18.7.11

18-VII-1936

No estoy descubriendo América, desde luego , pero hoy es 18 de julio. Un día normal, por lo general muy caluroso en casi toda la Península, pero que en España dista un trecho de ser completamente de ordinario. Desde hace ya 75 años, ahí es nada.

Hablaba en la anterior entrada de los héroes de Igueriben y del destino reservado para algunos de ellos años después, en 1936. Hoy escribo sobre el día tomado como simbólico del inicio de la rebelión de una parte de los militares contra el gobierno de la República. Un alzamiento, un golpe de Estado (tan característicamente españoles, una de las cosas exportadas a América) para derrocar mediante las armas y no por las urnas a ese gobierno. El desencadenante de la Guerra Civil. Para mí, como dije, el momento más vergonzoso de nuestra Historia, y desde luego hay varios. Pero éste se lleva la palma.

Españoles contra españoles. Vecinos contra vecinos. Hermanos contra hermanos. No hubo buenos y malos. Sólo barbarie y maldad. Y España, profanada e indefensa, sin saber a dónde dirigirse. Como esa vaquilla de la película de Berlanga. Ganara quien ganara, perdía España.

Porque ganara quien ganara, su victoria estaría sustentada en el odio y en la muerte. En el asesinato, justificado o no, de compatriotas. Guerra incivil.

Quién sabe si no se hubiera producido el alzamiento de Sanjurjo, Mola, Franco y cia. , si no hubiera estallado la guerra. Eso es historia-ficción y las posibilidades son varias, muchas. Con todo, la situación en esa primavera y verano de 1936 distaba mucho de ser una balsa de aceite. El país estaba ya dividido en dos frentes irreconciliables y las posiciones centristas, apaciguadoras, fueron las grandes marginadas. Además, las muertes de policías y hombres armados de distintos signos políticos se había convertido en habitual. En vísperas del alzamiento se produjo el asesinato de Calvo Sotelo, importante político conservador, alterando aún más los ánimos. La suerte estaba echada. En realidad, estaba echada desde antes de 1931. Aunque la II República tampoco fue ese régimen perfecto que ciertos historiadores, periodistas e hintelectuales (con h. Nótese la ironía) quieren hacernos creer, lo cierto es que vino en mal momento internacional y nacional, porque España seguía sin estar completamente regenerada, con teóricos, espadones y cirujanos de hierro incluidos. La rémora viene de muy atrás. ¿1909? ¿1898? ¿1868-1874? ¿1833? ¿En concreto, el reinado de Fernando VII y su hija la de los tristes destinos? Puede que tras echar a los gabachos en 1814, la mejor solución hubiera sido expulsar también al rey felón y a buena parte de los curas y señores feudales. O no. Somos España.

No hubo buenos y malos. No hay buenos y malos. Desechando toda la propaganda, toda la papelería y toda la historiografía oficial y no oficial, revolucionaria o contrarrevolucionaria, no hay por dónde coger ciertas cosas. Quitemos o añadamos muertos miserablemente, no deja de ser una barbarie indefendible. Llámese Guernica, Paracuellos, Badajoz, Barcelona, Cárcel Modelo, Alcázar, Virgen de la Cabeza, Alicante, carretera de Málaga a Almería, Ebro, Belchite. Checas. Revolución o Cruzada. Sacas y paseos. Tiros en la nuca. Fusilamientos sin juicio.
La verdad sobre la guerra no está en los pomposos, escandalosos y sectarios libros de cifras, sino en algunas novelas e historias verdaderamente neutrales, trágicamente desengañadas donde se expresa la iniquinidad del conflicto. Réquiem por un campesino español, de Ramón Sender, o A sangre y fuego, de Manuel Chaves Nogales , bien valen como enormes ejemplos. Hay otros títulos españoles, menos apolíticos, más posicionados o no, y un buen número de obras de autores extranjeros, tipo Orwell, Malraux o Hemingway. Es entonces cuando te preguntas quién les dio vela en este entierro a los de fuera, Brigadas Internacionales y ayudas concretas de algunos países aparte. Muchos sólo vinieron a hacerse fotos y recabar material para sus novelitas, por no decir otras cosas menos decorosas.

Y por supuesto, más verdad aún contienen las innumerables experiencias de los españoles de a pie. De los campesinos, de los clérigos inocentes, de los trabajadores urbanos, de las clases medias y bajas de los pueblos y ciudades. Vivencias de miedo, terror, escasa felicidad e incertidumbre. Sirenas. Ruido de bombas por encima del techo. Sacas a las tantas de la noche. Denunciar al vecino porque no te vendió aquel terreno. Porque no te saludaba. O simplemente porque le odiabas. Hacer colas kilométricas, no para comprarte el i-phone, sino para conseguir un poco de comida. Experiencias como la de mi abuelo, que con 14 o 15 años trabajaba de panadero por la noche y pisoteaba el pan para poder llevárselo a casa, al quedar inservible para la venta. O en los bombardeos de la flota alemana a Almería, donde en las avalanchas de gente, perdió a algún familiar. Bombardeos de los que se resguardaba mi abuela, a toda prisa y con pocas esperanzas de volver a salir, en los refugios antiaéreos construidos en el centro. (Visitar esas catacumbas, recientemente rehabilitadas, es toda una experiencia).

Y tras tres años de conflicto y más de medio millón de muertos, la paz. Aunque el régimen triunfante (de cualquier signo) hubiera instaurado una democracia, difícilmente hubiera cerrado las heridas en un corto plazo de tiempo. Demasiadas canalladas se cometieron. Aunque Franco y sus compañeros de armas distaron mucho de ser lo que se dice unos apaciguadores. Pero eso da para otra entrada.

En fin. 18 de julio, comenzaba la Guerra Civil. Esa guerra va a estar siempre ahí, para nuestra desgracia. Se puede perdonar. Se puede mirar para adelante. Olvidar es más difícil.

Perdió España.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado un monton, y tienes mucha razón. Ganara quien ganara, siempre perdía España.

    Un besote

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias señorita. Es... nuestra historia de siempre.

    Otro besote para tí.

    ResponderEliminar