26.3.12

Andalucía quiere seguir siendo un cortijo

Por mucho que mire y repase los resultados de las recién finalizadas elecciones autonómicas en Andalucía, no acabo de creérmelo. Ciertamente se fueron confirmando mis peores y más negativos presentimientos, pero... No acabo de creerme que los andaluces, una sociedad madura, asentada y emprendedora, creo, no quieran una apuesta por unas caras nuevas, un golpe de timonel, un cambio de guardia, un nuevo rumbo...

No, no quieren. Después de 34 años. 34 años son muchos. O pocos, según consideran algunos. 34 años bajo un único signo político, una tendencia determinada, una tendencia por un lado perfectamente respetable, pero por otro con claros signos de desgaste y hastío, con un buen número de puntos negros y rémoras, y sin duda causa principal del atraso continuado y exasperado de Andalucía, mi región, mi comunidad autónoma.

¿Por qué la escribo en cursiva? Como digo en mi perfil y sabe quien lea mínimamente este espacio, es conocida y notoria mi identidad almeriense. Nací en Almería y, oficialmente, soy andaluz. Pero, como me ocurre a mí y a un notable número de almerienses, somos bastante poco apasionados en cuanto a nuestro "andalucismo", entendido éste no por la doctrina regionalista, sino por un sentimiento de orgullo referente a la pertenencia a Andalucía, una región verdaderamente maravillosa y crucial en la historia de España. Pero...
No se quiere a Andalucía en Almería. Los almerienses no se sienten andaluces. No odian a Andalucía, desde luego. No la desprecian abiertamente. Saben que son andaluces, pero reniegan de Sevilla. ¿Por qué? Ese califato, ese virreinato, ese cacicazgo, esa pandilla de señoritos socialistas que gobiernan la comunidad autónoma como si fuera un cortijo, después de 34 años -el PSOE controla Andalucía aun antes del estatuto de autonomía y de las primeras elecciones autonómicas, desde 1978-, con su política hispalicéntrica de "todo por Sevilla y para Sevilla", crea numerosos descontentos, amargados y agraviados por el sistemático desprecio de los capitalinos hacia el resto de la enorme (segunda de España) y poblada (la primera, con 8 millones y medio de habitantes) región.

No, no me salgo del tiesto. Los descontentos y despegados andaluces son legión, especialmente en el Oriente. Se odia a Sevilla, cuando los sevillanos no tienen la culpa desde luego (o no toda. Porque un buen número, no todos desde luego, son chulescos, ombliguistas y altivos un rato, y que me perdonen) sino sus políticos y mandamases. Hablo no sólo de Almería, también de Granada, Jaén, Málaga, Huelva...el caso de Almería es particularmente trágico, al ser una provincia tradicionalmente olvidada por todo el mundo y la cual ha ido saliendo de su ostracismo prácticamente por sí misma, a base de esfuerzo, tesón y autopromoción, aun cuando fuera afeando su extraordinario paisaje con el plástico del invernadero. Otras provincias como Córdoba, Granada o Málaga lo tenían más fácil al ser potentes receptoras de turismo, tanto cultural como del llamado "de sol y playa". Ellas no dependen tanto de Sevilla. Tampoco quiere decir que vayan por libre. Para que vaya bien las cosas debe ser una suma de todos para todos. Pero desde luego, aquí los de siempre precisan de los mandaos de los otros cuando se precisa. Cuando pasa ese momento, adiós y muy buenas. Cuando conviene, a cantar "Andaluces, levantaos, bla bla......la bandera blanca y verde, vuelve tras siglos de guerra"...sí, sí. Blas Infante es grande, eh. El padre de la patria. Vamos, andaluces. Qué andaluces somos todos. O andalusíes, más multicultural aún. Dejad ya esa farsa, rediós.

Si no me siento andaluz, y me siento infinitamente almeriense en vez de andaluz, no es por culpa de Andalucía; en cualquier caso, es de sus gobernantes. Eso me ocurre a mí , como a mucha gente.

En fin. Pero hablemos ya del Califato. O Cortijo, esa construcción rural tan típicamente andaluza y símbolo del poder de los ricos terratenientes sobre los campesinos. A este "régimen", con todo su significado peyorativo, le han dado muchos nombres, y todos son válidos. Mafia sin valores sería excesivo, siendo justos, porque no matan a nadie, pero prácticamente actúan como padrinos rurales. Cortijo sería lo más correcto y lo más profundamente andaluz, si nos ponemos andalucistas. Porque verdaderamente es éso. Más de 30 años en el poder, las mismas caras y unos cuantos escándalos, amén de un elevado número de taras. Y los andaluces hoy no han querido finiquitarlo. No han querido ver caras nuevas. Algo mal debe estar haciendo el PP para que la gente, directamente no vote o prefiera aumentar el poder de IU, el cual a su vez fortalece al ente mayor, el PSOE-A. Éste pierde por primera vez, se le van votos y escaños y el PP-A gana las elecciones, sí, pero se queda a cinco escaños de la mayoría absoluta; desde luego, vuelve a demostrarse el nulo valor real de encuestas y sondeos pre-electorales. Algunos, verdaderamente triunfalistas en exceso, daban al PP la ansiadísima mayoría absoluta. Pero Arenas vuelve a perder (y ya van...) y su confiado partido -porque a estas elecciones acudieron excesivamente confiados- vuelve a quedarse con un palmo de narices. Desde luego es tremendamente injusto, si se ha efectuado, un castigo al PP-A en relación al PP en el gobierno (gobierno existente sólo desde finales de diciembre, recordemos) y a su política ecónomica, en cuanto a unas medidas muy impopulares pero harto necesarias en una situación crítica como la española.

Desde luego, lo importante y notorio es que los del mismo chiringuito van a seguir chupando del bote y prolongarán, salvo adelanto electoral improbable (mi confianza en los andaluces ha vuelto a quedar por los suelos) otros cuatro años más este régimen cortijero, califal, de señoritos, de pegapases, de capillitas o como se quiera llamar. Y ya nos iremos hasta los 38 años. 38 años. Realmente increíble. Como una especie de dinastía, de dudosa legitimidad para perpetuarse, y perpetuarse, y perpetuarse...todo vale para ello.

Por lo pronto, llevamos ya 34, como decía antes. Y hoy no se ha querido acabar con eso.

-Acabar con las mismas viejas caras en el gobierno y en los puestos relevantes, con una Administración totalmente controlada y supeditada "al Partido". Un buen número de hombres, no siempre justos, no siempre capaces, plenamente conocedores de los entresijos de un aparato que consideran como plenamente suyo. Un establishment que esperan, no cambie, por su bien. Y por muchos años. Tiempo ha que les salieron canas no ya sólo en el pelo, sino en el corazón.

-Acabar con el excesivo peso de Sevilla, la preponderante capital, abogando por una mayor equitatividad respecto a las demás provincias. Una cooperación de entre todos para todos, por el bien de todos los andaluces, no de dejar abandonados al 80% de la región y sólo acordarse de ellos en los discursitos, libros de texto y de vez en cuando en los medios de comunicación. "Y ahora conectamos con Almería...", sí, sí, estamos aquí, en el desierto, entre ramblas y esparto.

-Acabar con una galería de personajillos manchados hasta el hombro por numerosos escándalos: EREs, informes falsos, coca, mangoneo de diputaciones, caciquismo moderno, nepotismo...corrupción trilera en grado sumo. No digo que los del otro partido no mangoneasen, que seguramente lo hicieran; pero basta ya, por favor. Basta ya con tanto hastío y tanta mierda. Tantos tipejos representantes de esa triste España que creímos dejar de ser hace tiempo. Como esa Andalucía, buena parte de la cual sigue siendo rural y latifundista, y vota claramente a la izquierda porque la considera lo natural y recomendable, y aún relaciona al partido de derecha como herederos de los señores terratenientes de antaño, aun cuando sus señores hace tiempo dejaron de ser ricos monárquicos de derechas que llamaban a la guardia civil para zurrarles por desobediencia. Hoy día y desde hace unas décadas, ya se sabe el signo y la tendencia política de los máximos dirigentes.

-Acabar con una televisión autonómica tan favorable a los gentileshombres del gobierno, por lo demás también hispalicéntrica, y tan empeñada en perpetuar y seguir explotando y exportando los estereotipos clásicos del andaluz, cuando nunca, ni históricamente ni nada de eso, no todos los andaluces (es que ni un número próximo a la mitad) han sido, son ni serán así: salaos, con gusto por el flamenquito, la copla, el tapeo y el juergueteo, los toros y el bailoteo imbécil, cuya mayor habilidad es beber Cruzcampo, fino o rebujito mientras cuentan chistes y reniegan del trabajo. O a la vez, van de anticlericales y avanzados para luego darse emocionados golpes de pecho y cantar saetas en las grandiosas Semanas Santas de cada ciudad y pueblo. Por otra parte, se pone mucho empeño en seguir mostrando las estampas clásicas del romanticismo del XIX, y en perpetuar esa imagen idílica de Al-Andalus, tan falsa y endeble; ya saben, estanques y juegos de agua, una mora se lava el cabello, el califa escribe poemas en la noche, hay libertad, progreso y cultura... y vienen los sucios y burdos castellanos cristianos a fastidiarlo todo. Puta Reconquista. Un rápido repaso por la programación de Canal Sur muestra todo esto.

-Acabar con una serie de escándalos. Vamos, no acabar con ellos porque están ahí, pero al menos darle un escarmiento a toda esa recua que monta juergas con drogas, putas, alcohol y coches de lujo, pagando todo con tarjetas repletas de dinero público, de dinero de trabajadores. Poniéndose en primera fila del palco en importantes partidos de fútbol, eventos de todo tipo o corridas de toros. Ahí, una suerte de derecho de pernada moderna, unos procederes de república bananera. O de nuevo, la alusión al señorito del cortijo mientras los desgraciados currelas apechugan. O esa tupida red de clientelismo que creíamos erradicada hace décadas. Bien es cierto que es injusto achacarle todos estos conocidos escándalos a la totalidad de la Junta, pero, vuelvo a insistir, más de 30 años en el poder no pueden pasar en balde.

-Acabar con el paro; Andalucía ha venido liderando año tras año los índices de desempleo nacional. Liderando año tras año, si a eso se le puede llamar liderar. Un 34% de paro tampoco debería de pasar en balde para un partido en el gobierno autonómico desde 1979 y por tanto, casi único responsable de ello, dada la descentralización patente en España desde hace mucho. Es cierta la crisis en nuestro país desde hace algunos años; pero en Andalucía, tanto en época de vacas gordas como de vacas flacas a nivel nacional, el desempleo siempre ha sido desgraciadamente alto. Como alta es la preponderancia de la querencia por el subsidio del desempleo y el inmovilismo. Me gustaría saber de economía para poder hablar de ello, y por tanto no puedo asegurar que el PP fuera a ser la solución, esa panacea esperada. Pero desde luego, e independientemente de cual sea tu tendencia política, sí se merecerían una oportunidad, una salida desde el banquillo, un voto de confianza para poder levantar este mulo varado en el barro.

Nada de eso.


Estas elecciones han demostrado varias cosas: una, la miserable sagacidad del PSOE-A al reubicar las autonómicas para no hacerlas coincidir con las generales, y dar un tiempo a los votantes para que se olvidasen del desgobierno zapateril y de sus propios desmanes en Sevilla, centrando sus iras en el aún joven gobierno rajoyista. Dos, la preferencia del electorado por continuar con la deprimente actualidad, y más que castigar al longevo gobierno de la Junta, principal responsable del tinglado, se castiga a un joven gobierno nacional que ha de acometer urgentes y necesarias reformas; en vez de preferir la probabilidad de un gobierno de centro-derecha, se siguen inclinando por uno inmovilista de izquierda, o supuesta izquierda, autolegitimada para erigirse como principal defensora del pueblo. Un pueblo, acostumbrado después de tres décadas, a la cultura del subsidio por desempleo y del servilismo. Y tres, las elecciones han venido a confirmar una vez más la clara fractura existente en la comunidad autónoma entre un norte claramente rojo, y un sur decididamente azul. La Baja y la Alta Andalucía. Las cordilleras Béticas separan más cosas de las imaginadas. El PSOE se ha impuesto en el Guadalquivir y su entorno, tierras tradicionalmente socialistas y latifundistas como Sevilla (faltaría más, miarma), Huelva, Córdoba y Jaén. El PP, por contra, sigue controlando sólidamente Cádiz, Málaga, Granada y Almería. Como almeriense es lo lógico y lo esperado. Mentiría si dijese que no me alegra.

En fin, así son las cosas. Andalucía quiere seguir siendo un cortijo, lo ha dejado claro. No ha tenido bastante con casi 34 años de régimen de un único signo, un régimen negativo en general, si bien siendo justos tiene ciertos puntos positivos, como su desarrollo de la Ley de Dependencia y sus ayudas sociales (que tampoco llegan a todo el mundo, por otra parte). Este gobierno de veteranos curtidos en mil tejemanejes sabe granjearse el apoyo de una población envejecida, reconociendo el voto senil como capital en sus triunfos y en su poderío. Por lo demás, hojarasca para quemar. El Cortijo hace ya tiempo comenzó a emitir quejidos de agonía, a surgirle telarañas y a oler a podrido. Con todo, no está herido de muerte, como se ha visto. Más mierda, más decadencia y más ser el hazmerreír del resto de España. Tanto por el paro lacerante como por la pobreza, la incultura y el fracaso escolar. Todo eso no importa, desde luego; siempre nos quedarán nuestras tapas, nuestro resplandeciente sol, nuestros palmoteos y nuestra Virgen, ya sea la Macarena, la del Rocío o la de Regla. Y nuestro arte, niño. Para eso estamos los andaluces, claro. Para hacer reír a los españoles con nuestro buen rollito, nuestro arsa-quillo, nuestra campechanía y nuestro acento. Tenemos papeles estelares en películas, series y anuncios de televisión como sirvientas, o como personajes harto populares y graciosos y en ocasiones gandules. Luego uno se acuerda de quienes emigraron a Valencia, Madrid o Cataluña, o a Europa, y quienes se dejaron las espaldas y las manos trabajando en tiempos difíciles, y se le va el humor. Todo eso ya no importa. El gobierno juntero con sede en el palacio de San Telmo, y de tan largo recorrido, tampoco ayuda a mejorar o restaurar esa imagen. Está en su salsa.

Los tiempos no traen un cambio. No, no lo traen...Andalucía, una vez más y por desgracia para ella, is different.

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