1.10.11

Esperando a Alatriste

Sí, ya sé que queda casi un mes. Concretamente, 26 días. Pero, dado que ahora disfruto de Internet muy de cuando en cuando y que felizmente no dispongo de tanto tiempo para navegar y/o escribir parrafadas , hablaré hoy de la gran novedad literaria española del año.

Como digo, y sabrán ya muchos (y muchas, no me pillarás, Bibiana, como diría él), el 27 de octubre sale a la luz la séptima entrega de las aventuras del capitán Alatriste, El puente de los asesinos, ambientada en la Venecia del siglo XVII, lógica continuación de las correrías de nuestros inolvidables héroes y antihéroes por Italia, tras Corsarios de Levante.

¿Qué puedo decir yo de Alatriste, y de nuevo de Pérez-Reverte? ¿Realmente importan mis insignificantes opiniones? Bueno. El fenómeno Alatriste apareció en 1996, cuando su autor, en buena hora, tuvo la feliz idea de publicar una serie de libros, una suerte de novelas entre la novela histórica y la novela de aventuras de capa y espada con gotas de picaresca y realismo, muy típicamente española. Con ellas mi admirado y nunca bien ponderado señor Pérez -Reverte pretendía acercar la historia española a la gente en general y a la juventud en particular, mediante un estilo narrativo atrayente y unas aventuras que mantuviesen en vilo a los lectores, muy en la línea, por ejemplo, de Dumas. Centró además las novelas en una época muy preciada para él, la del Siglo de Oro, ambientada la serie entre 1620 y 1643, cuando España aún se creía, se consideraba y se sabía Imperio y las potencias europeas lo sabían perfectamente, pero a la vez era un gigante con pies de barro donde la economía empezaba a hacer aguas, la miseria inundaba las calles y comenzaba a derrumbarse el poderío de los Austrias. Todo ello aderezado con el atractivo de ese Siglo de Oro irrepetible en lo cultural, con unos tales Cervantes, Lope de Vega, Calderón, Velázquez, Quiñones de Benavente...la España de El Quijote, del entremés, del corral de comedias, de los pícaros y de los tercios. Esa España la cual el propio Pérez-Reverte "odia y ama" según sus propias palabras.

La primera entrega apareció en 1996, y cayó en mis manos unas Navidades, las del 98, creo. Ése y El club Dumas (propiedad de mi abuelo) fueron mi aproximación al escritor cartagenero. Así que pronto caí en sus redes, atrapado por su forma de escribir y su amor a la historia de España y a la novela de capa y espada. Luego fueron apareciendo Limpieza de Sangre (1997), El sol de Breda (1998), El oro del rey (2000), El caballero del jubón amarillo (2003) y Corsarios de Levante (2006). Por razones inexplicables, no pude leerme El caballero... hasta hace pocos meses y hace un mes, Corsarios. Pero me he actualizado rápidamente. Las novelas ya publicadas suponen todo un fresco del siglo XVII español, pero no sólo centradas en España, ya que el Sol de Breda está ambientada en Flandes y Corsarios de Levante, en ese mar Mediterráneo que tanto ama el autor, desde Berbería a Turquía pasando por Nápoles. Las otras novelas de la serie se quedan en ese Madrid peligroso y oscuro de espadachines, curas, daifas, corruptos y pícaros, con alguna salida esporádica de la Villa y Corte.

El protagonista absoluto es evidentemente el capitán Diego Alatriste y Tenorio, veterano de mil correrías y varias guerras, un personaje fatalista y estoico, muy en la línea española, que se gana la vida como espadachín y matarife. Pérez-Reverte lo hace amigo de Quevedo y otros personajes ilustres de la época, y su punto de vista predomina en las primeras entregas de la serie. Porque a partir de El caballero...se va imponiendo la visión de Íñigo Balboa, el otro gran protagonista, un mozalbete cuyo padre fue amigo de Alatriste y que al morir aquel en Flandes, deja su Oñate natal y se va a vivir a Madrid con el capitán. Así, vamos asistiendo a cómo se va haciendo mayor Íñigo, como va aprendiendo a pensar y experimentar, recibe las primeras cuchilladas de la vida, y sus primeros amores y además, como cambia su punto de vista del capitán, hasta entonces un semidiós. Ya en El caballero del jubón amarillo Alatriste aparece como un personaje no tan modélico y honorable, mucho más oscuro y pendenciero, borrachín atormentado por sus demonios interiores, cansado verdaderamente de vivir y va buscando la muerte no ya a cada esquina, sino a cada paso. Con todo, ambos siguen permaneciendo juntos espalda con espalda aun cuando las diferencias entre ellos comienzan a ser muy grandes. Íñigo además comienza a tornarse, cosas de la edad, como un joven algo fanfarrón y altivo, que desoye los consejos de un denostado Alatriste. La verdad , para mí, Iñigo Balboa nunca me ha gustado demasiado. Siempre he preferido al propio Alatriste o a Sebastián Copons, su silencioso compadre. Pero aquí me ocurre como en otro de mis libros favoritos, la insuperable trilogía de los Mosqueteros, ya que, aun gustándome mucho D´Artagnan, mi personaje favorito era y es el taciturno y experimentado Athos.

Pero es la óptica de Balboa la del lector. Y Balboa/Pérez-Reverte, además de narrar y describir, inserta discursos y opiniones de Íñigo sobre la España de la época, de las cuales la mayor parte son extrapolables a la nuestra. Ahí se reconoce muy bien al Pérez- Reverte articulista de Patente de Corso , cuando da caña a todo Cristo y se muestra tan equidistante de todo y todos, amando y odiando a España verdaderamente. Opiniones en su mayor parte políticamente incorrectas en nuestros cándidos días de buenas y optimistas ideas. Aunque los pijoprogres quieran encuadrarlo, con el aura de tolerancia propia del progresismo, en la extrema derecha, todo el mundo que lea mínimamente a don Arturo conoce su tendencia política.

Otro de los puntos fuertes de las novelas es su lenguaje, ya que, aún siendo en ocasiones algo más grosero (típicamente de su autor) , es totalmente contemporáneo de la época tratada, el Siglo de Oro. Es esa una gran virtud en nuestros días, cuando aclamadas y vendidísimas novelas históricas adolecen de un lenguaje totalmente actual. Ya no sólo que piensen como en el siglo XXI, aunque la novela esté ambientada en el siglo XIII. Es que hablan como hoy día. En Alatriste no. Los personajes, los diálogos, los tacos y las narraciones son muy de época, muy de su época. Pérez-Reverte conoce muy bien y admira profundamente a los autores del Siglo de Oro y su serie de Alatriste es un homenaje a todo ello. Además intenta difundir su importancia en el lenguaje castellano (algo reconocido por los expertos lingüistas, quienes se lo agradecen al autor) junto con la historia de España, de ahí sus repetidos intentos por difundir los heroicos hechos de los tercios y las victorias navales en el Mediterráneo y el Atlántico.

Pero no todo es luz, gloria y victoria. No son éstos unos libros pro-imperiales donde no hay crítica, como los escritos hace 100 o 50 años. Pérez-Reverte siempre ha luchado contra todo eso, para "quitarle la camisa azul" (por el franquismo y su mal uso propagandístico), como él mismo dice, a todos aquellos personajes españoles que realizaron machadas y proezas. A esos personajes y sus respectivas épocas. La España de Alatriste es, con todo, grande en su gloria y en su miseria. Así, si en la serie de aventuras se nos cuentan las victorias aplastantes del ejército español, también nos cuentan algunas derrotas, los malos procederes de los nobles y mandamases, la mala distribución del dinero y la riqueza, el excesivo poder de una porción del clero, la absoluta miseria de buena parte del pueblo llano y la crueldad de la gente en general. Pese a todo, los teatros se llenaban y las ciudades bullían de literatura. Y hay más antihéroes que héroes. Es un mundo de antihéroes, de cuchilladas en las calles oscuras, y de personajes estoicos que aguantan lo que haya que aguantar. Porque es lo que hay. No hay otra salida. Silencios cortantes y miradas largas, muy de spaguetti-western. Esto quedó bien reflejado en la película de 2006, película en general bastante buena cuyo mayor fallo fue condensar todos los libros en una película. Pero es bastante aceptable (sobre todo considerando cómo suelen cagarla con las adaptaciones de Pérez-Reverte. Y el final me gustó mucho, cuando van cayendo uno por uno los últimos soldados de Rocroi al compás de la Madrugá sevillana. Yo sí lo vi apropiado) con un muy correcto Viggo Mortensen pese a su dificultad para hablar bien castellano. De todas formas, Diego Alatriste habla más con el acero y la mirada que con la voz.

Por último, la descripción de ambientes. Pérez-Reverte nos traslada a toda una época irrepetible. Contemplamos el Madrid de los corrales de comedias, la Sevilla de los malandrines con su jerga indescifrable, el Nápoles de los españoles ("Ver Nápoles y morir") , la Berbería de los presidios, el enfangado Flandes de la victoria de Breda. Nos maravillamos ante las ciudades. Sentimos el sol darnos en el cogote, los callejones ensombrecidos y peligrosos, el resonar de los pasos sobre la piedra, el tintineo del acero, el aroma del cuero, el salitre de la mar, la sangre derramada, propia y ajena...hasta podemos oler el sudor en los duelos y en las calles atestadas de gente. Una experiencia inolvidable, ya me marcó cuando era más pequeño, significó mucho para mí y resulta inseparable de esos buenos ratos en soledad haciendo volar la imaginación. Hoy día sigue siendo una opción muy recomendable, por supuesto.

Pues eso. Esperando con ansia el 27 de octubre. Para volver junto al capitán y a Íñigo. A ese lugar de la mente y del corazón, a luchar por todo.

-Desnudemos los aceros.
-Mierda de Cristo.
-No queda sino batirnos...


Muchísimas gracias, de todo corazón, d. Arturo. Con toda humildad, para usted
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