26.6.11

Radicalidades

Me encanta la prensa. Como fiel lector de periódicos en versión impresa, al recurrir también a la web, una de mis páginas habituales, hojeada cada día un buen número de veces es Libertad Digital, desde 2004. Uno de sus mayores responsables es el polémico Federico Jiménez Losantos, con quien tengo algunas opiniones en común y otras tantas en desacuerdo. El número de lectores de este periódico virtual es casi igual o mayor que el de detractores. Se caracteriza por informar de las noticias acontecidas, las sabidas y las no sabidas, es decir, las que no suelen decir los medios adictos al régimen del presidente de la Paz. Y por sus artículos de opinión sin pelos en la lengua, posicionándose claramente. Hay quien considera que LD no es imparcial, pero lo cierto es que puede dar estopa a ambos lados, si bien es cierta la inclinación declarada hacia el conservadurismo. Por otra parte, otros medios de distinto cariz como El País, Público, La Sexta, el Avui o el Gara tienen una línea editorial bien definida y nadie se rasga las vestiduras. La eterna buena imagen de la izquierda, en España. Que sea considerado más demócrata y tenga mejor cartel defender y apoyar a Otegui y Bildu en vez de Aznar (por ejemplo; o a la Cuba de Castro en vez de a Israel) es para hacérselo mirar. En fin.

Estos últimos días anda latente un debate entre varios colaboradores de la web, relacionado con el franquismo y sobre su defensa o no desde posiciones liberales, democráticas. En LD publica desde hace un tiempo Pío Moa, historiador sin formación conocido por sus peculiares opiniones sobre la II República, la Guerra Civil y el Franquismo. Moa, quien en su juventud integró las filas del GRAPO y ahora parece Blas Piñar, es alabado por una buena parte del público y abiertamente vilipendiado por la otra buena parte del respetable. Sus libros gozan de una considerable cifra de ventas, desde luego. Siempre ha dicho las cosas sin pelos en la lengua, pero últimamente sus opiniones están cada vez más fuera de lugar, más salidas del tiesto. Tanto que desde el propio periódico han surgido voces discordantes contra sus personales opiniones. Ahora uno de los hombres fuertes de LD, César Vidal, otro a quien he abandonado desde hace un tiempo, se suma a darle una colleja a Moa. Menos mal, porque hacía falta. Me explicaré.

Yo, he de reconocerlo, tengo dos libros suyos. Adquiridos, eso sí, hace ya siete años. Tampoco reniego de ello, porque también considero que el mejor sitio de un libro (sea cual sea) es en la estantería, no muerto de polvo o en la basura. Los libros (sobre la Guerra Civil) me gustaron y, consecuentemente, he seguido a Moa desde entonces en la web. Desde hace unos dos años, menos. También opina de otras épocas como la Edad Moderna o el siglo XIX. Pero estoy cada vez más alejado de sus posiciones.

Es normal que mi pensamiento no sea actualmente el mismo de hace seis o siete años. Respecto de muchos temas. Si antes me identificaba claramente con una posición, muy definida, las lecturas variadas, la contemplación de los hechos y el desarrollo de una propia conciencia y mentalidad, crítica o no, me hacen ir, cada vez más, a una equidistancia de todas las posiciones. Un maverick. Estoy como entre Pinto y Valdemoro, y, aunque tenga una opinión definida y de una cuerda concreta (las personas que me conocen lo saben), no soy como los bueyes que asienten y comulgan con todo. No.

Y con esta polémica no puedo ser menos. Yo sí, soy liberal, de derechas, conservador o como demonios sea -no en todo, ciertamente- , pero desde luego no puedo justificar o defender el franquismo desde una posición democrática o liberal. No. Aún reconociéndole algunos méritos, como la estabilidad del país durante los difíciles años de la Guerra Fría o la creación (directa o indirectamente) de una clase media la cual despolarizó a la sociedad española, no se puede apoyar una dictadura (sea dictadura o régimen autoritario) impulsada al poder desde las armas, sostenida mediante el autoritarismo y la represión, por mucho que la situación fuera peculiar tras una Guerra Civil, y la cual sólo los años y los tiempos van suavizando y aperturizando; desde luego, no es lo mismo el franquismo de los 40 y 50 que el de los finales de los 60 y 70. Entre 1946 y 1973 media un abismo, por poner un ejemplo. Decir como dice Moa que, gracias a Franco hay democracia, que en las cárceles había pocos presos políticos o que desde el liberalismo se puede defender una dictadura que dé estabilidad al país, es descabellado, pienso yo desde mis 25 años. Una dictadura no es defendible, sea de derechas, izquierdas o de centro, si eres demócrata y partidario de la libertad. No.

Posiblemente Franco hubiera pasado de mejor modo a la Historia, dentro de lo posible, si, al concluir la guerra, se hubiera apartado del poder y hubiera hecho posible una vuelta a la democracia, tras los años locos de la República. Porque ni una cosa ni la otra; desde luego la II República no fue una época dorada donde la gente mejoró sus condiciones de vida, ni todos los campesinos recuperaron las tierras, ni las mujeres eran respetadas y alcanzaron cotas nunca vistas, ni las clases populares recitaban a Machado y Hernández, ni los curas eran tiránicos y pedófilos (sin generalizar, por favor) como tampoco las izquierdas fueron pacíficas, la panacea y la única solución , y desde luego no fue la primera democracia de la historia española ni un régimen demasiado loable, porque las posiciones estaban muy polarizadas. La II República vino en mal momento internacional (con la crisis económica y el auge de los autoritarismos y totalitarismos de diverso signo) y desde luego se agravó por la peculiar situación de España arrastrada durante años y años, situación incluso retrotraíble a los años negros de Fernando VII e Isabel II. La España de la II República era, en muchas partes de nuestro país, todavía la España del cacique y el señorito, del magnate monárquico y del campesino y obrero inculto, donde el pistolerismo y el anarquismo radical había calado hondo y no había habido una verdadera regeneración a pesar de la buena época de la Restauración.

Así, pienso, ni la II República fue uno de los mejores momentos de la Historia de España y como tal debió ser salvada a toda costa , vaciando el Banco de España y desvalijando el Museo del Prado, si hiciera falta, y transformando el país en una pequeña Rusia, como defienden unos historiadores; ni considero que Azaña, Negrín o Largo Caballero fueran grandes políticos;
Y desde luego, creo , en la Guerra Civil no hubo buenos y malos. Sólo malos. Personalmente la considero como el momento más vergonzoso de nuestra Historia, donde todo el mundo se llenó de mierda hasta el cuello. Como tampoco pienso que Franco es o fuera ese gran hombre como cantó en otro tiempo Víctor Manuel y suscriben otros autores, pero no por ello creo que se deba volar por los aires el Valle de los Caídos, como desean otros.

Perdonar, sí. Olvidar, nunca. Para lo bueno y para lo malo.

He dicho.

17.6.11

La bóveda eterna


Me encanta viajar. Visitar lugares, pueblos y ciudades. Tengo todavía pendiente una gran ruta por España, desde luego, cuando el dinero sea mi amigo. Aunque fuera de nuestro país, existe una urbe que tengo muy presente. Y más desde que fui en 2005, cuando incluso nos pilló encima todo el fregao del fallecimiento y las exequias del Papa, que ya es casualidad. Hablo, claro está, de la ciudad de Roma, la cual la tengo siempre muy presente como digo, pero que ahora, con el visionado de Los Borgia en Cuatro y un par de asuntos más ha vuelto con fuerza a mi pensamiento y mi corazón. Quién viviera allí...

Desde luego Roma no necesita presentación. Todo lo que dijera aquí de poco serviría. Es una de esas ciudades inmortales (la auténtica Ciudad Eterna, desde luego) mediante las cuales te sientes un poco más orgulloso de ser humano, por así decirlo. Roma es antigüedad, arte, humanidad, historia, todo a toneladas, vida y frenesí, plazas y calles repletas de gente y vías atestadas de tráfico, donde para cruzar de un lado a otro has de tirarte realmente a los coches. Más de tres millones de personas, no siempre del todo civilizadas. Roma es caótica y puede llegar a ser bastante sucia y desordenada. Al fin y al cabo, es la ciudad del Anfiteatro Flavio y del Circo. Pan y circo. El circo de hoy es el fútbol. No soy demasiado futbolero, pero uno de mis equipos del alma es la Roma (Associazione Sportiva Roma) , un club con escasos títulos en su octogenaria historia, un claro ejemplo de una institución con más sentimiento que éxitos. Desde luego no todos los equipos tienen en el escudo a la loba capitolina y visten los colores de la ciudad, el rojo granate y el naranja dorado.
En fin. Roma siempre ha estado ahí. Desde Rómulo y Remo, los Césares, las catacumbas paleocristianas, las invasiones bárbaras, las brumas altomedievales, Miguel Ángel , los Papas pomposos y a veces lascivos del XVI y XVII, el refinamiento neoclasicista y la Unificación de Italia. Los famosos y ajados adoquines de sus calles simbolizan a la perfección el corrido de la urbe. Aunque actualmente se parezca poco a esa ciudad de película italiana de los 50 y 60, tipo La dolce vita; la globalización hace que actualmente Roma sea, curas, cardenales, madamas depredadoras y trattorias aparte, también pakistaníes que te intentan vender un paraguas cuando caen cuatro gotas, puestos de negros vendiendo baratijas en las cercanías de la columnata de Bernini en el Vaticano o chinos quienes, fieles a su carácter, te hacen de todo, como regentar restaurantes supuestamente italianos donde te sirven una pizza bastante discutible. Al menos los propios italianos se siguen ocupando de sus insuperables gelati...qué mejor lugar para tomarte uno de stracciatella que la Fontana di Trevi.

Es francamente imposible quedarse con un solo lugar de Roma. Si hay ciudades con un monumento que justifica casi por sí solo su visita, Roma tiene varios. Muchos. ¿Con cuál me quedaría? ¿Las ruinas del Foro, preñado de historia y política? ¿El maltrecho Coliseo, símbolo de la crueldad humana, con sus gladiadores de charol haciéndose fotos con los turistas? ¿El monte del Capitolio, antiquísimo y renacentista, con su escalinata de Miguel Ángel y su Marco Aurelio de bronce a caballo? ¿Las iglesias barrocamente barrocas, como Il Gesù , Sant´Ignazio o San Luigi dei Francesi, cuando Roma era Caput mundi? ¿La espectacularidad gigantesca de la basílica del Vaticano, o la más pequeñas y coquetas de Santa Maria Maggiore y San Juan de Letrán? (San Giovanni in Laterano, qué bonito es el idioma italiano, desde luego) ¿La Piazza Navona y sus fuentes de Bernini? Pues no. Me quedo con el Panteón. El Panteón de Agripa. Por cierto, siempre me ha gustado nominarlo de esa forma, en vez de "de Roma", por ejemplo, acaso por más sonora (aunque Agripa no moviese un dedo por él) y para diferenciarlo de otros como el de París, aunque el romano fuera el primero de todos y desde luego no necesite otro nombre en su título para hacerlo peculiar.

Tampoco voy a aburrir ahora con una entrada sobre Arte, primeramente porque hay gente que sabe mucho más que yo y segundo, porque me voy a centrar en las sensaciones e impresiones de este Monumento, con mayúsculas. Ya me quedé prendado de él cuando estudié Historia del Arte en mi último año de Bachillerato, por lo cual mis deseos de contemplarlo in situ eran infinitas. Y no me decepcionó, desde luego.



Una de las pocas cosas que hago muy bien es orientarme siempre en todos los sitios y no perderme nunca realizando las rutas. Supongo que tendrá algo que ver mi gusto por los mapas y planos. Y desde luego, para contemplar el Panteón la jugada me salió redonda; veníamos desde el Tíber y, aproximándonos a la Piazza della Rotonda, tuve a bien escoger una callejuela estrecha que desembocaba en el extremo norte de la plaza, así que nos encontramos de sopetón, y sorprendidos por la visión, entre el gentío, el calor y el murmullo humano, con la mole. Sus ocho enormes columnas mirándote descansadamente desde hace siglos y siglos, y la inscripción M.AGRIPPA.L.F.COS.TERTIVM.FECIT (básicamente que Agripa lo hizo, es decir, ni una palabra de Apolodoro de Damasco, probable arquitecto) campeando de forma rotunda como sólo los rótulos de los antiguos romanos saben imponerse. Agripa fue, por cierto, general y colaborador del emperador Augusto (27 a.C-14 d.C) y el templo actual data de la época de Adriano (117-138 d.C), cuando se reconstruyó el templo destruido, levantado en los años del tal Agripa.

Bueno. Ya de por sí impresiona ver el exterior, y es cuando se te vienen a la cabeza muchas preguntas, como cuántos siglos lleva ahí, qué demonios le echaban al hormigón los romanos, cómo levantaban más de cuarenta metros -encima hueco por dentro- y cómo ha aguantado (y sigue aguantando) el templo las inclemencias climáticas, los terremotos, los avatares históricos, varias invasiones y sacos y alguna guerra mundial de por medio. Impresiona también flanquear la sobriedad de la entrada y sus enormes puertas.

Y ya dentro...no hay palabras. En primer lugar porque te quedas sin habla, y en segundo porque, si hay palabras, ninguna es adecuada para el interior. Cualquiera se queda corta frente a la inmensidad. El Panteón es, en puridad, un templo dedicado a las siete divinidades de la mitología romana, es decir, el Sol, la Luna, y Júpiter, Saturno, Urano, Venus y Marte, por lo que la construcción del mismo edificio, su forma, quiere rememorar, simbolizar, el cielo. Una bóveda celestial. El espacio infinito, el Universo. Te sientes realmente pequeño e insignificante bajo los casetones y la ventana central de 9 metros de diámetro, arriba del todo, desprendiendo luz asemejándose al Sol. La máxima altura supera los 43 metros. Para hacernos una idea, es ligeramente mayor que la del Vaticano, si bien ésta queda acojonantemente suspendida en el aire, aunque fuera construida 1.500 años después del Panteón. Caminas por su pulido suelo y apenas reparas en las tumbas de Rafael Sanzio o los reyes Víctor Manuel II y Humberto I. O que fue transformada en iglesia en la Alta Edad Media y por eso, probablemente, se salvó. Cállate y contempla, necio.
Tus pasos retumban en el silencioso interior, como tantos millones y millones de pasos que han surcado su suelo desde su construcción. Cuando regresas a la plaza y te vuelves a bañar en el murmullo y en los gelati, es como si volvieras de otro lugar muy lejos de allí.

El Panteón de Agripa. No parece ni humano. Monumento inmortal de una ciudad eterna, por los siglos de los siglos.

1.6.11

Un poco de todo, de nuevo

- Extraordinaria, hasta el momento, la serie de Los Borgia. Aunque por una parte esté basada en la novela de Mario Puzo -el mismo que escribió El Padrino, - , un buen libro que recomiendo , pero por tanto con un tono muy mafioso, y por otra parte la serie sea de producción canadiense-irlandesa (vamos, que los ingleses parten el bacalao, por lo que el tufillo antiespañol es notorio), la serie es, como ya he dicho otras veces, un buen muestrario de calidad argumental, gran guión, correctas interpretaciones, imágenes y secuencias preciosas y poderosas, bellos y suntuosos interiores, hermosas vestimentas, correcta ambientación pese a algunas licencias y buen gusto, muy en general. La antítesis de Spartacus, sin ir más lejos. Y que me perdonen de nuevo sus fans, pero no hay color, para mí.

- Y sigo sin encontrar mi sitio. O quizá sí haya sitio, pero ahora más que nunca pienso que necesito una salida. ¿Al extranjero? No. Aquí nadie abandona el barco. Debería irme a la Villa y Corte, a empezar de verdad de nuevo. La cuestión no es cuando sino cómo.

- Me gusta estar siempre ahí. Eso es realmente lo que hace bonita, fuerte, verdadera y duradera una amistad. La alegría es inconmensurable.


-Malditos pepinos y malditos alemanes. Nosotros los españolitos siempre igual de canelos. Pero no pasa nada. A agachar la cabeza.

- Y ahora, un paréntesis. Dejo de publicar por un tiempo indefinido. Puede ser mucho o poco. Hasta más ver.