16.2.12

El regreso de Lutero

En cierto periódico digital, diariamente visitado por mí desde 2004, y con el cual coincido generalmente en prácticamente todas las opiniones (si bien uno va desarrollando una propia opinión y una propia conciencia, por lo que a veces se está de acuerdo y a veces en desacuerdo, algo positivo, creo) desde entonces, tiene desde hace varias semanas una polémica, mantenida por sólo un colaborador. Pero dicha polémica está trascendiendo el ámbito de su web, por las ideas expuestas y las sentencias emitidas.

El colaborador es un conocido y polémico escritor-historiador de notable cultura especializado en temas de historia, y además locutor de radio y colaborador en prensa de papel. Su cantidad de libros publicados es extraordinaria, y por ello ha sido criticado en ocasiones, por lo increíble del número al año, además de por sus ideas, evidentemente. Hace no mucho tuvo ciertas diferencias con otro colaborador (e historiador, aunque éste no de carrera) del periódico digital cuyas ideas estaban derivando tiempo ha hacia el radicalismo por su excesiva benevolencia con el franquismo. De ese tema ya hablé en verano, pero vuelvo a insistir en mi oposición a muchas de sus tesis, que no todas. Lo cierto es que la polémica acabó con la expulsión de ese historiador antiguo miembro del GRAPO. Según algunas habladurías, por insistencia y rencor del colaborador aludido hoy. Con aquel como con éste hace tiempo estoy desengañado, como he dicho, por el desarrollo de una conciencia propia y una opinión personal, no sujeta a las tesis de uno, otro o cinco autores. No se debe ser oveja.

Pues bien. La polémica surgió a raíz de los sucesivos artículos del autor, relacionada con el protestantismo, el catolicismo y las diferencias tanto económicas, como sociales y culturales, entre los países católicos, como España entre ellos, y los protestantes, los reformados. Además relaciona los peores defectos de la izquierda española con el catolicismo, entre otras ideas. El autor es protestante por lo que quedan claras sus preferencias. Serían perfectamente respetables sus tesis si no fuera por el tufillo radical protestante y el afán de blanquear dicha vertiente del cristianismo. Las opiniones vertidas, como digo, están trascendiendo el ámbito de su web y según parece, el autor está perdiendo lectores y oyentes a pasos agigantados. Además, dicho escritor trabajaba antes en la emisora católica (de la Conferencia Episcopal) y desde hace más de un año, se emplea en otra, entonces ahora tiene más libertad para sus soflamas luteranas.

Desde luego es perfectamente respetable y compatible ser español y protestante, en la actualidad y desde hace muchos años, ya que la libertad religiosa se alcanzó en nuestro país ya a finales del siglo XIX, si bien, en una nación tan arraigadamente católica como la nuestra, desde siempre tuvieron que contar con la desaprobación y la incomprensión de buena parte del pueblo, además de, claro está, con la abierta oposición de la Iglesia (es decir, la iglesia católica española, la tradicional, la poderosa desde los tiempos tardoantiguos, la preponderante, de ahí la mayúscula empleada desde siempre). Es muy respetable, repito. Pero no tanto faltar a la verdad y obcecarse tal y como si uno fuera un puritano del Mayflower o un calvinista exacerbado.

Vaya antes por delante mi declaración de agnosticismo. Realmente no creo en Dios y dudo definitivamente de su existencia. Siempre he leído que un agnóstico duda de la presencia de Dios, pero piensa que, al igual que no se puede demostrar su existencia, tampoco se puede demostrar su ausencia; mientras, un ateo niega radicalmente la existencia de Dios. Considero además que las personas ateas tienen un espíritu más fuerte, por así decirlo, ya que no necesitan querer creer en que hay un ser supremo para después de la muerte y a quien dirigen sus plegarias, anhelos y deseos. Por otra parte, tomo como perfectamente respetables a las personas creyentes y devotas, y entiendo su conciencia. Pero sin excesivos radicalismos. Soy tradicionalista pero no un meapilas. Y desde luego no soy un acérrimo defensor de la Iglesia Católica.

Dicho lo cual, vayamos al lío. Comienza este historiador con algunas frases demoledoras, que bien sintetizan su pensamiento y resumen las 16 machaconas (a día de hoy) entregas sobre, según él, las brutales diferencias entre países católicos y protestantes: "España se quedó descolgada del regreso a una serie de valores recogidos en la Biblia que se tradujeron en aquellas naciones donde triunfó la Reforma en una nueva ética del trabajo, una superior cultura crediticia, una alfabetización acelerada, una revolución científica y un reconocimiento de la primacía de la ley”. Para ello se basa en el uso de la Biblia y en una exposición de datos históricos, económicos y culturales. Todo ello traído a colación de la larga y actual crisis económica y las distintas situaciones de los países, ya sean católicos o reformados.
Como tantas veces se ha dicho recientemente (ya el importante filósofo-sociólogo-economista alemán Max Weber, protestante, lo planteaba en su famosa La ética protestante y el espíritu del capitalismo, de 1904) y argumentado, los protestantes son más ricos, menos manirrotos, más trabajadores, más emprendendores y menos afectados por las crisis, mientras los católicos son más derrochadores, holgazanes, inmovilistas y padecen sobremanera las recaídas económicas. Aquí, como tantas otras veces, mi antaño respetado escritor cae en la comparación tan repetida y maniquea de que en los países protestantes se fomenta salir de la pobreza, el trabajo duro y la ganancia superlativa de dinero, mientras en los católicos se aboga por la vagancia, las ayudas sociales y el seguro de desempleo. Desde luego parte de razón tiene. Un buen número de malos ejemplos tenemos en España. Como también es malo generalizar. No se debe. Duros trabajadores hay en todos lados, sean papistas, calvinistas o confucianos. E innumerables ejemplos de gandules católicos. Españoles que levantaron un país, como los emigrados de Andalucía, Murcia, Castilla La Mancha y Extremadura a Valencia , Cataluña y Madrid, o a Suiza, Alemania, Bélgica o Francia. Gallegos y asturianos que fueron a todos lados , dentro y fuera de España, si era preciso al Cono Sur. Alemanes y británicos ya regañan bastante a españoles, italianos y griegos, y por más que se empeñen, no cuela lo de protestantes-buenos-trabajadores y católicos-malos-gandules.

Según el autor, la Iglesia y otros defienden la situación persistente de pobreza que genera envidia hacia los ricos porque les favorece...¿ein?. Saca a colación también el hecho de que los protestantes se apoyaron desde siempre en el Antiguo Testamento, con un Yahvé vengativo y ejecutor, mientras los católicos tras Trento prefirieron centrarse en el Nuevo, con una divinidad más agradable. Según esto, los protestantes han de trabajar muy duro en su vida y ser dominados por la sobriedad, el ahorro, la austeridad y el cilicio, mientras los católicos pueden y deben llevar una vida padre, todo excesos y festividad, con pocas obligaciones y lamentos, para luego arrepentirse en el lecho de muerte.
Esto explicaría la natural predisposición de los reformados al trabajo y a la consecución de riqueza (riqueza que además está bien repartida, según él) en comparación con la orgía inmovilista de los apostólicos romanos. Ciertamente es una virtud de la Reforma, el énfasis en los bienes materiales conseguidos, pero desde luego, en los países protestantes tampoco se puede observar menos pobreza, más justicia social y que esté mejor repartida la riqueza.
Por cierto que ya en plena Edad Media surgieron en la Iglesia, cuando aún era una, disputas sobre la conveniencia de adoptar mayor austeridad en la vida y un rechazo de las riquezas materiales, como la Orden de los Franciscanos. La diana de todas las críticas, era, evidentemente y con razón, el inmenso poder del Papa y su pecunio. Desde luego la iglesia Católica ha sido desde siempre inmensamente rica, tanto por su dominio sobre el pueblo ya fuera en forma de tierras, reliquias o donaciones como por su buena relación con las figuras monárquicas, pero desde luego las iglesias reformadas no puede decirse que sean precisamente parroquias modestas y pobres. Recordemos un país como Inglaterra-Reino Unido, donde el rey (o reina) es a la vez una especie de Papa, a raíz de la movida de Enrique VIII, y el arzobispo de Canterbury, prácticamente un gregario. Gregario todopoderoso, eso sí.
Curiosamente, Lutero predicaba la pobreza para algunos, y la riqueza para otros según la voluntad ya escrita de Dios. Pero esa es otra historia.

Será mejor que no me adentre tanto en cuestiones teológicas y bíblicas, aspectos que domino bien poco, dado mi laicismo-agnosticismo. Dejémosle eso a nuestro autor y a un buen número de expertos en dichas materias.

Yo quería hablar hoy sobre los dislates expuestos sucesivamente en la comparación entre países protestantes y católicos con una obsesión paranoica, pocas veces vista. Según todo ello prácticamente todos los males tienen un origen católico. Y relaciona, como otros escritores y autores, la manifiesta decadencia de España a partir del siglo XVIII con su resistencia en el Concilio de Trento frente a los protestantes. Decadencia extendible a restantes países católicos, y actualmente en ebullición, como Portugal, Italia e Irlanda, y también aplicable a la inestable Hispanoamérica. Por supuesto también relacionada con la depauperada Grecia, ya que, a fin de cuentas, como he leído varias veces, los ortodoxos son primos hermanos de los católicos. Frente a toda esta patulea de naciones papistas tenemos a las impecables protestantes, esto es Alemania, Suiza, Gran Bretaña, Noruega, Holanda, Dinamarca, Suecia, Finlandia, EEUU y Francia, entre otros. Aquí también chirría, en varios puntos.

Francia se suele encuadrar en el grupo de los buenos, porque pese a su larga tradición católica, hace tiempo entró en el camino del laicismo y la secularización. Yo esto por ejemplo sí lo considero positivo. Pienso que hace mucho tiempo ya no es la época donde la iglesia era tan necesaria como en la Edad Media, y no estoy comparando a la religiosidad con el medievo y el oscurantismo. Simplemente creo en el laicismo como avance, aunque quizá no sea la mejor persona para decirlo, pues me gustan las ermitas, iglesias y catedrales como monumentos a admirar y lugares de paz, y me encanta la imaginería de la Semana Santa. Pero no paso de ahí. Pero volvamos a Francia. País avanzado, reformado y por tanto trabajador, se declaran católicos nada menos que el 51% de la población, mientras protestantes únicamente el 2%. Ciertamente la Reforma afectó marginalmente al país vecino, aunque bien le jodió con sus Guerras de Religión de finales del XVI. Por tanto Francia no le debe nada a Lutero. Para nuestro autor, sí.

Resulta curioso que este mismo autor no hable a fondo de Alemania, sólo nominándolo como país también profundamente reformado y modelo ejemplar, cuando la realidad es que regiones tan importantes como Baviera, que de ser un país independiente estaría entre las 10 primeras economías del mundo, son católicas. Más del 60% de los alemanes son cristianos, y aproximadamente cada vertiente (catolicismo y protestantismo) reúne un 31%. Todo el mundo sabe que Lutero era alemán y la Reforma nació en mayor medida allí. Pero tampoco triunfó en su totalidad y ha sido una de las causas de la eterna división alemana hasta 1871. Por tanto, tampoco son plenamente protestantes, como todo el mundo, creo, sabe. Los organizados, disciplinados, ricos y ultratrabajadores germanos tienen su malvada parte católica, qué se le va a hacer.

Como resulta escandalosa la omisión de Austria, país de larga tradición católica y durante siglos potencia europea. Actualmente, los apostólicos romanos reúnen aún a un 74% de la población (los ateos suponen el 11%). Austria, otra de las economías más fuertes del mundo, pese a sus reducidas dimensiones territoriales, y todo un ejemplo de pujanza monetaria, civismo, nivel de vida , bienestar y cultura, con Viena y Salzburgo a la cabeza.

Entrando en el Benelux, tenemos cifras encontradas. Los tres países, Holanda, Bélgica y Luxemburgo, han sido tradicionalmente economías punteras. En el pequeño país de Luxemburgo predomina el catolicismo, en Bélgica suponen el 75% y en cuanto a Holanda (o Países Bajos) es un país mayoritariamente sin religión, aunque se declaran católicos un 26% y protestantes un 17%.

Suiza, otro típico ejemplo de economía puntera, riqueza y trabajo y más trabajo, no tiene religión oficial, pero más del 80% se declaran cristianos, y como en Alemania, fifty-fifty para reformados y católicos, si bien las ciudades más grandes son mayormente protestantes. Pero ha tenido durante siglos conflictos religiosos y tampoco se puede decir que sea una nación totalmente reformada.

Y por último pero no por ello menos importante, los Estados Unidos de América. Encuadrar a esta nación entre las reformadas , es, considero humildemente, un nuevo error de bulto. Primero porque es oficialmente un estado laico y prácticamente desde su nacimiento en 1776, pero sobre todo por la amalgama de credos que ha conformado la historia de los estadounidenses, en sí un verdadero país de inmigrantes. De acuerdo con la importancia primigenia de los protestantes (en 1607, llegaron en el Mayflower, desde Inglaterra los puritanos, es decir, unos radicales de la Reforma), con todo su buen rollo (ironía) y su afán de mestizaje (nueva ironía), pero no se puede desdeñar en absoluto la importancia del catolicismo, personificada en los inmigrantes italianos, irlandeses y polacos (fundamentalmente esos tres) quienes fueron levantando el país, junto con llegados de otras partes de Europa y el globo, con múltiples creencias, siendo el judaísmo la más notoria de ellas. El importante sustrato italiano e irlandés de EEUU es bien conocido, fundamentalmente por el cine, y aquí tampoco conviene generalizar. No todos se lanzaron a la mafia y al crimen organizado. En los últimos 60 años se ha acrecentado la llegada de mexicanos, centroamericanos y suramericanos (mal llamados latinos) que tampoco son muy luteranos, precisamente.
Tampoco es muy acertado , como hace este historiador, alabar en demasía a EEUU y ponerlo como otro de los ejemplos a seguir. Es un país al cual admiro en cierta forma, pero de ahí a calificarlo como uno de los Estados cuasiperfectos media un trecho. Desde luego, es un país donde cualquiera ha podido y puede realizar su sueño, y es el paraíso del capitalismo. Pero también ha habido fracasados, y muchos, como puede verse en la literatura y el cine. De acuerdo con que ha recibido siempre a todo el mundo recién llegado, pero no ha estado exenta de violentas y frecuentes tensiones. Ya desde el principio, los primeros colonos (los españoles habían fundado San Agustín, en la Florida, ya en 1565, hecho mejor conocido por los norteamericanos que por nosotros, pero eso es una constante. Su impresionante castillo del siglo XVII aún domina el Atlántico) llegados en 1607 manifestaron poca simpatía por los indios nativos. Era sólo el comienzo de la brutal lucha desigual entre los colonos de los EEUU, reforzados constantemente desde Europa, y los indígenas, conquista del Salvaje Oeste de por medio. Innumerables tribus fueron reducidas hasta las cenizas, y otras miserablemente recluidas en reservas. Eso en algunas zonas. En algunos estados el último indio que se vio fue en los tiempos de El último mohicano, y valga la redundancia. Por tanto no fue tan idílico el protestantismo, y mucho menos al compararlo con el catolicismo en relación a los españoles en su Imperio de las Indias. Desde luego los exploradores, conquistadores y colonos castellanos no fueron unos santos y había algunos demonios, pero practicaron un mestizaje bastante humanitario con los indios prácticamente ausente en la América Protestante. Todo ello bajo la atenta mirada y recomendación del clero católico (recordemos a Bartolomé de Las Casas). Mestizaje que, a veces positivamente, a veces negativamente, se contempla actualmente desde México a Chile.
Pero sigo con Estados Unidos. Las famosas y usadas siglas WASP (White, Anglo-Saxon and Protestant) deja bien a las claras como eran quienes cortaban el bacalao en las colonias norteamericanas. No puede ser un gran modelo de perfección idílica protestante, cuando la esclavitud de los negros pervivió hasta 1865 y los afroamericanos no alcanzaron plenos derechos civiles hasta las revueltas sociales de hace apenas 50 años; increíble. Siguiendo con los protestantes, también se opusieron a la llegada de católicos, principalmente irlandeses, como puede verse en Gangs of New York (basada en hechos reales) , y las luchas en las ciudades se sucedieron durante décadas y décadas. Por no hablar de la situación en el Far West. No, no todo fue idílico entre los protestantes de EEUU. Fue un mundo violento, racista y de gatillo fácil.
¿EEUU país reformado? A trozos. ¿Perfección y modelo? Bueno, si se cree en la supremacía de la raza blanca sobre las demás, se considera uno con derecho a todo y odias a los papistas romanos, sí. Por suerte los Estados Unidos no sólo lo han formado luteranos, calvinistas y demás ralea.


En cuanto a la evolución histórica (aunque yo ya haya ido dando brochazos de Historia, no lo puedo remediar) el autor, presa de la más elemental y hereje Leyenda Negra, impropia de un español, no duda en posicionarse al lado de los enemigos de España durante siglos. Incluso, moteja a Felipe II de "gran destructor de la grandeza española". Desde luego la política de los sucesivos reyes nos fue mandando al garete, pero decir esa patraña lo considero exagerado.
España se fue hundiendo en gran parte por su culpa, desde luego. Como también echaron una mano los amigos protestantes, con ingleses y holandeses a la cabeza, por tierra y mar (por suerte el hombre aún no volaba, si no hubiera sido también por aire) y con malas artes muy típicamente herejes. España, defensora en Trento de Roma, se veía a veces lamentablemente traicionada por ella o por otros entes católicos como Francia, Portugal y Venecia. Era el pez gordo y había que pescarlo como fuera. Pero esa también es otra historia.


Desde luego, en este retrato idealizado del protestantismo no podía faltar la habitual comparación entre la negra Inquisición española y las restantes. Entre la furibunda violencia católica y el pacifismo reformado.
¿Pacifismo reformado? Ja. Parece olvidar (mejor no querer mencionar) algunos ejemplos.
Como el de Reino Unido. Los miles de católicos ejecutados durante la separación de Inglaterra y Roma con Enrique VIII. Política continuada en el breve reinado de su hijo Eduardo VI, con conversiones forzosas y quema de católicos y anabaptistas. Su sucesora, la católica María Tudor , ciertamente no supuso la tranquilidad e igualmente empleó la represión, ahora hacia el lado contrario. Quedó para la historia como Bloody Mary. La siguiente reina, su medio hermana Isabel I, tampoco apaciguó los ánimos y continuó la Reforma en Inglaterra, reanimando el furor anticatólico, con ahorcamientos, despedazamientos, destripamientos o lapidaciones. Varios centenares de ejecuciones cada año. Más sangre. Bonitas escenas, no dignas de una película con Cate Blanchett dando discursitos enfundada en armadura. Más adelante tenemos a Oliver Cromwell, muy alabado por nuestro historiador. Cromwell, puritano, es presentado como un adalid de la libertad, cuando fue un dictador militar que suprimió el Parlamento y entre otras buenas acciones, culminó la colonización de Irlanda y masacró a irlandeses y católicos, llegándose a plantear los historiadores si las cifras de estas acciones bélicas eran las normales para la forma de guerra de la época o se excedieron, como sólo se pasan de la raya en ocasiones los ingleses. Un santo desde luego no fue. La isla esmeralda quedó muy trastocada. Expropiadas sus tierras y aniquilados buena parte de los católicos, las acciones de Cromwell son reconocidas por personajes posteriores como Churchill como uno de los motivos de los irlandeses para rechazar a Inglaterra. El sentimiento nacionalista irlandés surgió para siempre.

En Alemania, aparte de las acciones de la Inquisición Luterana, que también hubo, y muy al germano modo, tenemos el furor antisemita del mismo Martín Lutero, quien hablaba así: "Pero, ¿qué sucederá si finalmente incendiamos las sinagogas de los judíos y les prohibimos que alaben públicamente a Dios, que recen, enseñen, y pronuncien el nombre de Dios? Seguirán haciéndolo en secreto (...) debemos lavarnos las manos de la blasfemia judía y expulsarlos de nuestra patria." (Sobre los judíos y sus mentiras, 1543) . Así que menos achacar el ansisemitismo únicamente a los católicos, poniendo una vez más el ejemplo de la expulsión de los judíos en 1492 de España, como hace el susodicho historiador. Antisemitismo ha habido siempre, desde luego, y por desgracia. Siempre se le han buscado las cosquillas al judío usurero, rico y avaro, una miserable raza culpable de la muerte de Jesucristo y de las desgracias de los cristianos. En las diversas partes de lo que por entonces era Alemania se fueron expulsando sucesivamente a lo largo del siglo XVI. En Inglaterra se había procedido a echarlos en el lejano año de 1290, y en Francia, en sucesivos mandatos en el siglo XIV.

En cuanto a los Países Bajos y Flandes, la influencia de la Reforma se unió al conglomerado existente en estas zonas, con unas de parte de la Monarquía Hispánica y otras, independentistas. En algunas ciudades anteriormente católicas como Amberes o Gante se procedió, con furor protestante, a romper imágenes en las iglesias.

De nuevo en la pacífica Suiza, tenemos al amable personaje de Juan Calvino, líder primigenio de los simpáticos calvinistas, una de las sectas protestantes más tristes y deprimentes de la historia. Fue Calvino quien llevó a la hoguera a Miguel Servet , teólogo y científico español descubridor de la circulación pulmonar, en Ginebra (1553). Bien es cierto que Servet era un reformado, y que estaba perseguido por católicos y protestantes, pero fueron los calvinistas quienes acabaron con él, por hereje. Fue todo un escándalo en Europa, aunque Calvino siempre se mostró orgulloso de su hazaña. Y éste es sólo el ejemplo más famoso. Vaya, resulta que no sólo hubo Torquemadas en España.

Siguiendo con las comparaciones históricas, en autor relaciona el absolutismo con el catolicismo, excluyendo al protestantismo de tal hecho, alabándolo como "resistente a la tiranía". Hombre, reyes absolutistas ha habido unos cuantos, y no pocos, pero querer presentar como monarcas dictatoriales únicamente a los apostólicos romanos es meter un poco la gamba. Un par de ejemplos valen, aparte del ya mencionado "Lord Protector" Cromwell:
En la misma Francia tenemos a un notorio hugonote, Enrique IV de Francia (el de "París bien vale una misa") quien se convirtió al catolicismo someramente sólo para subir al trono. Fue un rey popular y consiguió suavizar las Guerras de Religión, pero lo cierto es que fue el iniciador del absolutismo en Francia (dejó de convocar los Estados Generales, una especie de Parlamento, entre otras decisiones despóticas y reforzadoras del poder regio) . Su asesinato por un fanático católico en 1610 acrecentó su leyenda entre los franceses.
Y en Inglaterra, al archiconocido Enrique VIII, de quien no hace falta decir mucho más. Un rey quien lo mismo se quitaba de enmedio a esposas que a colaboradores cercanos, o a católicos obstinados. Tomás Moro era ambas cosas.
Hablando de Inglaterra, se puede relacionar a esta nación con otras fuertemente protestantes, como los países escandinavos, los cuales en la actualidad siguen manteniendo a sus reyes como monarcas y líderes religiosos a la vez, como la reina Isabel II, quien es "Suprema Gobernadora de la Iglesia Anglicana", como los reyes de Dinamarca o Noruega, luteranos éstos. Muy libertario no parece. Y siempre se ha criticado, y con razón en ciertas ocasiones, la opulencia del Vaticano, pero lo cierto es que estos reyes-jefes de Iglesia, ni son pobres ni están en la cima de una iglesia de misioneros.
Por cierto que en Escandinavia la conversión al luteranismo del pueblo fue forzosa, por mandato real, en el siglo XVI. Y en Alemania, uno de los lugares donde más pervivió el feudalismo, como en Prusia, y ya en el siglo XIX, tenemos como otro ejemplo las escasas libertades que el protestante Bismarck dio a los católicos alemanes.

En fin. Desde luego he ido leyendo pacientemente todas sus entregas, y no he encontrado una sola razón para apoyar el protestantismo decididamente y renegar del catolicismo. Es decir, de decidirse por la Reforma como bien supremo, libertario y positivo para España. El catolicismo ha tenido y tiene sus claroscuros, como todo. Puede que más aspectos negativos que positivos, quién sabe. Y, algo tampoco desdeñable, verdaderamente el Papa no ha sido siempre un amigo de España; en ocasiones estuvo temeroso de tanto poderío territorial y económico hispano, siendo España "martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma" (en arcaicas palabras de Menéndez Pelayo) , tristemente ha sido injustamente tratada por el sucesor de Pedro y su tinglao montado de forma oscura por las Donaciones de Constantino en el centro de la península itálica. Claroscuros. Como también ha tenido luces y sombras el protestantismo, algo que tampoco reconoce este autor.
La única diferencia que vislumbro entre países católicos y protestantes es en la religiosidad. En el mundo católico es más visible e importante en la vida de los ciudadanos, en ocasiones demasiado notorio. En el protestante, queda más soterrado, como más laico, por así decirlo, aunque tenga su importancia. Aunque desde luego leyendo el lema In god we trust de los estadounidenses te desconcierta un tanto. Pero sí, debemos reconocerlo: en los países católicos se da una religiosidad más festiva, más espectacular, menos discreta. Especialmente si hablamos de la mayor parte de España y del centro y sur de Italia.

Este autor, decepcionantemente, se ha posicionado decididamente no sólo en favor de la Reforma, además, en favor de la Leyenda Negra alentada desde los tiempos de Felipe II contra España. Ejemplos hay cientos . Aborrecer de la cultura española desde Trento en comparación contra la "superior" protestante es dejarse en el tintero a innumerables autores como Quevedo, Calderón de la Barca, Feijóo o Jovellanos, por no volver a Cervantes, y sólo estoy mencionando literatos. Decir que no hubo "Ilustración católica" pero sí "Ilustración protestante" es sectarismo. Y criticar la acción de los españoles en América, sin decir palabra alguna de los ingleses, franceses y estadounidenses en el mismo continente, es ser un falsario. Tampoco dice palabra alguna sobre el esclavismo de negros (practicado por todas las naciones, pero muy notoriamente por ingleses) y las resistencias de los ilustrados ingleses a suprimir la esclavitud. Hay que ser falsario. Y un afectado, un acomplejado contaminado por la Leyenda Negra. Atentos a estas insólitas palabras del muy gabacho Charles de Gaulle, y comparémoslas con nosotros, los españoles:

"Si los franceses hubiéramos tenido la dicha y la gloria

de haber descubierto, colonizado y evangelizado

el Nuevo Mundo, creando el mestizaje, creando pueblos,

fundando ciudades y universidades, ¿qué no diríamos?"


Creo sinceramente que se debe a la modestia de nosotros, los españoles. Modestia que en multitud de ocasiones deriva en serio acomplejamiento influido por lo políticamente correcto; es decir, lo correcto para la inmensa mayoría de las naciones, es incorrecto para la nuestra.
Yo desde luego, siendo laico y defensor de la laicidad, por poco o nada católico que sea (o sí. Me encanta Roma y todo lo que representa. También me gusta la imaginería católica, el barroco y las iglesias recargadas. Más mundanamente, en deportes, sigo desde siempre al Celtic de Glasgow, todo un símbolo del catolicismo en Gran Bretaña), por poco o nada católico que sea, como digo, y pese a los muchos defectos existentes en los países católicos, no voy a alabar demasiado al protestantismo, por mucho que lo critique positivamente y me gusten aspectos de la cultura de sus países y su idiosincrasia. Reconozco mi gusto y admiración por países como Alemania, Noruega, Islandia e Inglaterra. Inglaterra, de nuevo. Soy muy inglés para algunas cosas y en ocasiones me encantaría ser uno de ellos, como he dicho unas cuantas veces.
Por otra parte, y no sé si tendrá algo que ver el tema expuesto hoy, desde siempre me han gustado Irlanda, Italia, Austria y el land alemán de Baviera. ¿Qué tienen en común? Su tradición católica, la cual acerca más a España a estos países y regiones que los protestantes-reformados. Mi adoración y simpatía sincera por los dos primeros, Irlanda e Italia, viene de muchos años atrás, y sin duda da para otra entrada. Dejémoslo en que me gustan casi tanto como mi país y sin duda me sentiría más cómodo en ellos que en los protestantes. Aunque debo reconocer que sí envidio algunos aspectos de países reformados o con mayorías protestantes, como el del civismo, la educación, la limpieza de calles y espacios públicos, la tendencia a la discreción...características inexistentes o aisladas en España o en Italia. Pero sin duda me encantan tanto el país transalpino como el de Irlanda. No en vano, tengo antepasados italianos. Y estaría feliz allí. En mi idealizada Grecia también, desde luego; pero por su mediterraneidad, como dije en verano. Volviendo a los protestantes, no puedo ni quiero alabarlos demasiado ni anhelarlos.

Más que nada, y aunque los habitantes y dirigentes actuales no tengan culpa alguna, por todo lo que representan y han representado en la historia de España, en su acoso y derribo y en su caída progresiva desde 1517, por lo menos. Piratas, corsarios, guerras, revueltas, concilios y alianzas de herejes, el protestantismo nos ha hecho mucho más mal que bien. Bien es cierto que el catolicismo no es la panacea y tiene buena parte de culpa en nuestro endémico retraso. Pero no toda, claro está. Aquí todos tenemos algo que ver, si bien es cierto lo de que buena parte de la Iglesia ha estado siempre de parte del poder. Pero actitudes como la de este autor, ensalzando al protestantismo frente al malvado papismo romano, como si estuviéramos aún en el siglo XVI, están bastante fuera de lugar y mucha gente se ha dado cuenta.

Y posicionarse a favor de los protestantes en la historia desde 1500, y entre otras cosas tildar de gandules a tus compatriotas, con todo lo que ha caído desde siempre, es una enorme falta de respeto para España, su historia y su pueblo. Yo creo eso. Uno es como es. Cuando incluso es consciente del error, pero sigue obstinado en su defensa, porque forma parte de él en cierto modo y no hay otra cosa. Es lo que hay. Realismo y fatalismo. Y orgulloso de su pasado, de su historia y de su idiosincrasia, para lo bueno y para lo malo.

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