28.6.12

Duelo de titanes





En medio de una situación económica cuanto menos calamitosa, y un panorama nacional ciertamente bochornoso, con corruptelas de variado tipo, esos reinos de taifas llamados autonomías  y legalizaciones de partidos pro-etarras o nada disimuladamente contemporizadores con los terroristas, viene de nuevo una competición deportiva, la Eurocopa de Naciones, otra vez, a distraernos un tanto y a darnos unas cuantas alegrías, aun ni cuando el fútbol  arregla nuestra situación ni a todo el mundo le gusta este deporte. Ni, desde luego, uno se pueda sentir cercano a buena parte de los futbolistas, la gran mayoría con ínfulas de semidiós, sueldo descomunal y con unas preocupaciones para nada parecidas al español medio. Claro que, eso también ocurre con los políticos.  Pero yo también creo,  como mi compañero de blog, el lúcido  hispano-serbio Klaiver, en la necesidad de desconectar de la realidad al menos unos instantes.  No todo iba a ser prima de riesgo, rescate o salida del euro.

Bien, ahí está de nuevo La Roja, La Furia, plantada ya en una nueva final, la tercera consecutiva. Iguala a ese rodillo llamado Alemania,   campeona de Europa en 1972, del Mundo en 1974 y finalista de la Eurocopa en 1976; queda por ver si la superará ganando la final del domingo en Kiev, contra precisamente la posible presencia de Alemania, como en 2008 en Viena. Eso si Alemania gana a Italia esta tarde en Varsovia, en un auténtico partidazo, un enfrentamiento de auténticos grandes, de históricos, un duelo de titanes, que si ya de por sí suena atractivo para el buen aficionado al fútbol, queda revestido de mayor interés si nos atenemos a cómo juegan alemanes e italianos, estos últimos, con el gran Cesare Prandelli, apostando en la Euro por un juego de mayor posesión del balón y una apuesta por el ataque directo, intentando cambiar un tanto la longeva tradición del rácano  y  especulador catenaccio de la Azzurra, el cual tantos éxitos les ha dado a nuestros amigos transalpinos. 

Sí, ciertamente. Éxitos. A ellos y a los alemanes. Me entra la risa cuando se habla de Inglaterra o Francia como potencias europeas y mundiales de fútbol. Reconociendo su importancia y éxitos eventuales, los auténticos gigantes del continente y luego del mundo no son ni galos ni anglosajones,  son Alemania e Italia, algo que no siempre se reconoce, contando además con la tendencia a magnificar cualquier hecho, cualquier hazañita,  tanto de franceses como de ingleses. Si hablamos de Suramérica son otras palabras; Brasil permanece inalcanzable y sigue siendo la reina sobre todos; en cuanto a Argentina o Uruguay, tampoco alcanzan la trascendencia mundial de alemanes e italianos.

Alemania cuenta con 3 mundiales (1954, 1974 y 1990), sólo ha faltado a dos y nunca ha bajado del décimo puesto (10ª posición en el lejano 1938). Ha estado presente en 7 finales y ha sido tercera  cuatro veces. Impresiona, ¿o no?. En cuanto a las Eurocopas, las ha ganado también tres veces (1972, 1980 y 1996) y ha sido subcampeona otras tres. Abrumador.

Si hablamos de Italia y los campeonatos mundiales, vemos que cuenta con 4 (1934, 1938, 1982 y 2006), uno más que Alemania, si bien no cuenta con el historial de regularidad de los germanos, aunque sólo haya faltado a dos.  Incluso, su último Mundial fue catastrófico, con una vergonzoso  vigésimosexto  puesto. Con todo, han sido segundos en dos ocasiones y terceros en una. Por otra parte, siempre estará el Mundial de 1934, jugado en Italia,  bajo la sospecha de favores arbitrales hacia el equipo anfitrión.  Los árbitros recibieron numerosas presiones y de hecho, como otros países,  España (capitaneada por Zamora) salió perjudicada. Todo ello bajo la atenta y peligrosa mirada de Benito Mussolini en el palco. Aquel Mundial sería utilizado para mayor gloria de El Duce y de la Italia fascista, todo ello en una Europa y un mundo radicalizándose progresivamente, donde pronto iba a estallar la II Guerra Mundial.
Volvamos a la Eurocopa. Italia la ha ganado una vez, en 1968, y ha sido subcampeona en otra cita, la de 2000. Aquí tampoco iguala  la insistente presencia alemana, ya que ha faltado hasta en seis ocasiones. Alemania es mucha Alemania, pero Italia no se queda muy atrás, como se puede ver.


Sobre todo comparándolos con Francia e Inglaterra, como decía. Francia ganó su Mundial, en 1998, ha sido subcampeona en una ocasión  y tercera en dos. En cuanto a las Eurocopas, tiene dos (1984 y 2000), por cierto las dos únicas veces que ha superado el cuarto puesto. Inglaterra es aún peor: ganó también su Mundial, en 1966, en circunstancias bastante dudosas (gol fantasma en Wembley), y nada más. Sólo un cuarto puesto, su otra mejor posición,  en 1990, no logra maquillar la sucesión de fracasos y gatillazos mundiales  de la orgullosa Inglaterra. Además ha faltado en seis ocasiones. Volviendo a las Eurocopas, menos triunfos aún: ningún título y sólo dos terceros puestos.


Cabe preguntarse entonces por qué se habla de Francia e Inglaterra como potencias futbolísticas, como colosos. A mi entender, confluyen varios motivos; 
El primero es la buena prensa desde siempre, incluso ahora,   y su permanencia en el grupo de países influyentes y amos del cotarro desde el siglo XVIII. Aunque el deporte sea ajeno a la política y a la historia, en teoría, se acaba empapando de tales disciplinas. Así, lo mismo que, inexplicablemente, se sigue idealizando a países como Francia, omitiendo escandalosamente sus numerosas barbaridades e insistiendo  petulantemente en su grandeur, ese falso concepto por el cual se debería preguntar a tantos individuos y pueblos afectados por el país galo en la historia, a ver qué les parece, se idealiza su deporte, también. 
El segundo motivo, es la importancia de Francia e Inglaterra en la concepción y desarrollo de varios deportes, desde finales del siglo XIX. Este aspecto es el que más me convence a mí y donde veo más justicia. Inglaterra posiblemente no inventara el deporte del fútbol en sí, pero fue vital en su implantación y en los primeros reglamentos y leyes, así como en su desarrollo. De hecho, el primer partido internacional fue un Inglaterra-Escocia, en el lejanísimo año de 1872. En cuanto a Francia, su importancia como desarrolladora de deportes no sólo cuenta con el fútbol, también con el rugby, el tenis o el ciclismo. Volviendo al balompié, organismos como la FIFA y la UEFA son casi franceses en su génesis, y el país mismo cuenta con un amplio historial de organización de eventos, no sólo futbolísticos. Pero si nos centramos en ese deporte, han organizado el Mundial dos veces y la Eurocopa, incluso tres; la tercera, es la próxima, en 2016, sólo 18 años después de su última ocasión como anfitriones,  lo que denota un cierto abuso de poder, por muy bien que lo organicen. Pero, oh, claro, son franceses
Así, tenemos a los franceses, cultos, educados, fiables y buenos organizadores de eventos, y además "triunfadores" en el fútbol,  y a los ingleses, que llevan viviendo toda la vida de ser los inventores del fútbol , dándose el mayor de los autobombos por ganar el Mundial de 1966 y vendiéndonos la mística de sus estadios (ciertamente sus campos son únicos, llevan razón; pero, como todo lo inglés y lo francés, está mitificado, demasiado idealizado)  la calidad de su fútbol, la gloria de los tres leones, ganar competiciones antes de jugar...luego está la realidad: fracaso tras fracaso, y el otro día contra Italia, caen en los penaltis tras un partido miserable e infame, donde no jugaron a nada.



En fin. Volvamos al partido de Varsovia, esta noche.  Se van a enfrentar los auténticos mastodontes del fútbol europeo, dos selecciones de mucho recorrido, amplia experiencia ganadora (y perdedora) y una buena cantidad de oficio. Hablaba antes de la regularidad alemana en fases finales, sí. Pero cuando juega contra Italia, flaquea. Nunca ha ganado a los azzurri en los partidos decisivos. La vieja dama del fútbol siempre responde, en ocasiones con contundencia.  La última vez fue dolorosa para los germanos, en Dortmund en 2006. Italia echó a Alemania de su Mundial gracias al Pinturicchio Del Piero. Y el historial de partidos vibrantes, figuras doradas y choques de trenes es largo. Desde los años 30 hasta hoy día.


Dos equipazos que ya impresionan antes de jugar, no sólo por su currículum e historial, sino por sus himnos. Alemania con su sereno, potente, imperial  y ciertamente pangermánico "Das Deutschlandlied" , de resonancias diechiochescas, compuesto por Haydn. E  Italia con su "Canti degli Italiani", el famoso Fratelli d´Italia  de Mamelli, más decimonónico, el cual a mí siempre me ha parecido solemne y festivo a la vez y además me ha recordado a una ópera, pongamos que de Verdi. Las dos composiciones son bellas y profundas, y además cantadas, por lo que uno, español,  siente cada vez que los escucha,  una clara envidia.

Hoy se enfrentan la Alemania de siempre, aunque algo más artística por así decirlo, y aderezada además por una interracialidad impensable hace 50 o 70 años, pero al fin y al cabo el mismo rodillo granítico y ganador de cualquier época, contra una Italia más preciosista y más enemiga de la especulación tradicional de su fútbol. Hummels, Lahm, Özil, Khedira, Muller, Schweini  o Gómez contra el inmortal Gigi Buffon, Montolivo, De Rossi, Marchisio, Di Natale o Pirlo, el gran Andrea Pirlo. Ese discreto y frágil genio que juega fácil y hace fácil lo imposible. El elegante líder de una Italia más elegante que nunca y gustando como nadie recuerda.


Vaya partidazo. Y en la final, España. Esa España que ha dado algunos síntomas de no estar tan fuerte como en 2008 y 2010, apareciendo incluso cansada y apática, ya está en otra final. Algo imposible hace apenas 8 años. Una generación de futbolistas irrepetible liderada por el enorme Casillas, ya con 31 años, o Xavi, con 32.  Uno, que los ha visto debutar en todo cuando era niño, no puede evitar sentir simpatía y afinidad emocional con jugadores así; los has visto crecer, como tú crecías,  al fin y al cabo. Una generación histórica que ha roto todos los esquemas, ha finiquitado bestias negras como Francia  y ha desterrado, quién sabe por cuánto tiempo, con el historial de derrotas, merecidas e inmerecidas, y el estigma de equipo flojo y perdedor destinado a fracaso tras fracaso, donde cada vez quedaba más lejano ese campanazo de 1964.  Y todo ello, y vuelvo a sacar muy a mi pesar aunque involuntariamente la política y las coyunturas, en unos años realmente calamitosos para la economía española y su situación, tanto nacional como internacional. Paradojas.

Así que tras este partido de históricos, este duelo de titanes, aguarda otro, la final del domingo en Kiev. Aunque haya titulado esta entrada como "Duelo de titanes", lo cierto es que son dos, serán dos duelos.  Porque la final de la Eurocopa será otro. Ya sea España contra Alemania o contra Italia, serán nuevamente dos titanes; uno histórico, en el caso de las dos selecciones con 7 mundiales en total, y otro, más moderno, en el caso de nuestra España.

A disfrutar entonces esta semana, con estos dos partidazos. Me siento cada vez menos germanófilo y de un tiempo a esta parte, más italómano (si existe esa palabra) sobre cualquier otro país,  si bien es cierto que el historial de mis simpatías, desde bien pequeño,  hacia otras naciones,  da para más de una entrada. Pero, por tanto, hoy voy con Italia y tengo la corazonada de una nueva victoria transalpina sobre los alemanes,  por más que resultaría morbosa y atrayente otra final contra el gigante teutón, si bien es notoria nuestra vieja rivalidad futbolística con los italianos. Aunque si España no estuviese en la final, desearía que la Eurocopa fuera para Italia, desde luego. Pero...
En fin, a ver pues la batalla de Varsovia y a disfrutar de nuevo el domingo en la capital de Ucrania.  Aunque al día siguiente de la final sea un ordinario lunes, y volvamos a la cruda realidad. Pero ésa es otra historia.