26.3.12

Andalucía quiere seguir siendo un cortijo

Por mucho que mire y repase los resultados de las recién finalizadas elecciones autonómicas en Andalucía, no acabo de creérmelo. Ciertamente se fueron confirmando mis peores y más negativos presentimientos, pero... No acabo de creerme que los andaluces, una sociedad madura, asentada y emprendedora, creo, no quieran una apuesta por unas caras nuevas, un golpe de timonel, un cambio de guardia, un nuevo rumbo...

No, no quieren. Después de 34 años. 34 años son muchos. O pocos, según consideran algunos. 34 años bajo un único signo político, una tendencia determinada, una tendencia por un lado perfectamente respetable, pero por otro con claros signos de desgaste y hastío, con un buen número de puntos negros y rémoras, y sin duda causa principal del atraso continuado y exasperado de Andalucía, mi región, mi comunidad autónoma.

¿Por qué la escribo en cursiva? Como digo en mi perfil y sabe quien lea mínimamente este espacio, es conocida y notoria mi identidad almeriense. Nací en Almería y, oficialmente, soy andaluz. Pero, como me ocurre a mí y a un notable número de almerienses, somos bastante poco apasionados en cuanto a nuestro "andalucismo", entendido éste no por la doctrina regionalista, sino por un sentimiento de orgullo referente a la pertenencia a Andalucía, una región verdaderamente maravillosa y crucial en la historia de España. Pero...
No se quiere a Andalucía en Almería. Los almerienses no se sienten andaluces. No odian a Andalucía, desde luego. No la desprecian abiertamente. Saben que son andaluces, pero reniegan de Sevilla. ¿Por qué? Ese califato, ese virreinato, ese cacicazgo, esa pandilla de señoritos socialistas que gobiernan la comunidad autónoma como si fuera un cortijo, después de 34 años -el PSOE controla Andalucía aun antes del estatuto de autonomía y de las primeras elecciones autonómicas, desde 1978-, con su política hispalicéntrica de "todo por Sevilla y para Sevilla", crea numerosos descontentos, amargados y agraviados por el sistemático desprecio de los capitalinos hacia el resto de la enorme (segunda de España) y poblada (la primera, con 8 millones y medio de habitantes) región.

No, no me salgo del tiesto. Los descontentos y despegados andaluces son legión, especialmente en el Oriente. Se odia a Sevilla, cuando los sevillanos no tienen la culpa desde luego (o no toda. Porque un buen número, no todos desde luego, son chulescos, ombliguistas y altivos un rato, y que me perdonen) sino sus políticos y mandamases. Hablo no sólo de Almería, también de Granada, Jaén, Málaga, Huelva...el caso de Almería es particularmente trágico, al ser una provincia tradicionalmente olvidada por todo el mundo y la cual ha ido saliendo de su ostracismo prácticamente por sí misma, a base de esfuerzo, tesón y autopromoción, aun cuando fuera afeando su extraordinario paisaje con el plástico del invernadero. Otras provincias como Córdoba, Granada o Málaga lo tenían más fácil al ser potentes receptoras de turismo, tanto cultural como del llamado "de sol y playa". Ellas no dependen tanto de Sevilla. Tampoco quiere decir que vayan por libre. Para que vaya bien las cosas debe ser una suma de todos para todos. Pero desde luego, aquí los de siempre precisan de los mandaos de los otros cuando se precisa. Cuando pasa ese momento, adiós y muy buenas. Cuando conviene, a cantar "Andaluces, levantaos, bla bla......la bandera blanca y verde, vuelve tras siglos de guerra"...sí, sí. Blas Infante es grande, eh. El padre de la patria. Vamos, andaluces. Qué andaluces somos todos. O andalusíes, más multicultural aún. Dejad ya esa farsa, rediós.

Si no me siento andaluz, y me siento infinitamente almeriense en vez de andaluz, no es por culpa de Andalucía; en cualquier caso, es de sus gobernantes. Eso me ocurre a mí , como a mucha gente.

En fin. Pero hablemos ya del Califato. O Cortijo, esa construcción rural tan típicamente andaluza y símbolo del poder de los ricos terratenientes sobre los campesinos. A este "régimen", con todo su significado peyorativo, le han dado muchos nombres, y todos son válidos. Mafia sin valores sería excesivo, siendo justos, porque no matan a nadie, pero prácticamente actúan como padrinos rurales. Cortijo sería lo más correcto y lo más profundamente andaluz, si nos ponemos andalucistas. Porque verdaderamente es éso. Más de 30 años en el poder, las mismas caras y unos cuantos escándalos, amén de un elevado número de taras. Y los andaluces hoy no han querido finiquitarlo. No han querido ver caras nuevas. Algo mal debe estar haciendo el PP para que la gente, directamente no vote o prefiera aumentar el poder de IU, el cual a su vez fortalece al ente mayor, el PSOE-A. Éste pierde por primera vez, se le van votos y escaños y el PP-A gana las elecciones, sí, pero se queda a cinco escaños de la mayoría absoluta; desde luego, vuelve a demostrarse el nulo valor real de encuestas y sondeos pre-electorales. Algunos, verdaderamente triunfalistas en exceso, daban al PP la ansiadísima mayoría absoluta. Pero Arenas vuelve a perder (y ya van...) y su confiado partido -porque a estas elecciones acudieron excesivamente confiados- vuelve a quedarse con un palmo de narices. Desde luego es tremendamente injusto, si se ha efectuado, un castigo al PP-A en relación al PP en el gobierno (gobierno existente sólo desde finales de diciembre, recordemos) y a su política ecónomica, en cuanto a unas medidas muy impopulares pero harto necesarias en una situación crítica como la española.

Desde luego, lo importante y notorio es que los del mismo chiringuito van a seguir chupando del bote y prolongarán, salvo adelanto electoral improbable (mi confianza en los andaluces ha vuelto a quedar por los suelos) otros cuatro años más este régimen cortijero, califal, de señoritos, de pegapases, de capillitas o como se quiera llamar. Y ya nos iremos hasta los 38 años. 38 años. Realmente increíble. Como una especie de dinastía, de dudosa legitimidad para perpetuarse, y perpetuarse, y perpetuarse...todo vale para ello.

Por lo pronto, llevamos ya 34, como decía antes. Y hoy no se ha querido acabar con eso.

-Acabar con las mismas viejas caras en el gobierno y en los puestos relevantes, con una Administración totalmente controlada y supeditada "al Partido". Un buen número de hombres, no siempre justos, no siempre capaces, plenamente conocedores de los entresijos de un aparato que consideran como plenamente suyo. Un establishment que esperan, no cambie, por su bien. Y por muchos años. Tiempo ha que les salieron canas no ya sólo en el pelo, sino en el corazón.

-Acabar con el excesivo peso de Sevilla, la preponderante capital, abogando por una mayor equitatividad respecto a las demás provincias. Una cooperación de entre todos para todos, por el bien de todos los andaluces, no de dejar abandonados al 80% de la región y sólo acordarse de ellos en los discursitos, libros de texto y de vez en cuando en los medios de comunicación. "Y ahora conectamos con Almería...", sí, sí, estamos aquí, en el desierto, entre ramblas y esparto.

-Acabar con una galería de personajillos manchados hasta el hombro por numerosos escándalos: EREs, informes falsos, coca, mangoneo de diputaciones, caciquismo moderno, nepotismo...corrupción trilera en grado sumo. No digo que los del otro partido no mangoneasen, que seguramente lo hicieran; pero basta ya, por favor. Basta ya con tanto hastío y tanta mierda. Tantos tipejos representantes de esa triste España que creímos dejar de ser hace tiempo. Como esa Andalucía, buena parte de la cual sigue siendo rural y latifundista, y vota claramente a la izquierda porque la considera lo natural y recomendable, y aún relaciona al partido de derecha como herederos de los señores terratenientes de antaño, aun cuando sus señores hace tiempo dejaron de ser ricos monárquicos de derechas que llamaban a la guardia civil para zurrarles por desobediencia. Hoy día y desde hace unas décadas, ya se sabe el signo y la tendencia política de los máximos dirigentes.

-Acabar con una televisión autonómica tan favorable a los gentileshombres del gobierno, por lo demás también hispalicéntrica, y tan empeñada en perpetuar y seguir explotando y exportando los estereotipos clásicos del andaluz, cuando nunca, ni históricamente ni nada de eso, no todos los andaluces (es que ni un número próximo a la mitad) han sido, son ni serán así: salaos, con gusto por el flamenquito, la copla, el tapeo y el juergueteo, los toros y el bailoteo imbécil, cuya mayor habilidad es beber Cruzcampo, fino o rebujito mientras cuentan chistes y reniegan del trabajo. O a la vez, van de anticlericales y avanzados para luego darse emocionados golpes de pecho y cantar saetas en las grandiosas Semanas Santas de cada ciudad y pueblo. Por otra parte, se pone mucho empeño en seguir mostrando las estampas clásicas del romanticismo del XIX, y en perpetuar esa imagen idílica de Al-Andalus, tan falsa y endeble; ya saben, estanques y juegos de agua, una mora se lava el cabello, el califa escribe poemas en la noche, hay libertad, progreso y cultura... y vienen los sucios y burdos castellanos cristianos a fastidiarlo todo. Puta Reconquista. Un rápido repaso por la programación de Canal Sur muestra todo esto.

-Acabar con una serie de escándalos. Vamos, no acabar con ellos porque están ahí, pero al menos darle un escarmiento a toda esa recua que monta juergas con drogas, putas, alcohol y coches de lujo, pagando todo con tarjetas repletas de dinero público, de dinero de trabajadores. Poniéndose en primera fila del palco en importantes partidos de fútbol, eventos de todo tipo o corridas de toros. Ahí, una suerte de derecho de pernada moderna, unos procederes de república bananera. O de nuevo, la alusión al señorito del cortijo mientras los desgraciados currelas apechugan. O esa tupida red de clientelismo que creíamos erradicada hace décadas. Bien es cierto que es injusto achacarle todos estos conocidos escándalos a la totalidad de la Junta, pero, vuelvo a insistir, más de 30 años en el poder no pueden pasar en balde.

-Acabar con el paro; Andalucía ha venido liderando año tras año los índices de desempleo nacional. Liderando año tras año, si a eso se le puede llamar liderar. Un 34% de paro tampoco debería de pasar en balde para un partido en el gobierno autonómico desde 1979 y por tanto, casi único responsable de ello, dada la descentralización patente en España desde hace mucho. Es cierta la crisis en nuestro país desde hace algunos años; pero en Andalucía, tanto en época de vacas gordas como de vacas flacas a nivel nacional, el desempleo siempre ha sido desgraciadamente alto. Como alta es la preponderancia de la querencia por el subsidio del desempleo y el inmovilismo. Me gustaría saber de economía para poder hablar de ello, y por tanto no puedo asegurar que el PP fuera a ser la solución, esa panacea esperada. Pero desde luego, e independientemente de cual sea tu tendencia política, sí se merecerían una oportunidad, una salida desde el banquillo, un voto de confianza para poder levantar este mulo varado en el barro.

Nada de eso.


Estas elecciones han demostrado varias cosas: una, la miserable sagacidad del PSOE-A al reubicar las autonómicas para no hacerlas coincidir con las generales, y dar un tiempo a los votantes para que se olvidasen del desgobierno zapateril y de sus propios desmanes en Sevilla, centrando sus iras en el aún joven gobierno rajoyista. Dos, la preferencia del electorado por continuar con la deprimente actualidad, y más que castigar al longevo gobierno de la Junta, principal responsable del tinglado, se castiga a un joven gobierno nacional que ha de acometer urgentes y necesarias reformas; en vez de preferir la probabilidad de un gobierno de centro-derecha, se siguen inclinando por uno inmovilista de izquierda, o supuesta izquierda, autolegitimada para erigirse como principal defensora del pueblo. Un pueblo, acostumbrado después de tres décadas, a la cultura del subsidio por desempleo y del servilismo. Y tres, las elecciones han venido a confirmar una vez más la clara fractura existente en la comunidad autónoma entre un norte claramente rojo, y un sur decididamente azul. La Baja y la Alta Andalucía. Las cordilleras Béticas separan más cosas de las imaginadas. El PSOE se ha impuesto en el Guadalquivir y su entorno, tierras tradicionalmente socialistas y latifundistas como Sevilla (faltaría más, miarma), Huelva, Córdoba y Jaén. El PP, por contra, sigue controlando sólidamente Cádiz, Málaga, Granada y Almería. Como almeriense es lo lógico y lo esperado. Mentiría si dijese que no me alegra.

En fin, así son las cosas. Andalucía quiere seguir siendo un cortijo, lo ha dejado claro. No ha tenido bastante con casi 34 años de régimen de un único signo, un régimen negativo en general, si bien siendo justos tiene ciertos puntos positivos, como su desarrollo de la Ley de Dependencia y sus ayudas sociales (que tampoco llegan a todo el mundo, por otra parte). Este gobierno de veteranos curtidos en mil tejemanejes sabe granjearse el apoyo de una población envejecida, reconociendo el voto senil como capital en sus triunfos y en su poderío. Por lo demás, hojarasca para quemar. El Cortijo hace ya tiempo comenzó a emitir quejidos de agonía, a surgirle telarañas y a oler a podrido. Con todo, no está herido de muerte, como se ha visto. Más mierda, más decadencia y más ser el hazmerreír del resto de España. Tanto por el paro lacerante como por la pobreza, la incultura y el fracaso escolar. Todo eso no importa, desde luego; siempre nos quedarán nuestras tapas, nuestro resplandeciente sol, nuestros palmoteos y nuestra Virgen, ya sea la Macarena, la del Rocío o la de Regla. Y nuestro arte, niño. Para eso estamos los andaluces, claro. Para hacer reír a los españoles con nuestro buen rollito, nuestro arsa-quillo, nuestra campechanía y nuestro acento. Tenemos papeles estelares en películas, series y anuncios de televisión como sirvientas, o como personajes harto populares y graciosos y en ocasiones gandules. Luego uno se acuerda de quienes emigraron a Valencia, Madrid o Cataluña, o a Europa, y quienes se dejaron las espaldas y las manos trabajando en tiempos difíciles, y se le va el humor. Todo eso ya no importa. El gobierno juntero con sede en el palacio de San Telmo, y de tan largo recorrido, tampoco ayuda a mejorar o restaurar esa imagen. Está en su salsa.

Los tiempos no traen un cambio. No, no lo traen...Andalucía, una vez más y por desgracia para ella, is different.

16.3.12

Unas cuantas cosillas sobre mí. (Egoentrada)

I- Taciturno, en el diccionario de la RAE: (del latín taciturnus) . Adj: Callado, silencioso, que le molesta hablar. Pues sí, soy un taciturno. Decididamente. A primera vista parezco serio y callado. Es una errónea impresión, al menos en lo de serio. No siempre soy serio. Es más, en ocasiones no soy para nada serio. Y en cuanto a lo de callado, puedo disfrutar de una buena conversación...un rato. Y me encanta hablar con algunas personas. Pero ciertamente no me gusta demasiado hablar. O hablar por hablar. Algo que me ha acarreado más de un quebranto. Pero, pienso, la verdadera confianza entre una persona y otra permite un tranquilo silencio, mutuo y respetado. Soy de los que consideran que una persona no tiene por qué escuchar mis ideas o pensamientos, así porque sí. No tiene por qué ser molestada (un inciso: respecto a molestar, tampoco tengo esa costumbre tan española de hablar a gritos, se esté donde se esté). Yo hablo cuando hay que hablar. Menos que muchas personas y más que los mudos. No siempre tengo algo importante para decir. Y no por hablar más se demuestra más. Siendo sincero, soy feliz sin gastar saliva, pensando para mis adentros y reflexionando sólo conmigo mismo de infinidad de cosas. Disfrutando del silencio.

Como muestra, una parte de una frase extraordinaria de Platón, utilizada por una persona muy especial, ella, quién si no:
"El hombre que siente mucho, habla poco".


II- Si tengo virtudes, no soy quien para enumerarlas. Eso se deja para que la gente me las diga, si quiere decírmelas o las merezco. Pero podría atreverme y decir una: saber escuchar.



III- En cuanto a los defectos, algunas personas considerarían como uno de ellos el primer punto. No me opongo. Cada uno es como es, verdaderamente. Yo no lo considero un defecto. Tengo bastantes, por cierto. Como el no valorar las cosas a veces, la dejadez, la inconsciencia, la pasividad, la indecisión y la brusquedad. Mi modo de hablar rápido y atropellado. Mis nervios mal disimulados en multitud de ocasiones. Y mi tendencia a perdonar pero no a olvidar.



IV- Me encanta la soledad. Si disfruto del silencio, disfruto también de la soledad. Ocasional, eso sí. Quiero decir que no siempre me gusta la soledad. No siempre soy así de solitario. Muchas veces necesito a alguien, y más ahora que tengo pareja. Pero, siendo sincero de nuevo, no me desespero si he de pasar un tiempo solo. Verdaderamente, dos cosas necesarias para mí en ocasiones son el ensimismamiento y la independencia.



V- Leer. Ya he hablado en varias entradas sobre ello. Una en concreto, dedicada por entero a libros, y a mis libros. Adoro leer desde bien pequeño y no concibo la vida sin lectura. Tengo varios libros predilectos, pero si tuviera que quedarme con uno (y hablamos de literatura propiamente dicha) sería con El conde de Montecristo. Lo tiene todo. Aventuras, amor, amistad, odio, venganza, drama...y es infantil y adulta a la vez. Soy un clásico, también para esto. Y este clásico es imperecedero.



VI- No soy un ciudadano del mundo, como dicen algunos progrecillos y comunistas de salón. No soy ciudadano del mundo para unas cosas y español cuando convenga, o europeo antes que ello. Ni siquiera mediterráneo, con todo su significado (ya escribí en otra entrada de eso también) , como dicen otros (y otras), aun reconociendo mis posibles similitudes con un argelino de la costa, por ejemplo (exceptuando la religión), un siciliano o un napolitano antes que con un vasco o gallego. Desde luego que soy profundamente almeriense, la adoro y la detesto, la alabo y la critico, como todo buen hijo de su tierra. Pero por encima está lo de ser español. Soy español en todas las situaciones, buenas y malas. Y ello va antes de mis posiciones políticas. Me siento profundamente español, por los cuatro costados. Amo a mi patria, aunque frases como estas ya no se digan y le suene retrógrado y "facha" a mucha gente. Soy un apasionado de España y de su historia, su cultura, sus pueblos y buena parte de su idiosincrasia y tradiciones. Reverencio a Castilla como su alma y a la ciudad de Toledo como su símbolo, aun cuando no toda España es como Castilla ni todas las ciudades son como Toledo. Esa variedad es otro de los puntos fuertes de nuestro país. Como historiador soy un enamorado de la historia en general, y con la de España no podía ser menos, si bien reconozco sus muchas vergüenzas y puntos negros. Pero es lo que hay, sin duda. Soy, en puridad, un patriota en el sentido del término. En oposición al nacionalista, quien considera su país (o región o incluso provincia o ciudad, que esa persona considera nación) mejor que todos los demás únicamente por ser el suyo, y es por tanto más agresivo y excluyente, el patriota ama a su país, la tierra de sus ancestros o de adopción, simplemente y sin radicalidades. La unión a una patria puede venir por diversos supuestos y conceptos, en ocasiones verdaderamente abstractos. La historia, la cultura, los valores, la antropología o las tradiciones, etc. Me considero español y patriota, pero no nacionalista. Ni mucho menos chovinista. Si amo a mi país, también reconozco sus flaquezas y sé percibir las virtudes de otros países. En muchas ocasiones me habría gustado ser alemán, italiano (podrá comprobarse que soy bastante italiano en mis gustos y preferencias. Ciertamente me encanta Italia. No sé si es además por mis antepasados del país en forma de bota), noruego, inglés, austríaco, irlandés, estadounidense o incluso francés. Pero eso no pasa de bravata. Nunca he dado la espalda a mi país.
Para mí las entidades e instituciones tienen un enorme valor; y conceptos físicos y abstractos como bandera, escudo, himno, constitución y otros símbolos son profundamente respetables y no considero se deban tratar a la ligera y mucho menos con desprecio. No contemplo a las banderas, por ejemplo, como "simples trozos de tela sin valor" como dicen los pretendidos apátridas (ni que se deban quemar, como hacen con la de España ciertos españoles) , ni a los escudos y blasones como blanco de pintadas y violencias, o a los himnos como pitables. Una bandera o un himno me transmiten sensaciones indescriptibles. Tienen todos ellos profundos significados y una honda trascendencia, fruto de un largo recorrido. Los actuales, los pretéritos y los antiguos. Tanto los de mi país como los de los demás, incluidos regiones y pueblos.



VII- Sí, también he hablado en multitud de ocasiones de ese amor a España. Como también del cierto odio que puedo llegar a sentir. Muchas veces llego a sentir desprecio, hastío o indignación ante algunos valores profundamente instalados entre nosotros, los españoles. Como la falta de civismo (respecto a la suciedad de las calles, el maltrecho estado del patrimonio y de otros espacios o la mala educación) y la tendencia al chismorreo y al fariseísmo.



VIII-Música. Tampoco concibo la vida sin ella. Escucho prácticamente de todo y tengo un gusto realmente muy variado. Verdaderamente, desde rock, heavy metal, synth pop y new romantic (tengo auténtica debilidad por la música de los años 80, esas melodías de amor y desamor, y en ocasiones tristes y melancólicas, otras veces alegres y positivas; una década irrepetible) , innumerables bandas sonoras de películas ( entre varios autores predilectos, como Hans Zimmer o Basil Poledouris, Ennio Morricone es el rey para mí. Lo considero uno de los mejores compositores musicales del siglo, acaso el mejor), ópera (especialmente Giuseppe Verdi y Richard Wagner) , pasodobles, power metal, cantantes melódicos italianos...Me pierdo. Mi grupo favorito y absoluto, sobre todos, es Led Zeppelin. Me resultaría imposible quedarme con cinco canciones suyas. Así, a bote pronto, como más favoritas se me vienen a la mente The battle of evermore, The rover, Tangerine, In my time of dying y Dazed and Confused. Respecto a quedarme con una sola canción fuera de la inmortal banda inglesa, el que me guste tanto tipo de música dificulta enormemente la labor. Toda una miscelánea.
Tengo algunas predilectas. Lo mismo me emocionan, alteran, animan o hacen decaer las muy nuestras En er mundo o Suspiros de España, o unas cuantas composiciones de Ennio Morricone para spaghetti-westerns, o ese baladón de Los Scorpions Still loving you, o algún temazo ochentero como You´re my heart, you´re my soul de Modern Talking , Dance with me de Alphaville o Dancing with tears in my eyes, de Ultravox. El italoamericano Mario Lanza cantando O sole mio o Una furtiva lagrima. La tristona balada de película Who wants to live forever, de Queen. La hermosa italiana I treni di Tozeur , de Franco Battiato y Alice. O esa preciosa y profunda Always on my mind, compuesta para Elvis Presley. Esa y la versión de los Pet Shop Boys en los 80 son de mis canciones favoritas, también. La setentera More than a feeling, de Boston, también estaría entre ellas, como siempre ha estado.



IX- Soy, en bastantes aspectos, un joven de mi época. Incorporado algo más tardíamente que otros, además de por ser un hijo de mediados de los 80, la verdad es que no tuve ordenador hasta los 16 años. El teléfono móvil vino casi por imposición materna. Recuerdo con nitidez el viaje de estudios del colegio (a mis 14 años) llamando a la lejana casa desde una cabina de teléfono. Qué tiempos. Compárese con ahora, con nuestra época.
Manejo ordenadores aunque mis conocimientos informáticos son lamentables, y uso móvil, mp3 y otros aparatos. Y me conecto con frecuencia a internet, entre otras cosas, para las redes sociales, amén de las ediciones digitales de los periódicos, o mismamente para escribir aquí. Aparatitos. Ciertamente nos ayudan a hacernos la vida mejor. Pero de ahí a hacernos por completo dependientes de ellos, media un trecho. Cada vez se está pasando más y más a la conversación por escrito, al chateo y mensajeo lejano vía móvil y portátil, obviando el cara a cara, el contacto humano. Y lo dice alguien poco hablador en teoría como yo. Por no hablar de la progresiva pérdida de intimidad al volcar mucha gente sus fotografías, vídeos y demás, o describir minuciosamente su día a día, llegando prácticamente al extremo de tuitear cuando se está ocupado (u ocupada) con las aguas mayores en el cuarto de baño. Me niego a hacer depender de mi vida de un i-phone o similares con internet. Lo digo yo, para quien internet ha intervenido tan decisivamente en su vida. Y si bien me conecto con frecuencia a las redes sociales o para escribir aquí, mi mundo no se acabaría si tuviera que prescindir de todo ello. Y desde luego aún no he llegado al extremo de hacer de un teléfono móvil algo para absolutamente todo, fardar de ello y estar totalmente dependiente de él, como el otro día unos cosmopolitas modernillos maduritos en el tren. Mientras escuchaba a medias su estúpida conversación, yo seguía con mi libro (de papel, por supuesto). Me verían como atrasado y poco moderno, pero me importa tres cojones. Aún quedamos gente así, para su asombro. Poca, pero hay.
No me gusta nada el que el ser humano esté delegando tanto en las máquinas. No me voy a poner apocalíptico de ciencia-ficción, pero no me gusta nada de nada.



X- Cinéfilo digo en el perfil. Exactamente no sé el significado exacto de eso, y si me puedo considerar uno. Pero sí. Adoro el cine. Especialmente el histórico, el épico, el western, el spaguetti-western y el drama. Considero al cine como otra vía de evasión, un disfrute por el cual abstraerse durante la visión del largometraje, con sus imágenes, su música, sus diálogos y todo lo que pueda transmitirte. Una película puede ser capaz de trasladarte a una época en concreto, o hacerte meter en la óptica de tal o cual personaje, sentir lo que sienten, enaltecerte, alterarte, entristecerte, alegrarte, enamorarte, ilusionarte, divertirte, incluso incitar en tí el gusto por la historia...Simplemente disfrutar. Aunque me faltan muchos largometrajes por ver, he visto unas cuantas y tengo películas favoritas. Aquí puedo ser más concreto que con la música. Si pudiera elegir 10 supremas para mí, aquellas vistas más de 5 veces y las cuales sin duda quiero ver de nuevo siempre, en cualquier momento, aquellas que me más me han marcado, y se han quedado más en mi memoria, serían desde luego éstas, por orden cronológico y excluyendo a mi pesar algunas y otras pocas más recientes, que precisamente por eso serán de nuevo valoradas dentro de 10 o 15 años. Es una lista muy personal donde no todas las películas serían consideradas como obras maestras absolutas, pero son sin duda todas las que más me han tocado la fibra, han pervivido más en mi mente y en mi corazón, me han hecho reír o llorar, han despertado mi imaginación o mi pasión por la historia o cierta leyenda, o simplemente me han hecho caer rendido ante el arte del cine : Espartaco (1960), La muerte tenía un precio (1965), El bueno, el feo y el malo (1966), El Padrino (1972), El Padrino, parte II (1974, para mí mejor y superior que la primera), Barry Lyndon (1975), Excalibur (1981), Indiana Jones y la Última Cruzada (1989), La Lista de Schindler (1993), y Braveheart (1995).



XI- Fatalismo y pesimismo. Algunas personas encuadrarían esto en los defectos. Yo no lo creo así. Ya hablé de esto también. El pesimismo no debe equipararse con el negativismo. Alguien pesimista está preparado siempre para lo peor, debido a su óptica de las situaciones, y a su disposición sobre las cosas. No implica ver todo con sentido negativo, ni a estar siempre triste ni nunca alegre, sino a esperar cualquier cosa. Tanto de la gente como de las experiencias, los proyectos o el día a día. El exceso de optimismo es poco recomendable, pienso. Conviene perder la inocencia, añado. Además, el pesimista, de recibir algo, triunfar, salir bien parado o algo por el estilo, lo tomará como algo inesperado y la sorpresa será mucho mayor que para el optimista. Por contra, si recibe un mazazo, contrariedad o disgusto, estará mejor preparado para ello y lo afrontará mejor que el ingenuo.
Así que soy pesimista porque, además de considerarlo mejor modo de vida, no puedo ser otra cosa, me parece.



XII- La buena mesa. Ah, la comida. El alimento. La pitanza. Las viandas. Qué ineludibles tentaciones. Más aún para un metabolismo tan engordante como el mío. Siempre me ha encantado comer y mi habitual tendencia al sedentarismo durante años hicieron el resto, hasta que la dinámica cambió hace tres años al empezar a correr. Pero vayamos al grano. Adoro comer y todos los alimentos me son gratos, toda clase de carnes, verduras, frutas y pescados, y otros artículos, a excepción de dos: los mejillones y los caracoles. No puedo con ellos. Ambos me parecen particularmente repulsivos. Uno no acaba de entender la querencia del español por el caracol, verdaderamente un gusano baboso. En fin.
Como digo, soy un tragaldabas. Tampoco sabría quedarme con una comida predilecta, pero sí es cierto que tengo favoritismos y tendencias por algunas en concreto. Comenzando por el más básico, el bocadillo o bocata. Ya sea de jamón serrano con tomate, de calamares, de queso, de sobrasada con queso... Pero sigamos. Hablemos de platos. Como la pasta en su buen número de formas, tipos y presentaciones, destacando la lasagna, los macarrones en varios estilos y los spaghettis y tallarines igualmente de muy variados estilos; la tortilla de patatas; las patatas fritas con huevos; las patatas bravas; las patatas en ajillo; el arroz (tanto en paella, como al horno, como negro, chino o risotto); las migas; el cocido; las habichuelas con chorizo; el estofado; las berenjenas rellenas de carne; los boquerones fritos con pan (sí, comida simple donde las haya) o la carne con tomate. En cuanto a artículos en concreto, reconozco mi absoluta adoración y adicción por el queso.
Y en cuanto a postres y dulces, para qué seguir. Nunca dejaré de darle las gracias a los aztecas por el chocolate, y a los conquistadores y/o a los religiosos españoles por traerlo a Europa. En cuanto a la tarta de queso, no sé exactamente a quién o quiénes he de agradecérselo; por lo visto es un postre milenario. Pero mil gracias, humanidad. Y a los italianos, por traer desde China los helados, o por esa creación sublime llamada tiramisù.



XIII- Me encanta el Arte, con mayúsculas. Es una de las cumbres del ser humano en toda su historia. Ahora bien, soy muy tradicionalista respecto al arte, en el sentido de aborrecer por completo el moderno, el contemporáneo. Lo considero una total tomadura de pelo. Para mí Salvador Dalí, con todas sus idas de pinza, es el último gran artista conocido de la historia. Contemporáneos suyos como Miró ya me parecen más "vendedores de motos". En fin, como decía el arte en todas sus vertientes me apasiona. Tengo predilección por las esculturas griegas y romanas, el Panteón de Agripa en Roma, las iglesias y catedrales tanto renacentistas como barrocas españolas e italianas y la arquitectura empleada en los ensanches de las ciudades en el siglo XIX. En cuanto a la historia de la pintura, me encantan los artistas flamencos de los siglos XV y XVI, los retratos renacentistas de grandes personalidades, la pintura tenebrista de Caravaggio o Ribera, los impresionistas franceses, los historicistas españoles y ya en nuestro siglo, Sorolla.



XIV- Antes de tener novia, me preguntaba muchas veces qué fémina tendría el valor suficiente de aguantarme y quererme, con todos mis inconvenientes. Dudaba de su existencia. Pero la encontré. ¿Se ve o no? El pesimismo aludido antes. Y la encontré, para mi asombro. Ella es mi mejor regalo recibido nunca. Un premio inmerecido. Mi sol está en su rostro y aún me pellizco por si sigo en la realidad. Tenemos bastantes cosas en común y otras no tanto, algo por otra parte recomendable en una relación de pareja. Pero no me vanaglorio si digo que saltan chispas entre nosotros.
Así que así estoy, más feliz que una perdiz, sentimentalmente hablando. Ella es mi mayor pasión, mi sol por las mañanas, mi luna por las noches y mi faro todos los días.
Decir que es lo mejor que me ha pasado nunca es decir poco...



XV- Ella precisamente conoce hace tiempo otras dos de mis grandes pasiones: el café y la prensa (leer el periódico, en general). Ciertamente resulta difícil separarme de estas dos cosas. Recuerdo que, más joven, el café no me gustaba nada de nada. Mis padres son grandes cafeteros pero hasta prácticamente mis 18 o 19 años no comencé a disfrutar de la degustación de esta ineludible bebida estimulante y relajante a la vez, ritualística y socializante. Tan intricada en nuestros hábitos desde hace tanto tiempo. Tomarse un café no se reduce únicamente a bebérselo en el desayuno, a media mañana, después de comer, a media tarde o por la noche incluso. El acto mismo implica la compañía (cuando no se está solo tomándoselo, que también es posible) de una o más personas, un rito obligado en casa, en la calle, de viaje o en un restaurante. Tomarse un café puede contener conversaciones trascendentales, dramáticas, cómicas, inolvidables o simplemente cotidianas. También puede ser un descanso, un oasis de relajación en el ajetreo y ruido de la vida de diario. Una obligación. Ya sea con mi madre, con mi novia, con mi tía, con alguna amistad o cada día con la familia después de comer, en la sobremesa. Es saltar de la cama y tras lavarme la cara ya tengo un café con leche frente a mí. El solo con azúcar de mediodía es inexcusable. Y desde luego el cortado con mi novia o con mi madre. Algún cappuccino en festivos o días especiales. Un día me resulta raro si no me tomo mis habituales 3 o 4 cafés.
Respecto a leer el periódico, es algo también indisoluble de mí. Es otra pasión facilitada por mi abuelo materno, si bien mi padre es otro gran lector de periódicos. Leer un periódico es otra de mis rutinas, y me refiero a leerlo en papel. El de toda la vida. No siempre puedo leerlo en versión impresa, como más me gusta, así que en ocasiones he de conformarme con las ediciones digitales. Desde hace bastante tiempo soy un asiduo lector de artículos de opinión, desde los últimos años del difunto Jaime Campmany. La opinión es prácticamente lo primero que miro de un periódico, casi antes que los titulares. Ese afán diario no siempre puedo hacerlo, pero me gustaría. Y leer el periódico en sí, por supuesto. Teniendo siempre cuidado de no dejarse aleccionar en una época en la que hasta los diarios deportivos han caído en un forofismo lamentable. Por eso mi diario favorito es El Mundo, ya que, aunque teniendo una línea editorial muchas veces acorde con mis propias ideas, a veces difiero de ellas, y su nómina de articulistas es variada e incluso hay disparidades entre ellos. Algunos son verdaderamente neutrales, como mi admirado David Gistau.
Leer un periódico (sea cual sea) en papel, si puede ser con un café al lado, es uno de los pocos placeres que nos van quedando en un mundo tan cambiante y pro-tecnológico, por así decirlo.



XVI- Acabo con las pasiones. Queda la Historia. Ahora por fin soy un licenciado y puedo sacar un poco más de pecho, pero aún es pronto para saber si la historia me dará de comer o no. Si será mi forma práctica de vida. Digo práctica porque, aunque no me produzca ningún rédito, la historia forma parte de mi existencia. Me ha interesado sobremanera desde que tuve unos 11 o 12 años. Ese afán por leer, investigar, saber, conocer, interesarse, analizar, criticar, subyugarse...empaparse de todo tiempo pasado (unas veces fue mejor, otras peor), ya sea de tu país o de cualquier otro. Y no sólo las grandes personalidades, como emperadores, reyes, generales, duques, nobles, líderes y cabezas pensantes. Lo dice un carlista (por Carlos I de España) exaltado, un juanista (por Juan de Austria) o un felipista (por Felipe II, aunque algo menos) como yo. O alguien para quien uno de sus personajes históricos predilectos es Fernando (Hernán) Cortés. Me apasiona la historia tanto por saber de humanos de recuerdo imperecedero e inmortal, como de gente anónima, desde soldados rasos, trabajadores gremiales, simples curas, investigadores, molineros, pícaros, exploradores, trotamundos...hasta el más humilde especimen del más miserable pueblo recóndito. Cierto es que la historia de los primeros es mucho más estimulante, pomposa y hasta cierto punto más interesante que la de los segundos. Y aunque a primera vista (así ha quedado a los ojos del mundo) la aportación de los grandes nombres a la Historia de la Humanidad ha resultado decisiva y trascendental frente a la de todos esos anónimos, una profundización en el estudio y en la óptica te lleva a valorar más correctamente a los "sin nombre", ya fueran inventores, simples soldados o marineros, arquitectos o labriegos. La historia no son sólo grandes reyes y emperadores. También cuentan, y mucho, ese grupo de soldados realizando una hazaña trascendental en un momento determinado, esos monjes copiando a mano la sabiduría de Occidente en la Alta Edad Media, los anónimos primeros "científicos", los también anónimos esclavos e intérpretes que tan valiosa y valerosamente sirvieron a los conquistadores españoles en América, o los primeros hombres que intentaron cultivar algo en la tierra, en los primeros compases de su historia.
La historia, pese a que no siempre sea bonita, ejemplar, aleccionadora o entretenida, es enormemente necesaria, desde siempre. La experiencia no es siempre una garantía, y hay innumerables ejemplos históricos, pero es válida. Es mucho más que una ciencia. Es una de las cosas más hermosas que existen, y nunca debe olvidarse. Viva la Historia.



XVII- Aunque, ingrato de mí, nunca se lo diga, admiro profundamente a mis padres. A los dos. Por todo lo que han pasado desde siempre, todo lo que han vivido, por su esfuerzo y dedicación inquebrantable en criar y facilitar mi entrada en el mundo , primero a mí y luego a mi hermano. Por sabernos educar de tan buena manera como siempre nos han educado, e inculcarnos tan loables valores desde pequeños. Y por quererme desde que nací y aguantarme tanto y tantas cosas.
Además, y me avergüenzo profundamente de ello, casi nunca les he dicho "te quiero" u "os quiero" y escasas veces se los he demostrado.
Sólo espero poder agradecérselo a los dos convenientemente algún día.