31.1.11

Confesiones

¿Pude haberme callado? Sí.

¿Tenía mis motivos para no callarme? Sí.

¿Necesitaba decirlo? Sí.

¿Si me lo hubiera guardado, me hubiera beneficiado? No.

¿Me han malinterpretado? Sí.

¿Me gusta el resultado? Por supuesto que no.

¿Estoy contento? Infinitamente, no. Lo que estoy es hundido.




Me niego a que acabe así todo. Así, sin hablarlo siquiera. Me niego a creérmelo. Si vamos a acabar así, ya no voy a creer en nada.

No podemos seguir así.



Lo último que quiero es hacerte daño.



Sabes que no quiero que te vayas de mi vida, y que te necesito.


En mi vida te he echado tanto de menos.

22.1.11

Reflexión necesaria

Sucede algo curioso, o difícil de explicar: cuanto más me implico con la gente, cuanto más doy de mí, más chascos me llevo y más solo me voy quedando. Después de 5 o 6 años con mucha gente a mi alrededor, ahora parece que estoy en un páramo. Y la cuenta sigue bajando...

Tal vez el fallo sea mío. O no. No lo sé.

El caso es que estoy tomando el camino del coyote, animal eminentemente solitario. Cuando me da la vena, afirmo "no necesito a nadie". Quiero creer que es verdad, pero sé que no es así.

Y a todo esto, cuestiones familiares de por medio, mi futuro más que incierto y con la incógnita de saber cómo hubiera sido mi vida (cómo hubiera sido nuestra vida) en Almería si mi padre hubiera seguido adelante al pedir el traslado. Pero cuando no se puede, no se puede, y hay que anteponer la cabeza al corazón en ocasiones. El caso es que me gusta esto. Valencia, se entiende.Aunque mi Almería siempre será mi Almería, y si escucho "En er mundo" irremediablemente me acuerdo de ella y del sur, por ejemplo. No sé por qué, con ese pasodoble, pero es así. Y tengo que darle una oportunidad a Valencia. Se la dí a Murcia en su momento, así que adelante.

En fin. Hablaría de los pinganillos y todo eso, pero no tengo ganas. En primer lugar, porque no va a servir de nada y en segundo, porque me da igual. Me empiezan a dar igual bastantes cosas.


En fin.

17.1.11

Un día en la Corte

Pese a que los últimos acontecimientos familiares no han sido precisamente alegres (quizá precisamente a causa de ello, como distracción), unido a una incertidumbre por otro tema presente en todos nosotros, este lunes decidimos montarnos en el flamante AVE dirección Madrid. Madrid, la Villa y Corte. A casi 400 km de distancia.

Así que madrugamos y tomamos el tren de las 8:00. Nos dirigimos a la terminal expresamente creada para los nuevos aves (la Joaquín Sorolla) y nos subimos, nerviosos y expectantes (yo por lo menos) ya que íbamos a probar la “alta velocidad”.

Y vaya que sí lo es. Esto es el progreso, colegas. Da igual que te subas en turista (como yo) o en preferente. La potencia del tren los lleva a todos igual de rápidos. El acelerón es instantáneo y, comparado con un tren digamos normal, contemplas el paisaje como si estuvieras rebobinando un vídeo. Bueno, quizás no tanto, pero la diferencia es notable. Ves pasar embalses y los mares de tierra manchegos como si tal cosa. Apenas puedes reparar en las encinas solitarias. Cayó una ligera lluvia y las gotas de agua se deslizaron por el cristal como liebres. Cuenca, que en tren habitual se tarda unas tres horas y pico largas en llegar, en esta bala a 300 km por hora se alcanza en una hora escasa. Bestial.

Y nada, Madrid la tienes en una hora y cincuenta minutos. Ahí la tienes. El día se esperaba nublado, y nublado ha estado, pero además, con una densa niebla pocas veces vista, más propia de Londres que de nuestra capital.


La capital, desde luego. En pocas ocasiones te sientes tan provinciano (y es una suerte) al pasear y moverte por Madrid. Los espacios son siempre más grandes, las distancias más largas, los ríos de gente mayores, el atasco más molesto, que en tu ciudad. Es que Valencia parece Soria a su lado. La gigantesca estación de Atocha, con treinta o cuarenta vías y pisos y pisos bajo tierra, con infinidad de Cercanías y líneas de metro, es sólo el primer ejemplo. Uno se acojona al ver cómo tunelan y tunelan las ciudades. Y cómo lo hacen de bien. Las grandes ciudades están completamente huecas por dentro.

Sales a la calle y ya tienes las inabarcables glorietas llenas de coches, los enormes edificios monumentales del siglo XIX (muchos de los cuales sirven de sede a los diversos ministerios. Vete a saber tú para qué los quieren), las calles con nombres totalmente históricos o inolvidables. Paseo del Prado, Plaza Cánovas, Calle Alcalá, Gran Vía, Bailén, Preciados, Plaza Mayor, Cuesta de Claudio Moyano, Prim, Canalejas, Alfonso XII, Felipe IV, Carrera de San Jerónimo, Puerta del Sol, Tetuán, Plaza de Oriente, Callao...Madrid es Madrid, para lo bueno y lo malo. Que son 4 millones de habitantes, sin contar el área metropolitana...


Y yo, que al ser lunes (y por tanto, la inmensa mayoría de museos quedan cerrados. Prado, otra vez será.) iba con el anhelo de entrar al Palacio Real (antiguo Alcázar) y poder ver el Salón del Trono, el Comedor Real , los tapices o la fantástica Armería, donde contemplaría las armaduras del César Carlos V y de Felipe II, que con un sólo golpe de vista me evocarían Túnez, Mühlberg, San Quintín, Gravelinas...y las de sus caballos, y los cascos, y los escudos decorados, y...pero, casualmente, nuestro buen rey (el actual) tenía hoy una recepción y no he podido entrar. Chasco. Así que he tenido que conformarme con un buen paseo por el Madrid histórico de verdad, el de los Austrias, el de las calles y callejuelas empinadas, plazas sorpresivas e iglesias, donde no es muy difícil imaginarse el Siglo de Oro. En la verdaderamente bonita Plaza de la Villa, donde está el antiguo Ayuntamiento y la Torre de los Lujanes (aquí estuvo preso Francisco I de Francia tras Pavía) , se encuentra además una estatua dedicada a don Álvaro de Bazán, Marqués de Santa Cruz (1526-1588), uno de los héroes de la época de Felipe II y por tanto de la historia española. Como tenemos un país tan poco dado a resaltar los héroes, sólo en Madrid y escasos sitios más se localizan cosas de este tipo. Con todo, la estatua es del siglo XIX. Dudo mucho que Gallardón la plantase ahora. En fin, que al pie se pueden leer los versos que Lope de Vega escribió para el ilustre marino:

El fiero turco en Lepanto,

en la Tercera el francés,

y en todo mar el inglés,

tuvieron de verme espanto.

Rey servido y patria honrada

dirán mejor quién he sido

por la Cruz de mi apellido

y por la cruz de mi espada.


Recorrer este tipo de plazas y calles es para mí fantástico. Tienen un encanto especial, y popularizan la metrópolis que es Madrid. Quiero decir, es cuando caminas por esta zona cuando recuerdas aquello (que no sé quién dijo exactamente) de que Madrid era un villorrio manchego antes que la capital. La verdad es que aquí se juntan este tipo de calles con el Madrid de las enormes avenidas repletas de avalanchas de gente y manadas de coches.


Luego la Plaza Mayor, donde se realizaban los autos de fe, y la Puerta del Sol con su oso y el madroño, y la Plaza de España con el monumento a Cervantes. A mí siempre me han dejado boquiabierto las dos moles que hay aquí, el edificio España y la Torre de Madrid, con más de sesenta años. Son impresionantes y más si ves lo vetustas que son. A continuación, la Gran Vía, de la que poco más se puede decir. Vaya calle. Cines, teatros, tiendas, restaurantes y gente, sobre todo muchísima gente. De lo más variado. ¿Y las fachadas de los edificios que la rodean?. Indescriptible. Por no hablar del Madrid decimonónico, de grandes palacios, parques idóneos para los duelos y glorietas para los carruajes.


Qué ajetreo. Qué vida. Colas allí, colas aquí. Coge el metro allá, vete a pata (si puedes). Gente por todos lados. Suciedad. Variedad. Agobio. No es una de las ciudades más bonitas del mundo, la verdad. Y a veces es insoportable. Pero es espectacular, sin duda, y tiene zonas con mucho encanto. Aquí late nuestra historia y nuestra esencia.


Eso es Madrid. Antes de coger el tren bala de regreso, tómate un buen bocadillo de calamares, en el Brillante (enfrente de Atocha), y respira aliviado. Ya dejas la Villa y Corte. Y regresas a tu querida provincia. Alejada del ajetreo y del pulso. Qué tranquilidad por la calle...


12.1.11

Jugando a la Historia ficción

El suplemento dominical del 9 de enero del muy plural (en mi opinión a veces demasiado plural...tanto que a veces raya en la demagogia y en la contradicción) diario “El Mundo” nos sorprendía con el titular “Si España fuera musulmana” ya que en 2011 (en verano) se cumplen 1300 años de la batalla de Guadalete. Es decir, si no se hubiera producido la denostada (por algunos sectores muy políticamente correctos) Reconquista. En la portada de la revista destaca un peripuesto Antonio Gala caracterizado como Tariq, el primer invasor árabe de relieve en la Península, quien llegó hasta Astorga, Huesca y Tarragona.

El especial resulta bastante interesante en sí, ya que son las habituales secciones de moda, costumbres, comida, estilo de vida, etc, pero todo ello al modo musulmán. Incluso hay montajes fotográficos de algunas ciudades españolas y demás. Vamos, un ejercicio de historia-ficción sin meterse en demasiados pantanos, ya que de lo contrario sería más problemático. Todo más o menos políticamente correcto, casi justificando la mala interpretación del Corán o el trato vejatorio hacia la mujer.

Y bueno, al principio del todo, una entrevista que no tiene desperdicio con el citado Gala. Claro que si uno está acostumbrado a las barbaridades que escribe en su Tronera del mismo “El Mundo” día sí y día también, sorprende menos. En la entrevista, entre otras lindezas, aparte de un furibundo ataque contra Castilla (manda huevos) , habla de la consabida “convivencia tierna”, de que la Reconquista no puede llamarse así, que los árabes no perseguían la conversión de nadie y que eran muy cultos (Gala parece olvidar – o negar- también que los árabes que se establecieron en España venían mayormente de la muy romanizada Siria y del Norte de África, que no era ni mucho menos como es ahora). Además afirma muy seguro que él estaría en el mismo sitio, y escribiendo, por supuesto. (Tal vez cuando sus amados y cultos árabes se enterasen de su tendencia sexual, lo marginarían o harían cosas peores. Al estilo iraní). Despotrica, cómo no, de los Reyes Católicos, del fin de Granada y de la expulsión, pasando olímpicamente de los motivos que llevaron a los castellanos a realizar tales hechos, sacándolo todo de contexto. Y pasa un poco por encima, cómo no, y tampoco me sorprende, del machismo, del ascenso del integrismo y del peligro del terrorismo. Supongo que don Antonio Gala sería de los que se plegasen encantados e ignorantes cuando un nuevo Tariq o Muza cruzase el estrecho de nuevo, reclamando Córdoba y Toledo.

Todo esto está muy visto ya. Quiero decir, estos filoárabes que desprecian la Reconquista, abominan de nuestra cultura histórica y religiosa y ansían haber vivido esa época (ya sea el Califato de Córdoba, el Reino Nazarí de Granada, las Taifas o la Invasión de 711) sólo por lo que han leído superficialmente. Poco importa que la realidad fuera muy distinta y de que todos nosotros (todos los españoles) evidentemente no seríamos, no estaríamos como en la actualidad. Vamos, ni en la actualidad ni hace 50, 100, 200 o 400 años. Toda esta gente muy filoárabe y anticristiana, pero cómodamente instalada en el Albayzín, o al lado de la Mezquita, o en la calle Betis, o en Barcelona o en Zamora. Pijoprogres que toman té con menta y se visten a la oriental, cual Sherezade (o eso creen) mientras contemplan el atardecer con Sierra Nevada al fondo. La inmensa mayoría no conoce el islam en su verdadero terreno, no ha ido a Argel, Tripoli, Jartum, Damasco, Teherán o aun Marruecos. Para nada.


Desde la comodidad de nuestra aborrecida occidentalidad es muy fácil (e ingrato) despotricar contra lo que eres, lo que has sido, cuando todo eso te ha dado de comer y ha conformado, para bien y para mal, tu identidad, tu devenir histórico y tu cultura. Ya que jugamos a historia-ficción, podemos plantearnos , como dice el Magazine, si no se hubiera producido la Reconquista. Mmm, a ver. Si tras el jaleo de los Reinos de Taifas, o si hubiera perdurado más el Califato de Córdoba, y si Francia o Italia no nos hubieran invadido en los siglos XII o XIII (quizás se hubiera formado un estado tapón en el Norte, bajo influencia francesa) con la imparable decadencia del mundo árabe desde el siglo XVIII, pues no sé... Es probable que hubiéramos sido un país similar a Libia, Marruecos o Líbano. Vamos, países mediterráneos que fueron profusamente romanizados, pero cayeron en manos árabes en siglo IX. Al principio todo muy guay, todo muy culto y muy andalusí, pero conforme van pasando los siglos, qué curioso, la parte cristiana del Mediterráneo va expandiéndose, cuando no formando potentes imperios, mientras en la musulmana, los otomanos conquistan Bizancio en 1453, pero la fractura ya va a ser irreparable, porque supone el fin de la cultura clásica en el Mediterráneo Oriental y su progresiva decadencia. El Imperio Otomano empieza a deshacerse en el XVII y alcanza las cotas más bajas en el XVIII y XIX. Ahora es cuando el mundo musulmán, anclado aún en los preceptos medievales, pierde definitivamente la comba con Europa. Ahí ya todo se descompone en multitud de naciones, a cada cual más miserable y alejada del progreso, que, la que no es independiente cae en manos de alguna potencia europea como Francia o Gran Bretaña. Ni que decir tiene que, de no haberse producido la Reconquista, Colón no hubiera descubierto América. O sí, la hubiera descubierto, pero bajo bandera francesa o inglesa. Con lo que el Imperio Español y todo lo bueno y malo que ha conllevado se hubiera ido al carajo. Quién sabe, si no hubiera habido Reconquista, cómo hubiera sido el Mediterráneo desde el siglo IX. En fin, memeces. Es todo muy complicado. Y desde luego, ahí está la fabulosa historia de los hispanocristianos desde los difíciles tiempos de Covadonga, que luego, bajo la atenta mirada de los francos, salen de sus valles cantábricos, mientras poco a poco pasan a la Meseta, cruzan el Duero, el Ebro, el Tajo, el Guadiana, se detienen en Sierra Morena, pasan al valle del Guadalquivir y de nuevo se detienen. Ya fueran guiados por intereses económicos, culturales o patrióticos (que diría Sánchez Albornoz), lo cierto es que fueron avanzando. Mientras, los malvados cristianos aragoneses y catalanes, al detenerse en Murcia, se expanden por Italia y Grecia. A todo esto, los cultos y tolerantes árabes se dedican a engordar y a construir maravillas arquitectónicas, a la vez que aprovechan buena parte de las estructuras (como ciudades, caminos o regadíos) romanas para asentar su imperio. Intentan echar al mar a los bárbaros cristianos, y, aunque con algunos pacten o les permitan vivir (si pagan impuestos) poco a poco estos godos van surcando la Península. Finalmente llega 1492 y poco da más de sí Al-Andalus. El resto es bien conocido.


Nos puede gustar más o menos, podemos admirarlo más o menos, pero es lo que hay. Es lo nuestro. Lo cierto es que España, por la que en tiempos protohistóricos pasaron pueblos que vete tú a saber de dónde vienen, y después fenicios y griegos, se romanizó sobremanera, con todo lo que eso conlleva, especialmente si hablamos de cultura. Luego fue inexorablemente invadida por los bárbaros (que asimilaron, más o menos, esta cultura hispanorromana) como el resto de Europa, y en el 711 (a diferencia de la mayor parte del continente) cayó en manos árabes. Ello, qué duda cabe, nos enriqueció aún más y los resultados son bien palpables y no hace falta que los enumere. Pero eso no podía ser. Permanecer bajo la órbita musulmana. España era como Francia o Italia, no como Arabia. Libia o Siria tampoco, en principio, pero su devenir fue distinto. España, ya fuera por una cosa o por otra, tenía ya una fuerte base romana y cristiana aderezada con el componente visigodo que hacía difícil que fuera a permanecer siempre con los mahometanos. Cierto es que les debemos mucho y buena parte de nuestra cultura no se entiende sin los musulmanes, especialmente al sur del Tajo. Pero de ahí a decir Puta Castilla, y que somos descendientes de Abderramán hay un abismo. Lo dice mucha gente y lo digo yo, que he nacido en Almería, ciudad a la sombra de la mayor fortaleza musulmana de la Península, y una tierra en la que muchos han visto siempre como el Norte de África. No se puede renegar de lo que fuimos en el pasado. Yo no la desprecio y reconozco su influencia, y España es una suma de todo. Pero hay españolitos que abominan de la cultura cristiana y adoran a la árabe. Necedades. Eso es así y lo siento mucho, señor Gala.


Hace no mucho hablaba de todo lo bueno que tenía España, centrándome también en monumentos, escritores, pintores o personajes. Todo eso también al carajo, pues. Nada de todo eso. Vaya una España sería. No digo que tenga que ser necesariamente peor que la tenemos y la que hemos tenido, pero el resultado podría ser demasiado diferente, incluso para toda esta gente que ama el Islam.

Así que nada. El día que venga un nuevo Tariq, no estaré como Gala tomando té, esperándolos bajo un naranjo y leyendo el Corán. El exilio sería lo más fácil y lo más cobarde, por tanto lo recomendable sería un suicidio, que también sería cobarde pero al menos no contemplaría los acontecimientos. Vistos los tiempos que corren, iré preparando la cicuta...