pudo ir  el Zeppelin tan rápido de Alemania a Turquía (memorable escena la del dirigible y luego la de la avioneta). O qué demonios pintaba la tumba de un caballero del Grial en Venecia (desde luego, en vez de un más lógico emplazamiento  israelí, sirio, francés, inglés o incluso español, se eligió la más turística ciudad de los canales). Pero ciertamente no te haces tales cuestiones cuando eres un niño. 

Siempre me pregunto por qué es esta película tan especial para mí, y el por qué de ese cariño y esas ganas siempre de volver a verla. Si la memoria no me falla, fue la primera que ví, hace ya muchísimos años.   De hecho, de las tres primeras, es la que más me gusta, más que la  del arca  aunque reconozco que dicha película quizá sea más redonda y más magistral; y desde luego, prefiero mil veces la de la última cruzada  a  la segunda.

Tal vez sea por la cuestión artúrica y del Santo Grial. Aunque no llego a la obsesión de Henry Jones Sr. y de Donovan, sí es un tema que me ha apasionado desde bien pequeño. De hecho otra de mis películas predilectas desde siempre es Excalibur (1981, tal vez la adaptación más fiel al mito de Arturo).   Aunque no sea creyente, el Santo Cáliz de Cristo es un asunto de cierto calado como para tomárselo a la ligera. Y más si hay cruzadas y caballeros medievales de por medio. 

Puede ser, desde luego, por su banda sonora. Soy un apasionado de las composiciones musicales para películas, y la de Indiana Jones y la última cruzada tiene unos cuantos tracks absolutamente memorables. Compuesta por el maestro John Williams, como todas las de la saga y prácticamente todas las películas de Spielberg, en este caso, además del unánimente conocido tema principal, añadió nuevos como una variante de éste, más emotivo; la pegadiza  marcha  que suena cuando aparecen los nazis; y el del Grial, una hermosísima  y  solemne composición casi litúrgica, la cual transmite de un poderoso modo la fuerza del mito del Cáliz, dándole mucha más intensidad a ciertas escenas, como cuando sale el famoso , ajado y trabajado diario del padre de Indy o cuando nuestro arqueólogo favorito supera las pruebas finales. 

También puede ser porque en esta película se rodaron bastantes escenas, y algunas claves, en Almería. Ver a Indy y a su padre en la playa de Mónsul, cerca del Cabo de Gata, librándose de los aviones nazis, o verles luego con Sallah en coche por las calles de la capital bajo la Alcazaba, es desde luego más que suficiente para encantarme y hasta emocionarme. Por cierto que no era ni la primera ni la segunda vez que Sean Connery trabajaba en Almería. La famosa escena de los nazis y los Rolls Royce con el jeque de Hatay (el ficticio reino de Hatay era Almería) fue rodada en la escuela de Artes y Oficios de mi ciudad, y en la provincia (Tabernas)  se ambientaron las trepidantes escenas de acción con los tanques en el desierto. Ya en la provincia de Granada, las geniales escenas del despistado Marcus al llegar a la estación de tren de Iskenderun/Alejandreta tuvieron lugar en la de Guadix.  Spielberg regresaba a España apenas dos años después de El Imperio del Sol,  levantando una lógica expectación y revuelo de esas que marcan época. Ah, el cine...

Y el final...cómo definir el final. De no haberse hecho 19 años después  La calavera de cristal, para mí el broche de la tercera película es perfecto, broche que desde 2008 no es tal. Pero me quedaré con el grandioso final de la tercera.  Después de haber cumplido su misión de "cruzados", y de haber descubierto padre e hijo que su relación era mucho más importante que mitos y antigüedades históricas,  encontrando la verdadera felicidad, tras escapar entre las grietas abismales del templo secreto  y  dejando entre las ruinas al enigmático Caballero del Grial (en sí mismo una reliquia), nuestros héroes supervivientes salen al exterior. Henry Jones Sr., Henry Jones Jr., Sallah y Marcus. Ríen y bromean unos instantes y montan a caballo, para emprender la última cabalgada hacia el ocaso, hacia un extraordinario sol, deslumbrante aún. A lo lejos vemos sus rápidas sombras en movimiento, mientras suena la eterna música de Williams. 
Absolutamente maravilloso...